domingo, 14 de noviembre de 2010

El lenguaje no verbal de los niños


Uno de los primeros libros que traduje, recientemente publicado.

Extrañas supersticiones y costumbres del mundo antiguo


Un hermoso librito, de muy agradable lectura, sobre las curiosidades del mundo antiguo. Para leer en la playa, mejor que cualquier novelucha del momento.

21 de marzo de 2011
Muy bien: cuando subí la foto (la que ven arriba), lo hice apurada y no estuve muy inspirada que digamos con lo que dije. Y ahora quiero decir esto: uno, como traductor, tiene muy a flor de labios el habitual piripipí de que "el libro es como un hijo, y uno tiene un hijo más, bla, bla, requeteblá". Mentira: con la traducción del último libro que hice (para Editorial Prometeo), me di cuenta de que la traducción de libros es una gran mochila, pesadísima, y cuando uno entrega el consabido CD con la traducción, la factura y el remito, se saca quinientos mil kilos de encima. Quiero que el lector imagine la presión que significa hacerse cargo de todo un libro, de traducirlo de punta a punta, de tratar de encontrar cuanto antes qué onda curte el autor (lo cual jamás ocurre antes de las primeras diez páginas, más o menos), que no se te escapen las relaciones internas que guardan los datos entre sí a lo largo de todo el libro; y después de todo eso, como fue el caso de este último libro para Prometeo, volver a leerlo para hacer una primera corrección gramatical, para poner las comas "en vereda", para que las concordancias de género y número verdaderamente concuerden bien, para vigilar que esa frase inspirada que se me ocurrió mientras traducía siga teniendo sentido diez días después de traducida (o ver si escribí terrible pavada)... ¡basta! La parte placentera viene cuando te encargan el trabajo. Ahí una se siente la persona más feliz de la tierra, "se acordaron de mí", "les gustó la traducción anterior". Y también la parte placentera viene cuando cobrás el cheque, en ventanilla o acreditado en la cuenta. Ese momento también es lindo. Lo que hay en el medio es muchísimo sudor, muchas lágrimas, mucho miedo de "esta vez no poder", "este autor me supera", mucho tener que leer una y otra vez ese párrafo que no sé qué carámbanos de sentido tiene en función del resto (hasta que una se relaja y la comprensión viene naturalmente) y mucho cansancio físico y mental: la espalda, los glúteos, los tobillos hinchados de haber estado horas sentada frente a la computadora, ganas de salir a despejarse un rato, pero no, "no puedo porque si salgo me comen los albatros".

Así es traducir un libro.

Espejismos de la izquierda en América Latina


Gran libro de James Petras, del cual también fui traductora junto con Pablo Valle, de Editorial Lumen.

Éste fue un libro traducido a fines del año 2008. Yo me había mudado cuatro... no, tres meses atrás, y estaba desesperada por pagar todas las deudas que tenía. Acepté, por supuesto, y después de trabajar durante todo el día con mis otros trabajos (por ejemplo, las películas y los documentales), cenaba y me disponía a seguir con el "segundo turno" de laburo. Dale que te dale al pie de la compu hasta bien tarde, unas diez o quince páginas por noche -porque cada capítulo de Petras tiene unas setenta páginas en Word, así que al cabo de la habitual semana de siete días llegaba con la lengua afuera-, y a entregar cada lunes. Una maratón, pero me ha contado un lorito (como dicen en "Videos Divertidos de Animal Planet") que Petras estuvo en todo momento muy conforme con mi traducción (James Petras entiende bien el español y lo habla bien; supongo que le queda más cómodo escribir en inglés, su lengua natal), comentario éste que le brinda al traductor una muy necesaria paz espiritual. Sucede que cuando el autor tiene oportunidad de ver la labor del traductor mientras se está traduciendo su libro, se corre el riesgo de que los "celos" del autor (sobre todo el que sabe castellano) obnubilen su visión y realicen críticas excesivas en cuanto a la fidelidad de la traducción. Gracias a San Jerónimo, Petras ¡estuvo contento! con los resultados y yo lo festejé con un helado en mi heladería de cabecera, "Luisito", de San Blas y Sanabria. 

Mitos y leyendas celtas - Eoin Neeson


Éste es uno de los libros que llevo traducidos. Denso, lleno de castillos, luchas armadas, venganzas a muerte, sangre y odios ancestrales, éste es un libro magnífico. Como dije en alguna otra entrada de este blog, ésta es mucha mejor lectura que cualquier novelita del momento.

Es que, en definitiva, si nos ponemos a pensarlo detenidamente, este tipo de relatos ancestrales, al igual que los clásicos de Shakespeare o las tragedias griegas, son los telenovelones (neutro: culebrones) de las respectivas épocas en que se escribieron. Muchachos, hay poco nuevo bajo el sol. Volvamos a las fuentes.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Apenas un ejemplo de las relaciones sintagmáticas de Ferdinand de Saussure

Con mis compañeros de las clases particulares de filosofía —que tomamos todos los sábados— se nos ocurrió buscar ejemplos cotidianos de los puntos que expone Ferdinand de Saussure en su obra, "Curso de lingüística general", que estamos leyendo actualmente.




Se me ocurrió tomar las relaciones sintagmáticas, que Saussure considera, junto con las relaciones asociativas, "formas de nuestra actividad mental [...] [e] indispensables a la vida de la lengua", porque hace tiempo que me vengo preguntando por qué algunas personas pronuncian la palabra "utensilio" como "utensiyo". Es decir, la pronuncian como si se escribiera "utensillo".



Para establecer la relación entre las relaciones sintagmáticas y lo que sucede con la palabra "utensilio" tomé el siguiente párrafo del Curso de lingüística general: "[...] fuera del discurso, las palabras que ofrecen algo en común se asocian en la memoria y así forman grupos en el seno de los cuales reinan relaciones muy diversas. Así, la palabra española 'enseñanza' hará surgir inconscientemente en el espíritu un montón de otras palabras [—como 'enseñar'], o bien 'templanza', 'esperanza', etc., o bien 'educación', 'aprendizaje', etc. Por un lado o por otro, todas tienen algo en común. [...] Estas coordinaciones [...] está[n] en el cerebro y forman parte de ese tesoro interior que constituye la lengua de cada individuo".



¿Cuál sería el proceso de pensamiento y el proceso de asociación sintagmática de una persona que pronuncia "utensiyo" la palabra "utensilio" (considerando erróneamente que se escribe "utensillo")? En cuanto al proceso de pensamiento, tomo de nuevo las ideas "claras y distintas" de Saussure para decir que cada palabra tiene una doble faceta: una huella psíquica, un concepto, que se forma en la mente más la imagen acústica; es decir, el concepto expresado por sonidos. O sea, todo concepto se origina en el pensamiento y es parte de él.



En cuanto al proceso de asociación sintagmática, si una persona que pronuncia "utensiyo" oye que otras pronuncian "utensilio" (como si fuera "utensillo", con doble "l" y no con "li"), me pregunto cuál es el proceso de pensamiento que en la primera persona guía el proceso su asociación sintagmática:



La primera respuesta, la más clara y la más segura es que esa persona cree que la palabra "utensilio" se escribe "utensillo"; entonces, como en castellano rioplatense la "ll" se pronuncia "y", pronuncian "utensiyo". Lo mismo me pasaba a mí cuando era chiquita hasta que una maestra de la primaria me corrigió.



Otra pregunta que me surge es: si la persona que pronuncia "utensiyo" oye a otras que pronuncian "utensillo", como si fuera una pronunciación española (marcando la "ll" y no convirtiéndola en "y"), ¿piensan que esas personas lo pronuncian a la española? ¿Por qué, entonces, esas mismas personas que pronuncian "utensilio" correctamente no pronuncian también a la española palabras como "martillo" o "cuchillo"?



La conclusión que saco es que el proceso es el siguiente: como dije en un párrafo anterior, la persona que pronuncia "utensiyo" da por sentado que la palabra se escribe "utensillo", con "ll", y el proceso de pensamiento forma en esa persona una serie sintagmática falsa o inversa (porque parte de un supuesto erróneo) con, por ejemplo, "cuchillo", "anillo", "martillo", etc. Y ni debe reparar en la pronunciación presuntamente "españolizada" de las que pronuncian "utensilio" correctamente.