viernes, 31 de agosto de 2012

Akira Kurosawa y la censura

Estoy leyendo la autobiografía de Akira Kurosawa. En ella, encontré el siguiente párrafo que me parece pertinente consignar aquí, en este blog, si bien este blog se caracteriza por tener contenidos propios y no por ser un blog que "copia y pega" de otras fuentes.

Desde antes de este párrafo, Kurosawa viene hablando de la férrea y arbitraria censura que sufrió el arte cinematográfico en Japón durante la Segunda Guerra Mundial. El siguiente es el final de una reunión con dichos censores, que habían objetado uno de sus filmes, Tora no o o Fume Otokotachi:

ABRO CITA
Pero entonces un censor mozalbete que apestaba a buena familia se me acercó enseñándome los dientes: "En cualquier caso, esta película no tiene sentido. ¿Qué pretende al hacer una película tan aburrida?". Toda la rabia contenida me salió contra este hombre: "Si una persona sin sentido dice que algo no tiene sentido, probablemente sea una prueba de que sí tiene sentido; y si una persona aburrida dice que algo es aburrido, probablemente sea una prueba de que es interesante". La cara del jovenzuelo cambió del azul al rojo y al amarillo, y pasó por todos los colores primarios. Observé este despliegue de colores po run rato, y luego me levanté y me marché a casa.
CIERRO CITA

En más de una ocasión nos encontramos con gente pobre de espíritu, frustrada, afectada por un cierto complejo de inferioridad; ese tipo de gente suele sentirse muy molesta por todos esos bichos que afectan a su alma, a su personalidad, a su ser interno, y la manera que tienen de manifestar ese descontento con ellos mismos es mostrarse descontentos con la producción ajena. No voy a compararme con el bueno de Kurosawa, lejos de mí toda intención al respecto; pero todos los que creamos algo -mejor, peor, bueno, malo, chico, grande- nos encontramos tarde o temprano con estas pobres personas. Me parece importante tener en claro y puntualizar que, cuando alguien habla mal de algo que está sujeto al gusto personal, no está hablando de la obra que critica ni de la persona a la que critica; ese criticón está hablando de sí mismo. Y ese "sí mismo" es un ser oscuro, barroso, telarañudo, maloliente. Ese criticón habla de su propio pantano interior.

jueves, 30 de agosto de 2012

¿Qué hacemos los traductores? (Volumen II)

El otro día, ante una encuesta que publiqué en LinkedIn sobre la traducción pública y la no pública, un colega escribió lo siguiente a manera de comentario: 

ABRO CITA
Es la primera vez que oigo la expresión "traducción no pública" como opuesta a "traducción pública".
CIERRO CITA

La traducción pública no está institucionalizada como tal en todos los países; puede que por este motivo el colega no esté familiarizado con el término. Sin embargo, hay estudios de traducción situados en Buenos Aires (capital de la República Argentina), ciudad en la que yo vivo, que anuncian en sus avisos publicitarios y en sus tarjetas "traducciones públicas y privadas". 

De entrada, lo de "traducción privada" no me suena y nunca me sonó muy ortodoxo que digamos. Y si bien existen los "instrumentos públicos" y los "instrumentos privados", la conjunción de las palabras "traducción" y "privada" no parece llevar a ningún buen puerto.

Esta teoría fue confirmada en su momento por el Traductor Público y Abogado Ricardo Chiesa -unilateralmente por mí declarado amigo de este blog, sin que él sepa siquiera de la existencia del susodicho blog, o sea, éste mismo-, tras lo cual aclaró que lo opuesto a una traducción pública es una traducción no pública. 

Y ya que estamos -y que, aunque tengo sueño y me quiero ir a dormir, tengo ganas de escribir, puesto que los efectos resáquicos del no escribir son harto peores que los de dormir media hora menos-, describamos sucintamente qué carámbanos es una traducción pública. Una traducción pública es cualquier documento cuyo contenido ha sido trasladado de un idioma cualquiera a otro idioma cualquiera, y que debe presentarse ante una autoridad judicial o administrativa. Eso es una traducción pública. 

El hecho de que los traductores públicos graduados en la Universidad de Buenos Aires (como una servidora) hayamos cursado dicha carrera en la Facultad de Derecho (donde se estudia abogacía), lugar donde se halla alojada dicha carrera, no implica necesariamente que el contenido de la traducción pública vaya a girar en torno de un tema jurídico, no señor. Voy a poner como ejemplo un caso que tuvo a una parienta mía como protagonista: mi prima Juanita se hizo una operación estética en Buenos Aires. Al poquísimo tiempo, se trasladó a Canadá, donde comenzó a sentir síntomas corporales anormales. Se hizo atender en una clínica canadiense, donde le dijeron que sus síntomas obedecían a una falta de asepsia en la operación de que había sido objeto en Buenos Aires. La operaron en Canadá para salvarle la vida, se salvó en efecto, pero mi prima Juanita se hizo de la historia clínica que le abrieron en Canadá para iniciar flor de juicio a la clínica argentina. En ese momento, yo ni soñaba con ser traductora pública, así que el trabajo de traducción no recayó en mí, sino en un traductor público, que debió trasvasar el contenido en lengua inglesa de la susodicha historia clínica al castellano para que el juzgado correspondiente supiera de qué carámbanos hablaba la historia clínica.

¿Contenido de terminología jurídica de la historia clínica? Cero. ¿Necesidad de una traducción pública? Absoluta. El Código Civil argentino afirma en uno de sus artículos (no me lo hagan buscar ahora, pero anda por el 1180) que "toda documentación redactada en lengua extranjera deberá presentarse mediante traducción pública, volcada al idioma nacional, si fuese necesario presentarla ante una autoridad judicial o administrativa".

Entonces, pliss, no confundir "traducción jurídica" con "traducción pública". Pueden coincidir, pero, a la luz del ejemplo brindado, no fatalmente.






Mucho más sobre títulos de películas

Estoy por irme a dormir, y acabo de dejar a mi marido viendo una película que tiene tres títulos. El título original es "Event Horizon", nombre de una nave espacial. El título en castellano con que amenaza el locutor al inicio de la susodicha película es "Las puertas del infierno", puesto que en dicho filme los protagonistas deben transponer una cierta y determinada puerta (oí eso mientras lavaba los platos, tarea inherentemente femenina), y el título que figura en la revista del cable es "La nave del terror".

Tomá pa' fruta.

No sé por qué el título que anuncia el locutor al inicio -locución ésta que está integrada a la película; no se trata de un locutor de la señal de cable- no coincide con el de la revista. Veré si puedo descular el tema consultando con mis amistades vinculadas al mundo de la televisión por cable.

Esto de los tres títulos me hizo acordar a la leyenda hindú que habla de los seis ciegos a los que se les encomendó la tarea de describir un elefante luego de haberlo tocado. Uno dijo que un elefante eran cuatro pilares cilindricos; otro cieguito dijo que un elefante eran dos óvalos enormes y muy chatos; otro dijo que un elefante era un cilindro finito, muy largo y arrugado. En este caso, cada titulo hace alusión a una parte de la película.

Yo, para no ser menos, mientras me unto con crema las manos para que no se me resequen, le voy a poner un cuarto título a esta película: "Rollo de celuloide con figuritas".

domingo, 26 de agosto de 2012

No digas "sí", di "oui"


El 12 de agosto pasado falleció mi colega y amiga Françoise Martins de Souza de Pérez Fernández, traductora de francés (su lengua materna) y de inglés. Fran transitaba ya su octava y muy activa década de vida.

Fran daba clases de francés en la Casa de la Cultura de Ramos Mejía y también en la Carrera de Turismo de la Universidad de Morón, su querida casa de estudios, donde había recibido ambos títulos. Y por supuesto, traducía y era muy querida y apreciada por sus clientes.

Françoise Jane Martins de Souza de Pérez Fernández, junto a una servidora, traduciendo, traduciendo, traduciendo, traduciendo...

Cuatro años atrás hicimos un trabajo juntas, en inglés y francés, para un muy buen cliente mío. Tuvo la amabilidad y la paciencia de venir a mi casa –yo me había mudado hacía poco-, y cuando habíamos terminado todo el bricolage del sellado, cosellado y firma de la enorme traducción que habíamos hecho, nos tomamos un tecito. Entre tantas cosas, me dijo: "Bebé, dentro de cinco años me jubilo y allí comienzo a estudiar la Licenciatura en Historia, en la Morón". Mi marido y yo nos quedamos maravillados: era fantástico ver a una mujer de esa edad con proyectos, como si hubiera tenido veinte años. Pensar que hay tantísima gente que a los sesenta o sesenta y cinco años piensa en colgar los botines. Ella no.

La conocí en el año 1991, cuando ella ya era una señora traductora (al igual que yo, había estudiado de grande y se había recibido de grande) y yo era una timorata estudiante del Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires. Tuvo también entonces la paciencia y la amabilidad de orientarme en la carrera de traducción, de confirmar ciertas teorías que yo tenía sobre la traducción y de corregirme otros tantos errores. Una de las primeras frases que me dijo fue: "El traductor tiene que ser una persona muy humilde porque siempre se aprende algo nuevo". Y sí, es una buena actitud la de tener la cabeza abierta a nuevas técnicas, a nuevos conocimientos, a poder decir: "A ver, este tema no lo conozco a fondo, pero veré si puedo no cerrarme a él y aprender algo nuevo".


Otro consejo que me dio, también al principio de nuestra amistad, fue que comprara todo tipo de diccionarios. Estoy hablando de la época en que Internet NO EXISTÍA (no se rían; no soy de la época de Juan Manuel de Rosas; antes de 1995 casi nadie tenía Internet en la Argentina). Me decía ella: "Si lo encuentras, cómprate hasta el Diccionario de la Poda del Malvón; porque una madrugada, a las tres de la mañana, en un texto que nada que ver puede aparecer un término referido a la poda del malvón, y allí tienes el diccionario, que puede salvarte".

También recuerdo ahora, a propósito del Diccionario de la Poda del Malvón, una anécdota que ella misma me contó y que le sucedió a ella. Ubico a los lectores: estamos hablando, insisto, de una época en que Internet NO EXISTÍA (lectores jóvenes: sí, esa época existió). Eran ya las doce de la noche, ella estaba traduciendo no sé qué texto, y en el medio de ese texto aparece una sigla, I.R.S. Sí, claro, hoy gugleamos la sigla y en dos segundos sabemos que se trata del Internal Revenue Service, la agencia recaudadora de impuestos de Estados Unidos. Bueno, ella no lo sabía, no sabía a qué se podía referir cada una de las letras de la sigla, no aparecía en ninguno de los diccionarios / glosarios que tenía, y vencida por el cansancio y la incertidumbre, decidió irse a dormir. Pensó que le diría al cliente que, bueno, no sabía de qué se trataba la sigla, qué le iba a hacer; era traductora, no súper-heroína.


Cuando llegó a su cama, resulta que se despabiló. Claro, tanta tensión, tanto trabajar, delante de la máquina de escribir (*) creés que tenés sueño y cuando llegás a la cama, los ojos parecen el dos de oro. Para ver si conciliaba el sueño, tomó una revista TV Guía y se puso a leer trivialidades. Una de las noticias en la que se posaron sus ojos hablaba de "Sylvester Stallone y sus problemas con el I.R.S., organismo equivalente a la D.G.I. (Dirección General Impositiva) argentina". ¡¡Eureka de los eurekas!! La TV Guía le había dado flor de mano para resolver el misterio de la sigla impenetrable. Desde ese día, Françoise guardó siempre un enorme respeto por esa revista.
 
Fran adoraba a todos los animales, pero tenía especial predilección por los gatos. Últimamente tenía uno solo, Romeo, un siamesito dulce y muy bien educado, y también se dedicaba a darle de comer en la puerta de su casa a las palomas de su cuadra. Pude ver un par de veces cómo, llegada las cinco de la tarde más o menos, las palomas, torcazas y gorrioncitos se agolpaban en el cable del teléfono que pasaba por la puerta de la casa. Cuando ella abría la puerta, llevando en la mano el balde con el alimento, bajaban todas en tropel y se ponían a comer lo que Fran distribuía en la vereda y en su propio jardín delantero.

Fran había traducido multitud de libros para diversas editoriales, y también había traducido obras de teatro. Era fascinante oírla hablar de lo mucho que conocía de artes, de arquitectura, de historia. Una de esas charlas, una de las últimas, la tuvimos en la confitería "Diva" del centro de Ramos Mejía (situada en la otra esquina de la Casa de la Cultura de Ramos Mejía), a la cual me citó no solamente porque yo le había encargado una traducción en francés y ella iba a entregármela, sino, según sus palabras, "porque el lemon pie de esa confitería es espectacular".

Sí, claro; el día que nos encontramos me manduqué flor de porción de lemon pie con un tecito de boldo, eso sí. La vez siguiente —en que también nos encontramos en la confitería Diva con motivo del sellado, cosellado y firma de otra traducción—, me manduqué una porción de torta, esta vez de Selva Negra, en conjunción con mi marido, que me había ido a acompañar a dicho evento. En esa ocasión, ella nos habló largo y tendido sobre la variedad de francés que se habla en Quebec. Tomá pa' fruta.

Una cosa es hablar de Françoise, y otra muy distinta es haber estado en su presencia y haber disfrutado de su personalidad. Todo tiene un final, todo termina, y lo mejor es que su final haya sido el final que marca una vida productiva, fructífera, exenta de rencores y, muy por el contrario, llena de generosidad para quienes fueron sus alumnos y para quienes todavía somos sus amigos.

(*) Sí, máquina de escribir. La computadora hogareña, en el momento en que dicha anécdota le aconteció a Fran, era un sueño lejano, un aparatejo que ocupaba todo un recinto en alguna universidad norteamericana.

lunes, 13 de agosto de 2012

¿Qué hacemos los traductores? (Volumen I)


Una vez por semana llega a mi casilla de correo electrónico el útil, amable y muy completo boletín de la Dra. Mirta Núñez, abogada especializada en derecho de familia y, además, psicóloga social.

En su último boletín, cuenta la siguiente anécdota:

ABRO CITA
Me escribe un hombre, desde México, sin darse cuenta que yo vivo en Argentina. Me cuenta que es casado. Su esposa tiene un hijo. Lo inscriben como hijo matrimonial. Según parece, no es hijo suyo sino de un amante de la mujer.
CIERRO CITA

A la Dra. Núñez parece sucederle algo que nos sucede a los traductores todos los días: la persona que le escribe desconoce. Desconoce que una abogada que ejerce en la Argentina no puede opinar sobre una cuestión que se rige por el derecho mexicano. Desconoce un detalle básico: el Derecho se rige por la territorialidad.

A los traductores nos pasa algo peor: la gente en general desconoce quiénes somos y qué hacemos. Y tomo la palabra "desconocer" en su sentido de "no sabe" y no de que "hace caso omiso de quiénes somos", porque gracias a los falsos cognados resulta que ahora el verbo "desconocer" significa las dos cosas, antitéticas entre sí: "no saber" y "saber, pero hacerse el boludo".

Yo voy al Colegio de Traductores Públicos de la Ciudad de Buenos Aires ¿cuántas veces por año? ¿Entre dos y diez? Sí, entre dos y diez. Por año. Cada vez que voy a hacer legalizar mi firma –trámite para el cual no se tarda más de media hora–, oigo que alguien llega al mostrador de recepción y pregunta: "¿Aquí hacen traducciones?".

La respuesta, invariablemente, es NO. Es como pretender ir al Colegio de Escribanos y escriturar mi casa allí. No, no es así la cosa. ¿Les explico cómo es? Ciertos trámites requeridos por ley, por nuestro Código Civil, están tercerizados. Dalmacio Vélez Sarsfield dispuso que ciertas operaciones jurídicas como la compraventa de una casa se realicen a través de un instrumento público; es decir, la querida y nunca bien ponderada escritura. Es un trámite que me exige el Estado para resguardar la legalidad de las compraventas, pero que se realiza a través de agentes privados; es decir, los escribanos. El Colegio de Escribanos está para verificar las firmas de los escribanos y una cierta cantidad de formalidades de las escrituras, pero nada más. No hay ninguna posibilidad de escriturar mi casa en el Colegio de Escribanos.

Con el Colegio de Traductores Públicos sucede lo mismo: el Colegio se fundó a través de la ley 20.305 para controlar que las firmas y sellos que los traductores públicos estampamos en nuestras traducciones públicas sean auténticos, y también para controlar que las formalidades de las traducciones públicas garanticen la legalidad de éstas.

Supongamos el siguiente caso: el cliente Equis, para ahorrarse el costo de la legalización de la firma del traductor, le arranca a una traducción pública previa las tres últimas hojas (dos de esas hojas constituyen la certificación que extiende el Colegio respecto de la autenticidad de la firma y el sello del traductor; la tercera hoja es la que lleva la firma y el sello del traductor). Eso se evita respetando una formalidad: la hoja que lleva la firma y el sello del traductor debe contener, además, por lo menos cuatro líneas del texto traducido, para que esa firma y sello no queden en una hoja prácticamente en blanco. Bueno, el Colegio de Traductores Públicos está, entre otras funciones, para controlar esa formalidad en las traducciones.

Si sucediera esto último –que la firma y sello del traductor quedaran en una hoja en blanco–, se pondría en riesgo la seguridad jurídica de las traducciones, puesto que se podría adosar fácilmente una hoja con sello y firma del traductor a traducciones que no fueron realizadas por traductores públicos. Y los únicos que podemos afirmar que nuestras traducciones son un reflejo fiel del original somos, según el Derecho argentino, los traductores públicos, respaldados por nuestro título universitario, nuestros conocimientos y nuestra matriculación.

En resumen: hay mucha gente que dice ser traductora solamente porque sabe castellano desde la cuna y porque aprendió un idioma extranjero en un instituto o viviendo en otro país. Muy bien. Pero cuando se trata de documentación que debe presentarse ante un juicio o en un expediente administrativo, la traducción que se realice de esos originales debe ser pública sí o sí. Y eso, querido futuro cliente, no se lo hacen en el Colegio de Traductores. Esa función está delegada en los que nos recibimos de traductores públicos en las muchas universidades que dictan la carrera.

Entonces, futuro cliente, hágase amigo del traductor de su barrio. Somos más o menos cuatro batallones de traductores de todos los idiomas imaginables en el mundo, así que es seguro que usted tiene uno a la vuelta de su cada o, como mucho, a tres cuadras. Hágase amigo, tómese unos mates con él, y va a ver que no mordemos. Y va a ver que necesitamos ejercer nuestra actividad y cobrar por ella de la misma manera en que usted, querido futuro cliente, ejerce su actividad y cobra por ella.

Se puede encontrar el artículo completo de la Dra. Núñez (no solamente el pequeño extracto que cito aquí) en las siguientes direcciones de Internet:


y también en ellas los interesados pueden solicitar que la Dra. Núñez los incluya en la distribución de su boletín que, reitero, es altamente recomendable.

sábado, 11 de agosto de 2012

Un procedimiento de traducción: la adaptación

La adaptación como procedimiento traductivo figura en el Manual de traducción de Peter Newmark, y éste lo reputa de autoría de Vinay y Darbelnet.

¿Cómo define Newmark la adaptación? Dice: "la adaptación, o el uso de un equivalente reconocido entre dos situaciones, es un procedimiento como la equivalencia cultural: Dear Sir: "Muy señor mío"; Yours faithfully: "Le saluda atentamente".

¿Qué sucede con este procedimiento? Dada una frase en la lengua de origen o de partida (inglés, en mi caso y en los casos expuestos), hay una frase que "funciona" con el mismo propósito en la lengua meta o lengua de llegada. Si la traducimos literalmente, perdemos como en la guerra; lo que hay que buscar (y para eso hay que pensar) es cuál es la función de esa frase de la lengua de partida, y por supuesto hay que olvidarse de las palabras que la componen.

Por ejemplo: cuando en inglés las personas se despiden, dicen muchas cosas: "Bye", "Goodbye", "See you", "Take care", entre algunas otras. Cuando la frase "take care" está en función de saludo de despedida, no es lo más acertado traducirla como "ten/ tené cuidado" ni como "cuidate". Es un saludo afectuoso, hay un trasfondo de deseo a la otra persona de que se cuide, pero en definitiva es un simple y sencillo "adiós". No es otra cosa que eso. 

La frase "take care" sí tiene la connotación de "desearle al otro que conserve su integridad física y hasta su vida" cuando el contexto asi lo sugiere; por ejemplo, en "Atracción fatal". Cuando la buena de Glenn Close, en su locura obsesiva, se corta las venas porque el lindo de Michael Douglas le dice que lo de ellos no es una relación seria, sino que fue una aventura de un fin de semana, él caballerosamente le venda las heridas, la mete en la cama, le sirve un tecito y le dice "take care". Allí sí le está deseando "que conserve su integridad física y su vida, y que no haga más barbaridades con cuchillos". No le está diciendo "adiós". La expresión "take care", en "Atracción fatal", se emplea en su sentido concreto y no figurado. Cuando nos despedimos con un "bye, take care", "take care" asume un sentido figurado, repite el significado de "bye", y panchamente se puede traducir con un único "adiós". Para qué más.

Algo parecido sucede con la respuesta al "thank you", que suele ser "you are welcome". La función de "you are welcome" como respuesta del "thank you" es un "de nada" o "no hace falta que me lo agradezcas"; no es darle la bienvenida a nadie. Pero si estoy recibiendo a un amigo o pariente al que hace mucho que no veo y le digo: "You are welcome", allí sí, claramente, le estoy diciendo: "Te doy la bienvenida".

¿Lo digo de nuevo? Traducir es mucho más que encontrar equivalentes de palabras. Es mucho más que abrir el diccionario. Es mucho más que usar un programa traductor. Traducir es una manera de ver la vida.






jueves, 9 de agosto de 2012

La traducción de los guantes de látex TASK


Los guantes de látex TASK vienen en una bolsita azul en cuyo reverso viene una descripción del producto y sus instrucciones de uso en idioma castellano y también en idioma inglés.

Sin embargo, la versión en inglés tiene algunos errores. Paso a ejemplificar:

1) En el recuadrito verde de la izquierda, dice directamente en inglés:

Non-Slipping
- practical and flexible
- daily use

"Practical" no está del todo mal, pero personalmente veo que se utiliza más la palabra "handy" para significar lo que en castellano queremos decir con la palabra "práctico".

También busqué en Internet cómo se diría en inglés "antideslizantes", y lo que encontré de fuentes dignas de confianza (el sitio de Amazon, por ejemplo) es "non-slip".

Personalmente, habría puesto "for daily use" y no "daily use" solito.

2) Bajo el título "recomendaciones de uso" se encuentra la siguiente:

- para una mayor duración de sus guantes, enjuáguelos después de usarlos, déjelos secar al aire libre colgándolos con el interior hacia afuera.

Sería lo más indicado colocar una conjunción "y" entre la segunda indicación ("enjuáguelos después de usarlos) y la tercera indicación ("déjelos secar..."). La traducción que figura en la bolsita es la siguiente:

- for a longer life of yours gloves rinse them after using them, leave them to dry outdoors hanging them with the interior towards out.

Hay una "s" de más en "yours", pero bien puede tratarse de un error de tipeo del original. Lo que sí puede mejorarse y mucho es "the interior towards out", que no es una expresión que sea natural en inglés. ¿Cómo lo habría dicho yo? "For your gloves to last longer, rinse them after use, turn them inside out, and leave them to dry".

Otra indicación dice:

- guárdelos en un lugar fresco y seco.

La traducción que figura al costado dice: "guard them in a fresh and dry place". El significado del verbo "guard", en realidad, es "proteger", "cuidar" y no "guardar". El verbo que debió haberse empleado es "keep". Y cuando en inglés queremos expresar la idea de "lugar fresco", lo que se suele utilizar es la expresión "cool place" y no "fresh", que se emplea como adjetivo de otros sustantivos, por ejemplo de "air", pero no es habitual verlo para "place". Es una cuestión de grupos de afinidad.

Una tercera indicación dice:

- evite manipular solventes fuertes.

Se traduce esta instrucción como "avoid to manipulate strong solvents". Si al verbo "avoid" le sigue otro verbo, ese verbo tiene que ir en gerundio, con la terminación –ing, y no debe ir seguido de infinitivo. Además, el verbo "manipulate", en inglés, significa "manipular" pero en sentido figurado, con la idea de controlar indebidamente a una persona o una situación; también se lo utiliza cuando la acción denota habilidad especial; por ejemplo, manipular una maquinaria. En este caso, debió haberse utilizado el verbo "handle", con lo que la redacción debería ser "avoid handling strong solvents with these gloves".

Hay un par de errores más en la bolsita, pero creo que lo mencionados son lo suficientemente ilustrativos.

Ahora bien: mi idea no es, de ninguna manera, poner en ridículo a la empresa fabricante de los guantes TASK, la empresa ILKO ARGENTINA S.A., sita en la localidad de San Martín, provincia de Buenos Aires. Muy por el contrario: con todo respeto, mi idea es decirles algo muy sencillo: sería lo más adecuado que, para traducir estas sencillas instrucciones, contrataran a un traductor profesional que pueda ofrecerles un trabajo realmente profesional y bien hecho. No estoy diciendo que esa persona sea yo; que sea cualquier traductor bueno, profesional, responsable y conocedor de su quehacer. Los traductores tenemos poco trabajo, y este tipo de pequeños o grandes trabajos, como traducir las instrucciones para una bolsita de guantes, sumados a lo largo de, digamos, un año, cambiaría nuestra realidad. Es decir, tendríamos más trabajo.

Querría pedirle desde aquí a la empresa ILKO ARGENTINA S.A. y a sus filiales (que figuran en Internet si gugleamos "ILKO") que consideren la contratación de traductores profesionales para los trabajos que deban realizar en otros idiomas. Con este pedido, por supuesto, no quiero ofender a nadie, sino que quiero poner de manifiesto que es una lástima que un producto tan bueno como estos guantes tenga un envase cuyas instrucciones debieron haber sido traducidas por un traductor que conociera a fondo el idioma inglés, ya que se habría logrado un resultado mucho más satisfactorio, congruente con la imagen corporativa que toda empresa desea proyectar.

También quiero pedirles algo a mis colegas traductores: creo que es hora de dirigirnos directamente a las empresas, de ir directamente hasta la puerta de la empresa del cliente y decirles "éstos somos nosotros, esto hacemos y seguramente usted lo necesita". Pidamos más, pero no a la agencia de traducción; pidámosle a quienes queremos que sean nuestros clientes. De la relación directa entre cliente y traductor va a surgir un saneamiento de nuestra profesión, porque vamos a evitar intermediarios que, muchas veces, nos engañan, no nos pagan y que, además, abultan indebidamente los honorarios que finalmente debe pagar el cliente. Los que lean este artículo y tengan un blog o un sitio en Internet, publiquen este tipo de experiencias de traducciones insatisfactorias. Pídanles también a las empresas que nos tengan en cuenta, y nosotros informemos quiénes somos y qué hacemos. Tenemos el derecho de expresar los problemas que padece nuestra profesión. Somos profesionales de la comunicación; abramos, entonces, puertas y ventanas. No las cerremos.