viernes, 31 de agosto de 2012

Akira Kurosawa y la censura

Estoy leyendo la autobiografía de Akira Kurosawa. En ella, encontré el siguiente párrafo que me parece pertinente consignar aquí, en este blog, si bien este blog se caracteriza por tener contenidos propios y no por ser un blog que "copia y pega" de otras fuentes.

Desde antes de este párrafo, Kurosawa viene hablando de la férrea y arbitraria censura que sufrió el arte cinematográfico en Japón durante la Segunda Guerra Mundial. El siguiente es el final de una reunión con dichos censores, que habían objetado uno de sus filmes, Tora no o o Fume Otokotachi:

ABRO CITA
Pero entonces un censor mozalbete que apestaba a buena familia se me acercó enseñándome los dientes: "En cualquier caso, esta película no tiene sentido. ¿Qué pretende al hacer una película tan aburrida?". Toda la rabia contenida me salió contra este hombre: "Si una persona sin sentido dice que algo no tiene sentido, probablemente sea una prueba de que sí tiene sentido; y si una persona aburrida dice que algo es aburrido, probablemente sea una prueba de que es interesante". La cara del jovenzuelo cambió del azul al rojo y al amarillo, y pasó por todos los colores primarios. Observé este despliegue de colores po run rato, y luego me levanté y me marché a casa.
CIERRO CITA

En más de una ocasión nos encontramos con gente pobre de espíritu, frustrada, afectada por un cierto complejo de inferioridad; ese tipo de gente suele sentirse muy molesta por todos esos bichos que afectan a su alma, a su personalidad, a su ser interno, y la manera que tienen de manifestar ese descontento con ellos mismos es mostrarse descontentos con la producción ajena. No voy a compararme con el bueno de Kurosawa, lejos de mí toda intención al respecto; pero todos los que creamos algo -mejor, peor, bueno, malo, chico, grande- nos encontramos tarde o temprano con estas pobres personas. Me parece importante tener en claro y puntualizar que, cuando alguien habla mal de algo que está sujeto al gusto personal, no está hablando de la obra que critica ni de la persona a la que critica; ese criticón está hablando de sí mismo. Y ese "sí mismo" es un ser oscuro, barroso, telarañudo, maloliente. Ese criticón habla de su propio pantano interior.