martes, 19 de abril de 2011

Sentido común

A veces, corregir un texto requiere sólo de sentido común. Revista del cable, receta de la revista del cable: "cortar la torta en dos mitades". Sí, por lo general todo entero está compuesto por dos medios, ni más ni menos.

¿Alternativas de corrección? "Cortar la torta en dos" (y yo le agregaría "capas", que sí es una información importante para algún despistado al que se le ocurra partirla verticalmente), o "cortar la torta por la mitad". Me parece que son las más naturales.

Tal vez este afán por el énfasis venga de esa afición que tiene el idioma inglés por hacer las cosas "fool-proof", "a prueba de tontos": aclaran, aclaran y aclaran que parece que les regalaran la lavandina. En algún otro artículo de este blog hablo sobre frases en donde se usa y se abusa del adjetivo "different", por ejemplo, cuando ya por lógica nos damos cuenta de que se trata de cosas diferentes. Y también hay otro artículo donde hablo de la ansiedad por expresar; por ejemplo, cuando por televisión se dice "muy delicioso".

En fin, como decía don Ferdinand de Saussure: imagen mental traducida en imagen fónica. Y la imagen fónica refleja la imagen mental. Habría que empezar por allí, ¿no?

La primera vez

Leo en la revista del cable, en una entrevista que le hicieron a Reese Witherspoon, lo siguiente: "(la elefanta) me podía levantar con la boca cuando nos conocimos por primera vez". Esto de agregar "por primera vez" es una redundancia en castellano por el siguiente motivo: en inglés (idioma original de la entrevista) existe un solo verbo para tres acciones: 1) conocerse (con otra persona, el primer encuentro); 2) encontrarse (con otra persona, por primera vez o no); 3) reunirse con alguien. El susodicho verbo es "to meet". Entonces, para diferenciar bien si se trata del primer encuentro o no, en inglés es imperativo decir "meet somebody for the first time". Pero en castellano, mencionar "por primera vez" no tiene mucho sentido si se utiliza el verbo "conocer" en pretérito indefinido: si digo "cuando conocí a la elefanta pasaba tal o cual cosa", listo, ya sabemos que se trató de ese momento en que pasamos de no conocer al otro a conocerlo.



Otro ejemplo parecido lo oí hoy en un programa del History Channel, "La Tierra sin humanos". Se hablaba allí de los parques de diversiones abandonados que existen en Estados Unidos, y en cierto momento la locución dice: "cuando este parque se abrió por primera vez". Claro: viene calcado de "when this fair opened for the first time". Sucede algo muy parecido con el ejemplo anterior: el verbo "open" me sirve para abrir y para inaugurar. Entonces, para distinguir uno de otro necesito, sí o sí, agregar "for the first time". En castellano tenemos el verbo "inaugurar" con entidad propia, así que lo de "la primera vez" sobra.

La pena extraordinaria

El adjetivo "extraordinario" me parece estar siempre asociado con, por ejemplo, el ámbito de lo científico o, más bien, del periodismo científico, "un avance extraordinario de la ciencia" o, si le queremos dar un tinte más emocional y no tanto calificativo, "un extraordinario avance de la ciencia". También es un adjetivo que aparece en el vocabulario de sociedades comerciales y de la Bolsa, "dividendos extraordinarios". ¿Qué más puede ser extraordinario? Fuerza extraordinaria, la de algún superhéroe o de algún forzudo de circo; una capacidad extraordinaria de aprendizaje; una película extraordinaria, como me chifla María Moliner; las horas extras, que no son otra cosa que horas extraordinarias (fuera del horario ordinario); un número extraordinario de una revista o publicación, como me sigue chiflando María.

Lo que hoy recordé es la maravillosa combinación que aparece en ese magnífico poema gauchesco, el Martín Fierro, de José Hernández: una pena extraordinaria. A mí no se me habría ocurrido acoplarle el adjetivo "extraordinaria" a "pena". Se me ocurre que la pena es abrumadora, que puede ser lacerante, pero no me habría atrevido a decir que la pena es extraordinaria. Sólo la maestría de un escritor de la talla de José Hernández permite estas combinaciones tan personales, intransferibles y originales.

Sucede otro tanto con la adjetivación en Jorge Luis Borges. Creo recordar en este momento -y no de Borges como fuente directa; este ejemplo lo dio Sábato en el libro "Entre la letra y la sangre/ Conversaciones con Carlos Catania"-, a manera de ejemplo, "inferir una metáfora". Ésa es una combinación que sólo Borges puede permitirse y que, malaya mi suerte, uno no puede adoptar para sí.

Se me ocurre que el uso que hacen algunos escritores del idioma y sus combinaciones es como el de los grandes orfebres: piezas únicas, irrepetibles, joyas que quedan para que todos las disfrutemos pero que terminan siendo sólo de ellos. Un empleo tan creativo del idioma que desafía toda regla, aunque, vaya paradoja, las reglas de la Real Academia (y por ende las de la Academia Argentina de Letras) se basen en el uso cuidado y culto que los grandes escritores hacen del idioma.

"Il sentiero dei nidi di ragno", de Italo Calvino

Éste es el libro que vamos a leer en este primer cuatrimestre en mi curso de italiano. Sí, finalmente me decidí: le estoy haciendo "respiración boca a boca" a mi desfalleciente italiano, el que aprendí entre 1984 y 1989 en la Asociación Dante Alighieri y jamás volví a usar. ¡Peccato!

En el prefacio del libro, escrito por Calvino mismo, hay unos párrafos muy interesantes sobre el acto de escribir y la memoria. Me gustaría compartirlos con mis lectores:

"Questo romanzo è il primo che ho scritto [...]. Dirò questo: il primo libro sarebbe meglio non averlo mai scritto.

Finché il primo libro non è scritto, si possiede quella libertà di cominciare che si può usare una sola volta nella vita, il primo libro già ti definisce mentre tu in realtà sei ancora lontano dall'essere definito; e questa definizione poi dovrai portartela dietro per la vita, cercando di darne conferma o approfondimento o correzione o smentita, ma mai più riuscendo a prescinderne.

E ancora: per coloro che da giovani cominciarono a scrivere dopo un'esperienza di quelle con 'tante cose da raccontare', il primo libro [...] brucia il tesoro de la memoria; [istituisce] di prepotenza un'altra memoria, una memoria trasfigurata al posto della memoria globale coi suoi confini sfumati, con la sua infinita possibilità di recuperi... Di questa violenza che le hai fatto scrivendo, la memoria no si riavrà più: le immagini privilegiate resteranno bruciate dalla precoce promozione a motivo letterari, mentre le immagini che hai voluto tenere in serbo, magari con la segreta intenzione di servirtene in opere future, deperiranno, pechè tagliate fuori dall'integrità naturale della memoria fluida e vivente. La memoria -o meglio l'esperienza, che è la memoria più la ferita che ti ha lasciato, più il cambiamento che ha portato in te e che ti ha fatto diverso-, l'esperienza primo nutrimento anche dell'opera letteraria (ma non solo di quella), ricchezza vera dello scrittore (ma non solo di lui), ecco che appena ha dato forma a un'opera letteraria insecchisce, si distrugge. Lo scrittore si ritrova ad essere il più povero degli uomini. [...]

Un libro scritto non mi consolerà mai di ciò che ho distrutto scrivendolo: quell'esperienza che custodita per gli anni della vita mi sarebbe forse servita a scrivere l'ultimo libro, e non mi è bastata che a scrivere il primo".

viernes, 15 de abril de 2011

Más sobre la rotisería

Luego de ponderar el artículo que en este blog trata sobre la rotisería, pregunta un lector de este blog cuál es la traducción al inglés de dicha palabra.

Te respondo, Guillermo: en el diccionario inglés-inglés Oxford (el Oxford Advances Learner's Dictionary, que es más que mi mano derecha), proponen la palabra "delicatessen store" o directamente (para los amigos) "deli store", con la siguiente definición: "a shop/store or part of one that sells cooked meats and cheeses, and special or unusual foods that come from other countries".

Por otra parte, no recuerdo ya en qué programa del cable (y tampoco recuerdo la señal), un muchacho neoyorkino compraba un sándwich de pastrón en Nueva York misma, y creo recordar que decía "this is my favorite deli". Así que en principio no estaríamos mal rumbeados.

Por supuesto, si alguna persona del mundo anglosajón deseara aportar su granito de arena, puede hacerlo a la dirección de correo electrónico que se encuentra en "Mi perfil", donde el mensaje será muy bien recibido. Seguramente en Australia o en Sudáfrica se dice de otra manera, o no hay rotiserías, o las rotiserías venden otros artículos muy distintos de los que se venden en las rotiserías porteñas.

Me parece que la definición se ajusta bastante bien a lo que es una rotisería. Siempre hay que tener en cuenta, claro está, que habrá diferencias culturales. Recuerdo que un par de alumnos míos, hace ya varios años, me preguntaron que cómo se decía "empanada" en inglés. Fue complicado hacerles entender que hay rasgos culturales típicos de cada lugar que, plasmados en palabras, hacen que éstas sean intraducibles. Como dijo alguna vez por radio Narda Lepes (y como bien mostró en todos los viajes que hizo y que se vieron por El Gourmet), todas las culturas tienen algún pan chato, y no es raro que a ese pan le pongan relleno. La empanada bien puede clasificarse como una especie de pan con relleno, al igual que el sándwich (neutro: emparedado), que la pizza y tantas otras comidas que deben existir y que ignoro. Los paralelos no siempre existen, aunque sí haya constantes; y muchachos, procuremos abrirnos, abrirnos, querer aprender y permitirnos siempre la sorpresa.

jueves, 14 de abril de 2011

Un "diego"

Me parece que a los argentinos (esta vez no hablo de los porteños, sino de los argentinos en general) se nos conoce por varias cosas; dos de ellas son 1) las coimas (sobornos) que cobran algunos de nuestros funcionarios y 2) el Sr. Diego Armando Maradona.

Una palabra que vincula ambas referencias es la palabra "diego". Yo jamás cobré una coima, pero se dice que un diez por ciento para el funcionario involucrado es una cifra de estilo. Creo recordar, si la memoria y el conocimiento no me fallan, que aproximadamente para la época en que el Sr. Diego Armando Maradona había llegado a su pico máximo de fama, todo porcentaje (se tratara de coima/soborno o no) comenzó a llamarse "diego"; es decir, la deformación de la palabra "diez" y la cariñosa evocación (faltaba más) de uno de los mejores jugadores que tuvo la Argentina (fíjese que yo no entiendo nada, pero nada de fútbol, pero jamás me perdería una jugada del Sr. Maradona). Cosa de tenerlo siempre en el corazón y en la boca, ¿no?

Sentido homenaje dos...

al Diccionario de Ideas Afines de Fernando Corripio, de Empresa Editorial Herder, S.A. de Barcelona. Es un excelente diccionario casi de sinónimos: como bien dice el título, es de ideas afines, así que cuando uno tiene "la palabra en la punta de la lengua" o necesita "una palabrita que se parezca a X, pero que no es X", este diccionario es lo más.

Otro libro que me salvó la vida más de una vez, muchas más. ¡Dele para adelante, don Corripio!

Darse o dar con un caño

Es una expresión que sirve para denotar que alguien es inflexible con sí mismo (darse con un caño) o que es inflexible y rígido con otro (darle a una persona con un caño), sobre todo en lo que se refiere a la crítica. La imagen que se evoca con el verbo "dar" es la de golpear, y el elemento elegido es un tubo, lo que nosotros, los porteños, denominamos entre los amigos o con la familia "un caño".

Más porteñismos...

tomados del programa Café San Juan:

1) quienes ya tomaron clases de "vesre" en otros artículos de este blog sabrán que "feca" es "café"; simple inversión de sílabas;

2) "mangos": una manera simpática que tenemos de llamar al dinero;

3) "joya": interjección que significa "excelente", "genial", "magnífico" y otros adjetivos muy cultos que los porteños no usamos y que yo me veo obligada a utilizar en los subtitulados y en las traducciones para doblaje porque forman parte del castellano neutro;

4) "de posta": "de verdad", "con fundamento";

5) "tranqui": abreviatura de "tranquilo";

6) "metele que son pasteles": "metele" significa "apurate" (lo cual, a la vez, en neutro es "apresúrate"); y se hace una simpática rimita con la palabra "pasteles" de la misma forma en que en inglés se hacen otras rimitas como "fun in the sun" y otras parecidas; en definitiva, toda la expresión significa "apurate".

martes, 12 de abril de 2011

Mecánica

Recién pasé por la cocina, estaba el televisor encendido y oí esta palabra, "mecánica". Me acordé de tantas veces que quise utilizarla como equivalente del sustantivo inglés "working(s)" y no pude porque la palabra "mecánica" aplicada al "mecanismo" de un juego o de un proceso es un argentinismo, y en la traducción de marras me pedían castellano neutro.

Sí, la palabra que corresponde como equivalente de "working" (insisto, como sustantivo) bien podría ser "mecanismo"; pero recuerdo cuando, en mi infancia y en mi adolescencia, yo oía decir "la mecánica del juego" al locutor y animador argentino Silvio Soldán, cuando conducía el programa-ómnibus "Feliz Domingo", que luego pasó a llamarse "Domingos para la juventud". Y también recuerdo lo bien que hablaban y la riqueza léxica de locutores "de la vieja guardia" como el mencionado Silvio Soldán, ¡Pinky!, Antonio Carrizo, Julio Lagos, Betty Elizalde, Cacho Fontana, Larrea y los muchos que debo estar olvidando o no conocí.

Otra antigualla: la palabra "ómnibus" aplicada al voluble mundo de los medios. Hoy en día (y no tan "hoy en día"), algunos géneros televisivos directamente tienen nombre en inglés: un "reality", un "talk show" (que ya pasaron un poquitín de moda), o nombres adoptados del castellano venezolano, colombiano o mexicano; por ejemplo, el "culebrón". En los años setenta, para la Argentina los culebrones eran las "novelas", y si eran muy, muy lacrimógenos, "novelones".

En la televisión argentina ya no hay programas "ómnibus" como el mencionado o como el de Pipo Mancera. En fin, signo de los tiempos.

Sentido homenaje...

¡al Urban Dictionary! Se lo encuentra googleando "Urban Dictionary" o en www.urbandictionary.com, y es el diccionario que, desde que lo descubrí, más veces me salvó de la incertidumbre, sobre todo con cuestiones tan arduas como saber qué es lo que dice la juventud de hoy en día (ya estoy hecha una vieja chota) y qué quiere decir cuando esa misma juventud lo dice. ¡Aleluya, y gracias al que pone a disposición de todos el efímero conocimiento del slang, de las vulgaridades y del habla de la calle!

domingo, 10 de abril de 2011

Sigo con el aumentativo

Otra forma de expresar nuestra exageración porteña (¿que nos vendrá de los que tenemos bisabuelos y abuelos italianos?) es apelando a frases como "un toco", "una bocha" o "un pedazo".

El otro día, en el programa "Café San Juan", que se emite por Utilísima (uno de mis canales favoritos del cable), el dueño del restaurante Café San Juan utilizó la expresión "una bocha" con el sentido que tiene: "mucho", "un montón". Lo que me resultó curioso es que no es una expresión que se utilice tanto en la actualidad como sí se la utilizaba en los años ochenta, según recuerda mi memoria; entonces me puse a pensar en la cuestión que traté en otro artículo de este blog: utilizamos expresiones anacrónicas porque tienen un trasfondo afectivo.

Es probable que la persona que utilizó esa expresión en el programa mencionado la siga utilizando porque se la oye decir al padre o a la madre; es probable que forme parte de su propio idiolecto desde que era adolescente, y esa expresión sea parte de su personalidad; es probable que la persona que use una determinada expresión la considere clásica y se resista a seguir modas sucesivas. No importa cuál sea el motivo: there is more to language than meets the eye. Sólo la punta del iceberg del lenguaje, del idioma que hablamos, se refleja en el diccionario, en las gramáticas, o en las obras escritas. Hay todo un mundo interior que decide por qué hablamos como hablamos.

Y ya que hablamos de flores...

En otro artículo de este benemérito blog hablé de la expresión "tirarse flores". Pero también los porteños tenemos otra forma de usar la palabra "flor": para decir que algo o alguien es grande, imponente, lujoso, que está colmado de méritos o, por el contrario, que ese mismo algo o alguien es la suma de todas las malas cualidades.

Con los ejemplos lo vamos a ver mejor: se puede decir que alguien es "flor de hijo de su madre" (*), y estaremos diciendo que es un hijo de su buena madre a la enésima potencia; podemos decir que una chica es "flor de mina", y estaremos diciendo que es la suma de todas las buenas cualidades; podemos decir que alguien se compró "flor de casa", y estaremos diciendo que la casa es un palacete.

El grupo de cómicos Les Luthiers utilizaron esta modalidad cuando en uno de sus espectáculos dijeron, en tono zumbón, "flor de 'relós'". "Relós" es una variante deformada de la palabra "reloj", supuestamente en boca de personas de poca cultura. En definitiva, un reloj lujoso, de buena marca, lindísimo.

(*) apelo al eufemismo porque este es un blog para toda la familia.

miércoles, 6 de abril de 2011

Cobrar "a los premios"

Cobrar "a los premios" significa "cobrar último". En la Argentina, tenemos un juego de azar llamado "quiniela": se apuesta una determinada cantidad de dinero a un número que puede ser de una, dos o tres cifras. Se puede apostar ese dinero a ese número con la siguiente modalidad: a la cabeza y a los premios. Pongo un ejemplo: si apuesto veinte pesos al número 20, en realidad estaré apostando al 020; y puedo optar por apostar a que ese número sale primero en la lista de los premiados -es decir, "a la cabeza"-, o puedo optar por apostar a que ese número sale "a los premios"; es decir, que sale dentro de los diez o veinte números que suceden al número que sale "a la cabeza". Ojalá hasta acá me haya explicado.

También se puede apostar a una combinación de ambas modalidades: veinte pesos al número 20 "a la cabeza y a los diez primeros premios".

Entonces, la expresión "a los premios" refleja el orden en que puede llegar a salir sorteado el número al que yo le aposté. La posición "a los premios" viene después del número que salió "a la cabeza". Por extensión metafórica, cuando uno cobra después de muchas otras personas, en Buenos Aires decirmos -o yo, por lo menos, lo sigo diciendo- que se cobra "a los premios".

La sensación de ser analfabeta

Me encanta la serie "Wallander". En mi opinión, el subtitulado es muy preciso, está realizado en un castellano cuya "neutredad" no se bandea demasiado al mexicano ni tampoco al castellano argentino. Lo único que pediría, por favor, es que cuando alguno de los personajes mira un titular de un diario, o cuando la cámara enfoca un cartel, o cuando haya alguna señal gráfica como las descriptas, por favor, agreguen un subtitulito.

Es en estos momentos en que una, que es traductora veterana de películas para subtitulado, se da cuenta de que ante otros idiomas impenetrables como el sueco, una es analfabeta. El sueco es para mí impenetrable. Cuando traduzco películas para subtitulado, a veces me planteo: "¿Es necesario que ponga un subtítulo que diga "HOSPITAL" cuando hay una toma de ubicación que enfoca un hospital?". A mí me parece que sobra, pero igual lo hago porque puede haber gente que de todas formas no entienda, aunque las dos palabras se escriban igual en inglés y en castellano. Bueno: con el sueco pasa igual y hasta diría que peor.

De todas formas, este mínimo desliz no le quita mérito alguno a la traducción que se plasma en los mencionados subtítulos, y mucho menos a la serie, que me parece súper interesante, con un protagonista que no sé por qué pero me encanta y con historias que hacen que me tenga que quedar sí o sí pegada a la pantalla hasta el final.

Meditaciones metafísicas acerca del "listening" en inglés

Tengo ya un artículo escrito sobre técnicas para abordar el "listening" en inglés. En ese artículo describo algunos trucos que a mí me sirvieron para mejorar la escucha de voces que hablan inglés, pero desde hace un tiempo -y debido a mi trabajo diario de desgrabación de películas y documentales para su posterior traducción- me vienen rondando algunas reflexiones sobre el famoso "listening" que tanto nos desvela a todos.

Esta vez no se trata de técnicas para poder escuchar y entender mejor una voz que habla inglés, sino algunas reflexiones más leves acerca de esta tarea. Los lectores se van a dar cuenta de que son reflexiones muy personales, casi impalpables, pero tal vez alguien se sienta identificado, diga "a mí me sucede lo mismo", y en tal caso este modesto artículo habrá tenido un propósito más además de permitirme expresarme.

En primer lugar: si bien hace ya años que me enfrento cotidianamente a material audiovisual hablado en inglés -y en todas sus variedades: británico, estadounidense, australiano, orientales que hablan inglés, latinos que hablan inglés-, la primera escucha es siempre traumática. Me ganan los nervios. Pienso que no voy a entender nada. Pienso que todo va a ser un fracaso.

Recién logro tranquilizarme cuando tomo conciencia de que soy yo la que se arma todo ese embrollo en la cabeza. Para relajarme, respiro hondo y trato de escuchar por lo menos unos diez minutos de lo que se está diciendo. Y ahí me doy cuenta de que la dificultad está en mí, en mi cabeza; y no es que entienda todo lo que se dice en inglés y perfectamente -lejos estoy de eso-, pero por lo menos entiendo la idea de lo que se está diciendo, y eso ya es bastante.

En segundo lugar: se me presenta más de una vez el caso "servido en bandeja": la película o documental tienen un libreto, un "script", y eso facilita las cosas. Claro, con el "script" todos somos Gardel. Y yo también, para qué mentirles, me siento Gardel. No obstante esta sensación transitoria de ser el zorzal criollo (con Lepera y Barbieri juntos), llego a la conclusión de que hay veces en que ciertos ingleses hablan muy rápido y muy cerrado; empastan las palabras entre sí y ese pastiche que arman se entiende sólo con el libreto adelante de una. Yo llegué a la modestísima conclusión de que hay que aceptar la derrota. Se van a presentar casos en que uno no va a poder descifrar cada palabra de lo que se dice. Qué se le va a hacer. Pero por lo menos es sano aceptar que uno no es omnipotente, y que de todas maneras el contexto puede llegar a surtir su efecto.

En tercer lugar: me parece buen ejercicio escuchar muchas veces una determinada voz que habla en inglés junto con el correspondiente libreto para detectar aquellas palabras que están representadas por un sonido parcial o defectuoso. Tal vez uno así tenga algún elemento de juicio parcial para saber que se trata de esa palabra y no de otra. Por ejemplo: acabo de traducir un reality show sobre un adolescente que empina el codo no te puedo contar cómo. El anfitrión del programa, en cierto punto, dice "heavy drinking", grupo de afinidad con el cual estamos bien familiarizados. Pero no pronuncia "heavy" con la "h" aspirada, no señor; pronuncia la palabra más o menos así, /evi/. Hasta hoy, me habría entrado el pavor y no habría podido descifrar que "evi" es, en realidad, /'hevi/, y no se me habría ocurrido vincularlo a "drinking", porque la pavura me obnubilaría.

Desde hoy, me propuse estar más serena ante el listening y sacar más partido del contexto. Fijarme qué es lo que puede ser plausible y qué es lo que no puede ser plausible, y dar hasta donde pueda. Incluso en el libreto que me facilitaron para hacer la traducción no todo estaba transcripto. La misma persona que lo había transcripto -de la cual se espera que sea nativa o al menos con un buen manejo del inglés (por lo menos, todos los libretos que a mí me llegan vienen del mundo anglosajón)- no había logrado entender algunas cosas. Y bueno: si ella, que es nativa o casi, no puede, creo que yo me puedo perdonar algunas cosas. Ya llegará el día en que yo entienda todo, todo, todito, todo...