viernes, 5 de octubre de 2012

¿Qué hacemos los traductores? (Volumen IV)

El otro día recibí un correo electrónico de una colega traductora cuyo nombre no recuerdo y cuyo mensaje perdí en la bandeja. O sea, soy un desastre.

Sin embargo, recuerdo que dicha dama me preguntaba cómo se hacía para conseguir traducciones literarias. Voy a responderle desde aquí, y también le pido disculpas por haber perdido el mensaje de correo electrónico (tal vez lo borré sin darme cuenta).

La primera traducción literaria que conseguí fue la del libro de Louis Ignarro, cuyo título en castellano es "NO más infartos" y fue editado por Distribuidora Lumen. ¿Cómo tomé contacto con Lumen? Por casualidad.

Todo comenzó así: me contacté con un psicólogo que editaba una revista de psicología. Yo quería publicar un aviso de traductora en esa revista, y cuando terminamos la conversación telefónica en la que le contraté el aviso, se me ocurrió preguntarle: "¿Vos hacés ediciones de autor?". El psicólogo me respondió que sí.

Por entonces, año 2004, yo estaba viendo de publicar en papel, como edición de autor, mi Diccionario de Falsos Cognados, el mismo que ahora está colgado en mi sitio de Internet. Así que tuve una reunión con este psicólogo y su esposa, les hablé del proyecto, y ellos me pasaron un presupuesto de cuánto me habría costado editar el diccionario con ellos.

El presupuesto se me escapaba de las manos; era más dinero del que yo disponía, así que renuncié a editarlo en papel. A los cuatro meses, más o menos, me vuelve a llamar este psicólogo y me dijo: "No te llamo por lo del presupuesto, sino para contarte que me enteré de que en Editorial Lumen están seleccionando traductores, y se me ocurrió contactarte. Escribile a Fulano de Tal en Lumen y enviale tu currículum".

Así lo hice, y así vino mi primer trabajo, al cual siguieron muchos otros, algunos editados y con buena salud, otros que quedaron sin editar, seguramente en espera de tiempos más propicios y prósperos.

Es decir, este primer trabajo fue, en cierta medida, por casualidad, pero no me parece menor el hecho de haberme contactado con el psicólogo/editor de la revista, aunque el objetivo primigenio de la reunión que mantuve con él y su esposa no haya sido el de promocionarme.

Y luego el editor de Lumen me recomendó con la gente de Prometeo Libros, ya que se conocían. Prometeo Libros necesitaba traductores y comenzaron a preguntar. Cuando preguntaron al editor de Lumen, surgió mi nombre. De nuevo, la casualidad.

Ahora bien: no todas son rosas. Desde hace tiempo estoy haciendo campaña entre las editoriales argentinas y extranjeras -es decir, envío tarjetas, currículums, cartas- y no hay respuestas favorables. Sabemos que hoy en día la cultura está en baja; no goza de la buena salud de que goza, por ejemplo, la gastronomía. Hoy en día, entre comprar un buen libro e ir a comer a un buen restaurante, nadie lo duda y se decide por lo segundo. Hoy en día, entre un programa de recetas de cocina y un programa de crítica literaria, nadie lo duda: gana por muerte la primera opción. 

También es cierto que una enorme parte de los libros traducidos al castellano llegan a la Argentina desde España, más precisamente desde Barcelona, así que posiblemente sea por eso que las gestiones ante editoriales argentinas sean infructuosas. Pero, bueno, como buena vasca que soy (soy argentina, en realidad, pero de ascendencia vasca), soy tozuda y sigo intentándolo. Es mucho mejor que los demás sepan quién soy, aunque el resultado no sea inmediato, a quedarme encerrada en mi casa.