A esta altura, todos los que leen este blog saben que me gusta el canal Utilísima y que lo miro mucho. Uno de los programas que me gustan de esa señal porque está muy bien hecho es "Little Asia". Como su nombre lo indica, está dedicado a la cultura asiática y hay un espacio de cocina, otro de artes marciales, otro de manualidades, otro de belleza y otro de caligrafía. Cabe aclarar que una buena parte de las personas que participan del programa son argentinos de ascendencia asiática, lo cual se nota en el acento y en la forma de hablar, más argentina que el mate.
Ahora bien: no es éste el caso del profesor de caligrafía, Chien Hung Chen. No es argentino y hasta es probable, por su marcado acento asiático, que haya llegado hace poco a este país. Sin embargo, sus explicaciones son claras, no se enreda con las palabras y si bien se produce una esperable falta de conjunciones y preposiciones, tiene clara conciencia de qué decir.
Me puse a sacar varias conclusiones respecto de este hecho que, a primera vista, parece simple:
- Chien Hung Chen se expresa con gran claridad pese a tener un vocabulario más limitado que un argentino nativo.
- Me da la impresión de que estudia qué tiene que decir para poder ser eficaz en el papel de comunicador que le cabe cuando está delante de las cámaras, lo cual revela responsabilidad y respeto hacia el telespectador y hacia sí mismo.
- Si prepara un "libreto", también muestra un respeto hacia el idioma en el que está incursionando; es decir, el castellano.
- El saber, el conocer, nos independiza. Nos hace libres, aunque sea cinco minutos y delante de una cámara. El saber qué tenemos que decir hace que pongamos las palabras a nuestro servicio y no a la inversa: que las palabras nos dominen porque no sabemos cómo usarlas.
Me gusta hablar de respeto hacia una lengua. Toda lengua tiene reglas de juego; llamémoslas "reglas", llamémoslas "usos", démosle el nombre que queramos, pero son pautas en base a las cuales jugamos el juego de la comunicación. Respetarlas es respetar el acto comunicativo, es tener ganas de que el otro nos entienda, es evitar la oscuridad de la incomunicación. Casi, casi como el respeto a las leyes.
Chien Hung Chen, para mi gusto, respeta un idioma que por momentos le debe resultar muy ajeno y difícil de aprender, pero que cuanto más aprenda, más propio le va a resultar. Y como dije antes, respetar una lengua, la propia o la ajena, es también respetarse a sí mismo porque implica ordenar la propia mente, los propios pensamientos y pensar cómo estructurarlos para expresarlos. Al expresarnos, podemos defender nuestros derechos, decirle a alguien que lo queremos, saludar, poner límites y otras muchas cosas.
Me gusta esa preocupación que muestra Chien Hung Chen por hablar un idioma extranjero lo mejor posible. Ojalá, y sin entrar en purismos, todos los argentinos tuviéramos tanto cuidado de hablar bien nuestro idioma como el profesor de caligrafía, simplemente para respetarnos más a nosotros mismos.
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