Me tropecé con esta palabra en un texto que estaba corrigiendo. Traductora argentina (que no era yo), texto dirigido a Latinoamérica y España, y aparece la palabra "seguidilla" con el sentido de "acontecimientos que se presentan uno a continuación del otro".
"Caramba —pensé—, esto huele raro". En efecto, voy al DRAE y la palabra "seguidilla" tiene otros sentidos, como un tipo específico de composición métrica o un baile. Sí figura en la segunda acepción como "sucesión de hechos u objetos que se perciben como semejantes y próximos en el tiempo", pero tal entrada está marcada como "Arg, Bol y Ur"; es decir, es un regionalismo y no puedo emplearla en la editorial para la que estaba corrigiendo.
Recurrí también al Diccionario de Argentinismos de la Academia Argentina de Letras y allí figuraba con la misma acepción que en el DRAE. No cabía duda: era un argentinismo. Prohibido para esta editorial.
Qué lastima. Es una palabra que me gusta porque como tantas otras palabras nuestras, argentinas, expresan lo que somos. Con algunas palabras yo siento un vínculo muy personal. Las usamos en Buenos Aires, ni siquiera en toda la República Argentina, y me resuenan con afecto. Sí, ya sé, es raro sentir afecto por las palabras, pero a mí me pasa. Las palabras son más que meros instrumentos de comunicación. Para mí tienen eco. Tienen memoria afectiva. Tienen olores, colores, recuerdos, túneles del tiempo.
Y sí: debo haber enloquecido.
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