Hace cinco años tomé la decisión de mudarme del departamento donde vivía y comprar otro. Ineludible fue, entonces, la prolija lectura de los avisos clasificados en los que se anunciaban inmuebles.
En tal circunstancia, se encuentra uno con que las inmobiliarias (es decir, los agentes de bienes raíces; en la Argentina les decimos "inmobiliarias") manejan una jerga particular para describir los inmuebles que tienen en su cartera.
Cuando un inmueble (departamento o casa) está hecho un verdadero desastre, prácticamente para demoler y volver a edificar, el aviso suele decir, prolija, eufemística y desfachatadamente, que "faltan arreglos", "faltan refacciones" o que se trata de un inmueble "para inversores". No, no es que al inmueble le falten refacciones ni arreglos: a la inmobiliaria le falta vergüenza.
Cuando da miedo entrar al inmueble pero realmente con algunos arreglos no muy caros uno podría entrar a vivir, entonces las inmobiliarias suelen calificarlo de "bueno". O sea que uno, si no está correspondientemente avispado, pierde su tiempo y sus ilusiones viendo algo que uno presume bueno, pero se da cuenta de que allí, durante el tiempo que duren los arreglos, no viviría ni el canario. Nuevamente, la jerga ¿engañosa, podríamos decir? de la inmobiliaria.
Cuando en el aviso aparece la palabra "muy bueno", recién ahí podés pensar que la cosa empieza a pintar decente. Recién ahí. Puede que haya que hacer algún arreglito, algún retoque (y no hablo de gusto personal, sino de arreglos necesarios para vivir), pero uno puede ya entrar los muebles y estar protegido de los lobos de la calle, que aúllan y cómo.
Cuando en el aviso aparece la palabra "excelente", ah, bueno, ahí tenés que llevar el camión de caudales, directamente. Y ahí la inmobiliaria no miente: cuando te dice "excelente", es porque el inmueble es una maravilla, pero preparate para que te arranquen los ojos. Como variante del calificativo "excelente", he visto muchas veces frases que ensalzan tal excelencia como "chiche bombón" (una expresión muy porteña), "sólo para exigentes", "sólo para entendidos", "un lujo asiático" y alguna que otra frase que ahora no recuerdo, pero del mismo cariz de las mencionadas.
"La mentira inmobiliaria", como yo solía llamarla cuando el aviso decía una cosa y yo veía otra de inferior calidad. Mi bronca se originaba en que todos esos inmuebles, como corresponde a nuestro Buenos Aires querido, estaban y están todavía hoy, cotizados en dólares y al valor que se le canta a las inmobiliarias. Porque ellas no acuerdan con nadie, salvo entre ellas mismas, el valor del metro cuadrado. Uno puede negociar hasta cierto punto, pero no es una verdadera negociación; es apenas un regateo de unos pocos pesos. Es decir, buscar casa en Buenos Aires es un garrón por donde se lo mire. Mientras lo hacés, te agarra la úlcera. Te recuperás cuando compraste y dejaste atrás el garronazo.