Me tropecé con esta palabra en un texto que estaba corrigiendo. Traductora argentina (que no era yo), texto dirigido a Latinoamérica y España, y aparece la palabra "seguidilla" con el sentido de "acontecimientos que se presentan uno a continuación del otro".
"Caramba —pensé—, esto huele raro". En efecto, voy al DRAE y la palabra "seguidilla" tiene otros sentidos, como un tipo específico de composición métrica o un baile. Sí figura en la segunda acepción como "sucesión de hechos u objetos que se perciben como semejantes y próximos en el tiempo", pero tal entrada está marcada como "Arg, Bol y Ur"; es decir, es un regionalismo y no puedo emplearla en la editorial para la que estaba corrigiendo.
Recurrí también al Diccionario de Argentinismos de la Academia Argentina de Letras y allí figuraba con la misma acepción que en el DRAE. No cabía duda: era un argentinismo. Prohibido para esta editorial.
Qué lastima. Es una palabra que me gusta porque como tantas otras palabras nuestras, argentinas, expresan lo que somos. Con algunas palabras yo siento un vínculo muy personal. Las usamos en Buenos Aires, ni siquiera en toda la República Argentina, y me resuenan con afecto. Sí, ya sé, es raro sentir afecto por las palabras, pero a mí me pasa. Las palabras son más que meros instrumentos de comunicación. Para mí tienen eco. Tienen memoria afectiva. Tienen olores, colores, recuerdos, túneles del tiempo.
Y sí: debo haber enloquecido.
El blog de Luisa Fernanda Lassaque. Una mirada argentina sobre el idioma castellano, el idioma inglés, la traducción de una lengua a otra, la filosofía del lenguaje, el lenguaje de los medios y yerbas anexas
martes, 17 de agosto de 2010
Respeto hacia uno mismo
A esta altura, todos los que leen este blog saben que me gusta el canal Utilísima y que lo miro mucho. Uno de los programas que me gustan de esa señal porque está muy bien hecho es "Little Asia". Como su nombre lo indica, está dedicado a la cultura asiática y hay un espacio de cocina, otro de artes marciales, otro de manualidades, otro de belleza y otro de caligrafía. Cabe aclarar que una buena parte de las personas que participan del programa son argentinos de ascendencia asiática, lo cual se nota en el acento y en la forma de hablar, más argentina que el mate.
Ahora bien: no es éste el caso del profesor de caligrafía, Chien Hung Chen. No es argentino y hasta es probable, por su marcado acento asiático, que haya llegado hace poco a este país. Sin embargo, sus explicaciones son claras, no se enreda con las palabras y si bien se produce una esperable falta de conjunciones y preposiciones, tiene clara conciencia de qué decir.
Me puse a sacar varias conclusiones respecto de este hecho que, a primera vista, parece simple:
- Chien Hung Chen se expresa con gran claridad pese a tener un vocabulario más limitado que un argentino nativo.
- Me da la impresión de que estudia qué tiene que decir para poder ser eficaz en el papel de comunicador que le cabe cuando está delante de las cámaras, lo cual revela responsabilidad y respeto hacia el telespectador y hacia sí mismo.
- Si prepara un "libreto", también muestra un respeto hacia el idioma en el que está incursionando; es decir, el castellano.
- El saber, el conocer, nos independiza. Nos hace libres, aunque sea cinco minutos y delante de una cámara. El saber qué tenemos que decir hace que pongamos las palabras a nuestro servicio y no a la inversa: que las palabras nos dominen porque no sabemos cómo usarlas.
Me gusta hablar de respeto hacia una lengua. Toda lengua tiene reglas de juego; llamémoslas "reglas", llamémoslas "usos", démosle el nombre que queramos, pero son pautas en base a las cuales jugamos el juego de la comunicación. Respetarlas es respetar el acto comunicativo, es tener ganas de que el otro nos entienda, es evitar la oscuridad de la incomunicación. Casi, casi como el respeto a las leyes.
Chien Hung Chen, para mi gusto, respeta un idioma que por momentos le debe resultar muy ajeno y difícil de aprender, pero que cuanto más aprenda, más propio le va a resultar. Y como dije antes, respetar una lengua, la propia o la ajena, es también respetarse a sí mismo porque implica ordenar la propia mente, los propios pensamientos y pensar cómo estructurarlos para expresarlos. Al expresarnos, podemos defender nuestros derechos, decirle a alguien que lo queremos, saludar, poner límites y otras muchas cosas.
Me gusta esa preocupación que muestra Chien Hung Chen por hablar un idioma extranjero lo mejor posible. Ojalá, y sin entrar en purismos, todos los argentinos tuviéramos tanto cuidado de hablar bien nuestro idioma como el profesor de caligrafía, simplemente para respetarnos más a nosotros mismos.
Ahora bien: no es éste el caso del profesor de caligrafía, Chien Hung Chen. No es argentino y hasta es probable, por su marcado acento asiático, que haya llegado hace poco a este país. Sin embargo, sus explicaciones son claras, no se enreda con las palabras y si bien se produce una esperable falta de conjunciones y preposiciones, tiene clara conciencia de qué decir.
Me puse a sacar varias conclusiones respecto de este hecho que, a primera vista, parece simple:
- Chien Hung Chen se expresa con gran claridad pese a tener un vocabulario más limitado que un argentino nativo.
- Me da la impresión de que estudia qué tiene que decir para poder ser eficaz en el papel de comunicador que le cabe cuando está delante de las cámaras, lo cual revela responsabilidad y respeto hacia el telespectador y hacia sí mismo.
- Si prepara un "libreto", también muestra un respeto hacia el idioma en el que está incursionando; es decir, el castellano.
- El saber, el conocer, nos independiza. Nos hace libres, aunque sea cinco minutos y delante de una cámara. El saber qué tenemos que decir hace que pongamos las palabras a nuestro servicio y no a la inversa: que las palabras nos dominen porque no sabemos cómo usarlas.
Me gusta hablar de respeto hacia una lengua. Toda lengua tiene reglas de juego; llamémoslas "reglas", llamémoslas "usos", démosle el nombre que queramos, pero son pautas en base a las cuales jugamos el juego de la comunicación. Respetarlas es respetar el acto comunicativo, es tener ganas de que el otro nos entienda, es evitar la oscuridad de la incomunicación. Casi, casi como el respeto a las leyes.
Chien Hung Chen, para mi gusto, respeta un idioma que por momentos le debe resultar muy ajeno y difícil de aprender, pero que cuanto más aprenda, más propio le va a resultar. Y como dije antes, respetar una lengua, la propia o la ajena, es también respetarse a sí mismo porque implica ordenar la propia mente, los propios pensamientos y pensar cómo estructurarlos para expresarlos. Al expresarnos, podemos defender nuestros derechos, decirle a alguien que lo queremos, saludar, poner límites y otras muchas cosas.
Me gusta esa preocupación que muestra Chien Hung Chen por hablar un idioma extranjero lo mejor posible. Ojalá, y sin entrar en purismos, todos los argentinos tuviéramos tanto cuidado de hablar bien nuestro idioma como el profesor de caligrafía, simplemente para respetarnos más a nosotros mismos.
Conformar
En su libro Y por casa... ¿cómo hablamos? (siglo XXI), el Prof. Esteban Giménez habla sobre el participio del verbo "conformar" de la siguiente manera:
"Conformado por...: el verbo "conformar" tiene significados muy distintos del que le adjudican quienes lo utilizan en el sentido de "integrar", en la expresión el elenco está conformado por los mejores actores del país, en lugar de ...está integrado por...".
Cuando leí este comentario, caí en la cuenta de que no solamente yo misma uso "conformar" con el sentido de "integrar, formar", sino que hay escritores como Ernesto Sábato que lo usan en ese sentido. Por ejemplo, está usado de tal manera en su obra "La cultura en la encrucijada nacional", texto que data de los años setenta.
En efecto, en el Diccionario de la Real Academia Española la acepción que le damos en la Argentina no figura. Sí, en cambio, figura nuestra acepción en el María Moliner, donde las acepciones de "conformar" son las siguientes:
1. Dar forma a una cosa; particularmente adaptar. Se aplica más a cosas no materiales (por ejemplo, "conformar el carácter"). Sinónimos: formar, educar.
2. Estar de acuerdo, adaptarse o corresponder una cosa a otra.
3. Reconciliar o poner de acuerdo a personas que estaban enfadadas o enemistadas una con otra.
4. Igualar o hacer coincidir una cosa con otra.
5. Estar de acuerdo una persona con otra.
6. Dejar a alguien conforme con poca cosa (como verbo transitivo o pronominal).
7. Formar o constituir algo.
8. Estampar un banco su conformidad en un cheque para garantizar su pago.
Claro, el María Moliner incluye esta acepción porque se trata de un diccionario de uso de la lengua castellana. El DRAE, por el contrario, es un diccionario normativo. Es decir, un diccionario normativo dice "qué está bien y qué está mal" dicho en una lengua; y pongo este concepto entre comillas porque sabemos que la lengua es una entidad en movimiento permanente, y lo que hoy la Academia no acepta termina aceptándolo mañana.
En mi caso personal, cuando corrijo para una determinada editorial, tengo que corregir ese uso de "conformar" porque nuestro grupo de trabajo tomó como norma emplear el DRAE como "termómetro" de qué palabras se aceptan y cuáles no. Sucede que esa editorial edita textos para todo Latinoamérica y para España, y la idea es que se logre un castellano lo más "neutro" y lo más "uniforme" posible, y para ello se toma el DRAE como patrón.
En fin, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida...
"Conformado por...: el verbo "conformar" tiene significados muy distintos del que le adjudican quienes lo utilizan en el sentido de "integrar", en la expresión el elenco está conformado por los mejores actores del país, en lugar de ...está integrado por...".
Cuando leí este comentario, caí en la cuenta de que no solamente yo misma uso "conformar" con el sentido de "integrar, formar", sino que hay escritores como Ernesto Sábato que lo usan en ese sentido. Por ejemplo, está usado de tal manera en su obra "La cultura en la encrucijada nacional", texto que data de los años setenta.
En efecto, en el Diccionario de la Real Academia Española la acepción que le damos en la Argentina no figura. Sí, en cambio, figura nuestra acepción en el María Moliner, donde las acepciones de "conformar" son las siguientes:
1. Dar forma a una cosa; particularmente adaptar. Se aplica más a cosas no materiales (por ejemplo, "conformar el carácter"). Sinónimos: formar, educar.
2. Estar de acuerdo, adaptarse o corresponder una cosa a otra.
3. Reconciliar o poner de acuerdo a personas que estaban enfadadas o enemistadas una con otra.
4. Igualar o hacer coincidir una cosa con otra.
5. Estar de acuerdo una persona con otra.
6. Dejar a alguien conforme con poca cosa (como verbo transitivo o pronominal).
7. Formar o constituir algo.
8. Estampar un banco su conformidad en un cheque para garantizar su pago.
Claro, el María Moliner incluye esta acepción porque se trata de un diccionario de uso de la lengua castellana. El DRAE, por el contrario, es un diccionario normativo. Es decir, un diccionario normativo dice "qué está bien y qué está mal" dicho en una lengua; y pongo este concepto entre comillas porque sabemos que la lengua es una entidad en movimiento permanente, y lo que hoy la Academia no acepta termina aceptándolo mañana.
En mi caso personal, cuando corrijo para una determinada editorial, tengo que corregir ese uso de "conformar" porque nuestro grupo de trabajo tomó como norma emplear el DRAE como "termómetro" de qué palabras se aceptan y cuáles no. Sucede que esa editorial edita textos para todo Latinoamérica y para España, y la idea es que se logre un castellano lo más "neutro" y lo más "uniforme" posible, y para ello se toma el DRAE como patrón.
En fin, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida...
El amor está en el aire
El amor está en el aire. El sol sale para todos. Éstas son frases que nos hablan de cierta omnipresencia, la misma omnipresencia de la lengua y de sus particularidades.
Hablamos, nos expresamos, intentamos comunicarnos y las más de las veces lo logramos. Mientras tanto, usamos las palabras de maneras particulares que el hablante no especializado desconoce.
¿A qué me refiero? Días atrás, en el programa "Básicos" de la señal Utilísima (señal que me gusta y mucho), la Sra. Bárbara Langman, conductora de dicho programa, dijo algo así como: "Cuando no me acuerdo de que a estas trenzas se les llaman 'ochos', les digo 'trenzas'". Bárbara Langman se refería a un cierto tratamiento que se le da al tejido tricot (también llamado "a dos agujas") por medio del cual los puntos se tejen de tal manera que el efecto visual resulta ser una trenza.
Lo que no sabía Bárbara (y no tenía por qué saberlo) es que en esa inocente oración que pronunció estaba hablando del sentido amplio de las palabras y del sentido estricto o restringido de las palabras. Por ejemplo: la palabra "termination" (en inglés) tiene un significado básico, que es el de finalización de algo, y tiene muchos sentidos especializados, estrictos o restringidos. Es decir, si hablamos de "termination of pregnancy" nos situamos en el terreno médico y estaríamos hablando de un aborto, de una finalización prematura del embarazo; si hablamos de "termination of employment" estamos en otro significado especializado de la palabra "termination", un sentido jurídico (y dentro del terreno jurídico, en el terreno del derecho laboral) que nos indica la desvinculación de una persona respecto de su puesto de trabajo; en buen romance, que la echaron o bien que ella renunció. También en el terreno de los contratos hablamos de "termination" con el sentido de "rescisión"; es decir, la finalización del contrato antes del plazo de extinción que se haya estipulado en él.
En el caso de los pulóveres, las agujas y las trenzas, la palabra "trenza" sería el término amplio y "ocho" sería el término restringido o estricto.
El amor está en el aire. El sol sale para todos. Y la lengua y sus características están en boca de todos.
Hablamos, nos expresamos, intentamos comunicarnos y las más de las veces lo logramos. Mientras tanto, usamos las palabras de maneras particulares que el hablante no especializado desconoce.
¿A qué me refiero? Días atrás, en el programa "Básicos" de la señal Utilísima (señal que me gusta y mucho), la Sra. Bárbara Langman, conductora de dicho programa, dijo algo así como: "Cuando no me acuerdo de que a estas trenzas se les llaman 'ochos', les digo 'trenzas'". Bárbara Langman se refería a un cierto tratamiento que se le da al tejido tricot (también llamado "a dos agujas") por medio del cual los puntos se tejen de tal manera que el efecto visual resulta ser una trenza.
Lo que no sabía Bárbara (y no tenía por qué saberlo) es que en esa inocente oración que pronunció estaba hablando del sentido amplio de las palabras y del sentido estricto o restringido de las palabras. Por ejemplo: la palabra "termination" (en inglés) tiene un significado básico, que es el de finalización de algo, y tiene muchos sentidos especializados, estrictos o restringidos. Es decir, si hablamos de "termination of pregnancy" nos situamos en el terreno médico y estaríamos hablando de un aborto, de una finalización prematura del embarazo; si hablamos de "termination of employment" estamos en otro significado especializado de la palabra "termination", un sentido jurídico (y dentro del terreno jurídico, en el terreno del derecho laboral) que nos indica la desvinculación de una persona respecto de su puesto de trabajo; en buen romance, que la echaron o bien que ella renunció. También en el terreno de los contratos hablamos de "termination" con el sentido de "rescisión"; es decir, la finalización del contrato antes del plazo de extinción que se haya estipulado en él.
En el caso de los pulóveres, las agujas y las trenzas, la palabra "trenza" sería el término amplio y "ocho" sería el término restringido o estricto.
El amor está en el aire. El sol sale para todos. Y la lengua y sus características están en boca de todos.
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