martes, 5 de octubre de 2010

Zancadillas del inglés

Los cognados falsos

Yo rompo la paciencia (y mucho) con los cognados falsos. Pero les pido que se fijen en este inocente párrafo:

ABRO CITA
She died from diabetes. This is 100% treatable. The root cause of why she died is that she ignored her symptoms and she didn’t take care of herself. Why is it that she would ignore these symptoms? Maybe the bottom line is the depression that kept her from seeking help.
CIERRO CITA

A ver: si yo traduzco esta oración y esta pregunta:

"The root cause of why she died is that she ignored her symptoms and she didn’t take care of herself. Why is it that she would ignore these symptoms?"

de la siguiente manera:

"Las causas fundamentales de por qué murió es que ella ignoraba sus síntomas y que no se cuidaba. ¿Y por qué ignoraba esos síntomas?".

Ahora bien: de todo el contexto (tomé estas oraciones de un documental que traduje para el canal Infinito) surge que la mujer que murió experimentaba los síntomas de una cierta enfermedad, pero no les hizo caso. Es decir, hizo caso omiso de ellos. Ese significado es muy diferente en castellano de "ignorar", que significa "no saber".

Es decir: detectar los cognados falsos y darles el tratamiento que corresponde sirve, entre otras cosas, para no ser un "traductor traidor", que es algo de lo que muchas veces se nos acusa. Una cosa es que alguien no sepa algo, y otra muy distinta es que lo sepa, pero se haga el desentendido.

¿Se entiende ahora para qué y por qué le tengo a muchos la paciencia al plato con los falsos cognados?

Las repeticiones

No sé cuál es el motivo, pero el inglés se banca que una palabra se repita una y otra y otra vez en un párrafo muy corto sin que por eso la lectura de tal párrafo sea pesada.

A manera de ejemplo, los invito a leer el siguiente párrafo:

ABRO CITA
No. Forget that. You think I’d tell you? Even if we weren’t on camera, you think I’d tell you? That’s like top secret. You think the missiles are top secret? My weight’s top secret.
CIERRO CITA

Si al traducir este párrafo repitiéramos la palabra "secreto" tres veces no sólo la lectura del párrafo sería aburridísima, sino que también podríamos poner en tela de juicio la habilidad del traductor para emplear todos los dispositivos del castellano para hacer que estas frases tengan relieve. ¿Cuál es el dispositivo que se impone en este caso? Los sinónimos, claramente.

Es decir: traducir es escribir con corsé, es cierto; pero fijémonos que no sea un corsé tan apretado que no nos deje respirar.

Si traducimos el susodicho párrafo de la siguiente forma (y éste es sólo un ejemplo; hay una traducción distinta por cada traductor):

"No, olvídalo. ¿Crees que te lo diría? Aunque no estuviéramos en televisión, ¿crees que te lo diría? Es un gran secreto. ¿Sólo los misiles son confidenciales? Mi peso no se lo digo a nadie".

Y no sólo tengo que abrir el diccionario de sinónimos para encontrar otras formas de decir "secreto"; también puedo recurrir al parafraseo, otro dispositivo que muestra a las claras cuándo un traductor tiene chispa traductora y cuándo es un traductor del montón (del montón de los que no sirven, claro está). Convierto "my weight is top secret" en "mi peso no se lo digo a nadie", y les aseguro, traductores que no se animan a salirse de ese corsé autoimpuesto —que a esta altura más que corsé es una especie de garrote vil—, que no sólo van a estar diciendo lo mismo que el original, sino que además van a ganar en elegancia y en riqueza de expresión (que no, tal vez, monetaria).

Y como yo siempre digo: la elegancia en el decir (y en el traducir), la riqueza de vocabulario, el buen uso del idioma, la utilización inteligente de la puntuación, el dominio de las técnicas de traducción —en suma, la atención al detalle— son las que marcan cuál es el traductor excelente. Y parafraseando al chef de la película "Ratatouille": cualquiera puede traducir, sí; pero no cualquiera puede traducir BIEN.

sábado, 2 de octubre de 2010

Fe de erratas

Hay una errata en mi libro "El que rompe paga". En la página 42 hay dos términos invertidos. Lo correcto sería que se leyeran de la siguiente manera: el "principal" es el mandante; el "agent" es el mandatario.

Mil disculpas a los lectores, cuya inteligencia en la lectura descuento desde ya. Estoy segura de que se dieron cuenta de que fue un error producto de que la mente humana es así, que se equivoca, y habrán tomado estos términos en sentido inverso de como están consignados.

viernes, 1 de octubre de 2010

Ver la pelusa en el ojo ajeno y no el tablón en el propio

Días pasados recibí un correo electrónico en el cual el remitente me pregunta qué gano con señalar los errores que en cuanto a uso de idioma castellano se hace en los medios. Bien saben todos mis lectores que yo hago eso: tomo la revista del cable, por ejemplo, o programas de televisión, y hablo de lo mal que se emplea el castellano en esos medios.






Mi respuesta, estimado Adrián Chávez (así firma, al menos, este lector de este blog) es la siguiente: como sólo conozco a fondo el idioma inglés, además de mi materno castellano, sólo puedo opinar desde ambos puntos de vista (me gustaría conocer a fondo otros idiomas, pero sencillamente no tengo tiempo de estudiarlos). Y desde ese punto de vista observo que los que, al igual que yo, son usuarios de ambos idiomas, guardan un respeto casi reverencial por la pureza del inglés. No sucede lo mismo con su empleo del castellano, al que directamente vapulean como si se tratara de una cosa abyecta y como si hablar un correcto castellano fuera cosa de tilingos.






En la carrera de traductorado de la U.B.A. (la única que conozco porque jamás cursé ninguna otra carrera en ninguna otra universidad), yo he visto con mis propios ojos y he oído con mis propios oídos como ciertos profesores (titulares de cátedra, adjuntos y hasta ayudantes) han basureado a alumnos y a alumnas por pronunciar mal una palabra en inglés, o por colocarle mal un acento a una palabra en inglés, o por emplear una preposición errónea en una locución, o por emplear mal un phrasal verb.






Esos mismos profesores (insisto, algunos de ellos, titulares de cátedra) usaban el castellano de manera horrorosa: mal empleo de la puntuación, utilización incorrecta de ciertos grupos de afinidad, cuando no una pasmosa pobreza en cuanto al uso del vocabulario mismo. Ahora sí, el idioma inglés, el poderoso idioma inglés, lo hablaban muy bien y tenían bien clarita su gramática. Eso, para mi gusto, se llama colonialismo mental.






Me dirás que se trata de casos muy específicos; es decir, de una situación que se presenta entre profesores y estudiantes. Pues no, estimado Adrián Chávez: también sucede en los medios. Ya hablé de los cocineros que, habiendo viajado y vivido en países anglosajones, dejan de usar la partícula "se" en castellano para los verbos reflexivos y para los verbos pronominales. Entonces, por cuestiones de moda o porque piensan que el inglés es un idioma más práctico, de pronto las tortas no "se cocinan en 40 minutos", sino que "cocinan en 40 minutos". Las salsas no "se enfrían", sino que directamente "enfrían". La manteca dejó de "derretirse dentro de la preparación"; ahora, la manteca "derrite dentro de la preparación".






Dentro de una población como la de Capital Federal y alrededores, donde quizás no sea tanta la gente que no domina el inglés, podría decirse que es un fenómeno de poca importancia. Pero no: se produce la imitación. Imitar al cocinero prestigioso de la tele es sinónimo de "estar en la onda", de "ser de actualidad", de "hablar como los que (risas) saben". Entonces, el tipo que ni siquiera sabe decir "dog" empieza a hablar como el que equipara el castellano al inglés. Y a mí eso no me gusta y creo tener el derecho de manifestarme al respecto.






Es decir, hay quienes por estrechez mental, o por no dedicarle el mismo tiempo de estudio a su natal castellano que a su adquirido inglés, o por tilinguería lisa y llana (porque se adscriben a una supuesta "moda") están haciendo todo lo posible por borrar la frontera que existe desde hace mucho tiempo entre verbos transitivos y verbos reflexivos/pronominales. Es el mismo tipo de colonialismo mental del que hablé dos párrafos atrás: creer, por algún arcano motivo, que el inglés es superior al castellano, y que aquél merece más respeto y atención que éste.






Yo hablo (en este blog y donde lo considere pertinente) de lo mal que se habla en castellano en la Argentina porque es mi idioma materno y porque se merece el mismo respeto que el inglés (insisto, hablo de lo que sé; no sé qué sucede con otros idiomas). Entonces, si en la facultad me hicieron tragar hasta la última regla de uso de la gramática inglesa, quiero ofrecerle el mismo tiempo, la misma memoria y el mismo esfuerzo al idioma en el que me manejo todos los días.