Como siempre, opinión subjetiva y personalísima de una servidora, así que nada de mails airados mandándome al mismísimo c!!#¿¿rajo, ¿estamos?
Llega esta época del año y arrecian los mensajes de correo electrónico con los más variados cursos; entre ellos, los posgrados para el traductor y los cursos de especialización.
Todos son muy tentadores; en muchos casos, el docente o la docente valen la pena; en otros, lo que desalienta es el valor económico de los susodichos posgrados. Otros avisos anuncian cursos que más o menos me interesan, el docente no me resulta conocido ni reconocible, pero no importa. Me he metido muchas veces en lo que al principio pensé que era una madriguera, pero después me di cuenta de que era un curso digno o más que digno.
La falta de tiempo me impulsa a encontrar un camino alternativo (*): el de formarme y leer por mi cuenta. O bien el de formarme con profesionales de las especialidades en las que quiero especializarme o en los temas que tengo más flojos. Por ejemplo, los lectores asiduos de este blog-engendro saben que hace tiempo tomé más o menos unos tres años de clases de filosofía. Siempre me había interesado el tema (incluso llegué a anotarme en la carrera, en la UBA, y hasta llegué a tener libreta universitaria de Filo), pero no me había dedicado. La necesidad y las ganas hicieron que comenzara a tomar clases particulares.
Lo interesante de esta vía alternativa es que, como dije en algún otro artículo, uno sale del circuito de traductores. Comienza a ver cómo piensan los profesionales de otras profesiones. Se ve forzado a hablar de otra manera, sin sobreentendidos, sin lugares comunes (los clientes, los pagos, las tarifas). La cabeza comienza a abrirse y uno ve que lo que a uno le sucede como traductor también le sucede a otros -de otras maneras, con otro estilo-. No todo es gramática, equivalencias, texto fuente-texto meta. Hay un mundo allí afuera.
Salir del circuito de traductores también posibilita contarles a los demás qué hacemos. Es decir, en lugar de ser el vínculo entre dos culturas, somos un vínculo entre dos realidades. Y también posibilita conseguir algún trabajo. Esto ya lo dije en otro artículo, pero permítaseme la repetición. Salir a contarle a los demás: "Soy traductor" puede generarnos algún rédito laboral. Pero ésta es una cuestión que yo tomaría por añadidura, no como un fin en sí mismo. Sería una tontería vestirse de largo, ir al vernissage del Sr. Embajador, llevar el sobre de lentejuelas lleno de tarjetitas y darse cuenta de que a nadie le importa de qué trabaja una porque todos fueron a divertirse, no a hablar de trabajo.
Leer por cuenta propia también es una buena forma de especializarse. La leve desventaja que le encuentro es que es más difícil acreditar los conocimientos al estudiar por esta vía que cuando uno asiste a una institución. Salgo de hacer el curso de "Terminología de petróleo y gas" de la Academia Pirulito y seguramente que un diplomita me van a dar. No sé, un papelito que acredite la asistencia. Cuando una estudia sola, eso no sucede.
Lo que sí puede hacerse cuando una estudia por su cuenta es escribir algo, escribir un libro electrónico, por ejemplo, y publicarlo en Internet. Como si fuera una tesis. Una manera de mostrar qué razonó una a partir de una determinada cantidad de lecturas. ¿A quién estaría dirigido ese susodicho libro? No lo sé bien. En Internet te puede ver todo el mundo. Dudo de que no te vea nadie. Que nadie te escriba para decirte: "Che, muy lindo libro" es otra cosa, pero creo que más de uno puede bajarse tu libro. Y si fuera un libro realmente interesante, por qué no intentar la vía tradicional, la de la publicación tradicional vía una editorial.
Pero no nos desviemos tanto. El conocimiento como fin en sí mismo; me parece que ése es un valor digno de ser rescatado. Vivimos en esta cultura capitalista en la cual todo tiene que tener un uso y una utilidad inmediatos. "Me especializo en terminología de la Bolsa / petróleo / finanzas / marketing para trabajar en algo que me deje guita". No está mal. No está nada mal, pero a lo mejor te gusta más leer sobre Lacan. Y ese espacio que una se reserva para hacer lo que al principio parece perfectamente inútil -como estudiar filosofía- puede traernos más de una sorpresa (agradable). Sólo es cuestión de que la vida tome su curso y el cliente nos encuentre a nosotros con el trabajo soñado. Alguna vez me pasó, y estoy segura de que me va a volver a pasar.
Chau.
(*) Bueno, si usted se asombra y a esta altura no se dio cuenta de que toda Luisa es alternativa, hasta el último pelo (¡que tiene y mucho!), por favor, vuelva a leer todo el blog y rece cinco Avemarías pidiendo iluminación.