lunes, 6 de febrero de 2012

El enojo del traductor

Participo de algunos grupos de la red LinkedIn. En uno de ellos -ya no recuerdo en cuál, y poco importa aquí-, la pregunta que alguien había formulado era "¿Por qué a los traductores les molesta tanto que los corrijan?".

Me detuve a ver algunas de las muchas respuestas que provocó una pregunta tan urticante. Los argumentos eran diversos y no voy a exponerlos aquí; aquí prefiero exponer mi punto de vista, que no volqué en dicho grupo porque, por empezar, la pregunta era demasiado vaga.

Yo me preguntaría: "¿Respecto de qué tipo de cuestiones les molesta a los traductores ser corregidos?". Puede tratarse de cuestiones de fondo (la verdad ideológica de lo que se está diciendo en el texto meta) o puede tratarse de cuestiones de forma (alguna cuestión de puntuación, de gramática, de ortografía o similares). Para dar una respuesta más acabada, habría que especificar un caso dado y responderse uno mismo por qué se enojó o se molestó en dicha circunstancia.

Voy a recordar mental y privadamente algún caso personal -describir alguna de las anécdotas de las que fui protagonista sería muy largo y con mucha mala onda; evitemos ese tipo de cosas-, y les digo lo siguiente: me molestó en cierta ocasión que me corrigieran un escrito jurídico extensísimo porque la traductora que coordinaba el trabajo "había omitido" pasarme el glosario que el cliente exigía. Entonces, tuve que trabajar dos veces por el mismo (bajo) precio: una vez, haciendo la traducción misma, y la segunda vez, corrigiendo errores que pudieron haberse evitado de entrada.

En otra ocasión no me molestó que me corrigieran; me molestó que el corrector me dijera "vos te equivocás mucho". ¡Por supuesto que me equivoco, no sé si mucho o poco! Trabajo sola; no tengo una asistente que oficie de par de ojos (y, por qué no, cerebro) adicional para que vaya revisando mientras yo traduzco; y además cada oración implica 1) entender el significado en la lengua de partida; 2) volcarla de una manera gramatical a la lengua meta; 3) verificar el significado de palabras que puedan generar dudas; 4) verificar concordancias de género y de número; 5) verificar que no se produzcan incongruencias entre las distintas partes de la oración; 6) hacer que esa oración tenga el registro adecuado según el texto; 7) verificar que esa oración sea congruente con la anterior y con la siguiente. Hermano, si pretendés que en el fárrago de estas siete operaciones -que el traductor hace de manera más o menos simultánea- yo, trabajando en la soledad de mi casa, no me equivoque, no sé, ¿qué pretendés? ¿Que yo sea Dios? Imposible.

El secreto que tenía ese corrector de estilo era que no leía lo que yo entregaba. Por lo menos, no lo leía a fondo. Entonces, los errores los cometía él, no yo. Pero, bueno, cada uno sabe qué calidad de trabajo tiene que hacer durante el día para dormir sin remordimientos a la noche.

A manera de redondeo, y además de lo que acabo de decir, lo que me parece es que:

1) la traducción es un trabajo artesanal y solitario. Uno se equivoca porque no hay un par de ojos que lo ayuden, y por otro lado, lo artesanal hace que ese trabajo de traducción sea único. Así como es inconcebible que un artista o artesano manosee el cuadro o la escultura de otro (no hablo de restauradores, sino de artistas colegas), en ciertas ocasiones, para ciertos trabajos, es difícil entender que otro traductor venga y nos critique el trabajo;

2) el trabajo y el esfuerzo que llevan hacer una buena traducción hace que uno quede tan exhausto y, a la vez, tan orgulloso de su trabajo (yo, por lo menos, no entrego hasta sentirme bien con la traducción realizada), que ciertas correcciones le suenan a uno como que "me pincharon el globito";

3) en cuanto a gramática, ortografía, puntuación y registro, todo buen traductor es un constante alumno en estas cuestiones; entonces, da bronca que otro se ponga en sabelotodo y se ponga a señalar errores o, peor aún, presuntos errores; y hablo de "presuntos errores" porque dentro de ciertos límites la gramática es flexible. Véase, como muestra, la cuestión del participio: con verbos que no sean el verbo "haber", ¿forman una frase verbal, o no la forman y el participio forma parte de una construcción verboidal de participio? Es un tema -insisto, por nombrar uno solo- en el que ni siquiera los gramáticos están de acuerdo;

4) y para terminar, también tiene que ver la buena o mala leche con que te señalan los errores. Si después de que uno laburó como un condenado, viene alguien con mala leche o conocimientos muy inferiores a los de uno, y sí, la verdad es que da bronca. Uno no es de acero inoxidable y tiene su amor propio.