domingo, 20 de junio de 2010

Las contradicciones del castellano neutro

Dando por sentado que todos los que leemos este artículo sabemos qué es el castellano neutro (su naturaleza se analizará en algún otro artículo de este blog), me dispongo a enunciar aquí algunas de las contradicciones que su uso provoca.

Una de "La Niñera"

Por ejemplo, en el capítulo de La Niñera ("The Nanny", sitcom protagonizada por Fran Drescher) en que ella convence al Sr. Sheffield de dejar ir a Maggie (la adolescente y muy bonita hija mayor del Sr. Sheffield) a un kibutz, la Srta. Fine (Fran Drescher) rememora por qué le había gustado tanto a ella misma ir a trabajar a un kibutz en sus años adolescentes.

En voz alta, delante de su madre, recuerda que en ese kibutz perdió... ¿qué cosa? La virginidad. Pero no llega a decirlo; la mirada severa de su mamá se lo impide. Y reemplaza la palabra "virginidad" por "cachucha". La frase textual es: "Perdí mi cachucha".

Ahora bien: en el original ella dice "cap"; es decir, su gorrita. En la traducción de este capítulo, en lugar de traducir "cap" como "gorrita" (o "visera"), lo tradujeron como "cachucha". En el Río de la Plata (este blog lo escribe una porteña, aclaro), "cachucha" quiere decir "vagina", la vulva de la mujer. Es decir, no sólo no se echó mano de una traducción neutra, sino que se logró el mismo efecto que se quería evitar: nombrar la pérdida de la virginidad (que el autor del libreto quería "dejar en sombras") a través de la palabra "cachucha".

Una de los canales de cocina

Los canales de cable argentinos que emiten programas de cocina suelen brindar los equivalentes castellano rioplatense – castellano del resto de Latinoamérica de los nombres de ingredientes que se emplean localmente. El problema que, a mi entender, se plantea a veces es que tanto celo por brindar esos equivalentes pueda provocar una confusión.

Cuando un cocinero (o cocinera) dice: "Esta torta lleva 200 g de manteca o mantequilla", en realidad está diciendo: "el producto 'manteca' —denominación rioplatense— es el equivalente del producto 'mantequilla', que es una denominación vigente en el resto de Latinoamérica". Sin embargo, una escucha distraída podría decodificar: "Esta torta lleva 200 g de manteca o de mantequilla, lo que usted prefiera".

Pero lo más chistoso fue cierto programa de Utilísima, que ya no se emite, en el que a la producción, a la conductora y a los reposteros que allí se desempeñaban les había dado el "ataque de castellano neutro". De pronto, y coaches de castellano neutro mediante, las recetas eran una verdadera catarata de denominaciones latinoamericanas: el dulce de leche ya no era dulce de leche, sino "dulce de cajeta" (con la connotación vulgar y sexual que tiene la palabra "cajeta" en el Río de la Plata) o "manjar blanco" (¡cuando en Buenos Aires el dulce de leche es marrón!); la crema ya no era crema: era nata; el azúcar impalpable había dejado de ser azúcar impalpable y había pasado a ser "azúcar glass" (fantástico: si el castellano neutro va a tener palabras en inglés, estamos como queremos); la manteca, por supuestísimo, había dejado de ser manteca para ser mantequilla; las bananas dejaron de ser bananas para pasar a ser plátanos; la heladera pasó a ser el refrigerador...

En fin, una seguidilla interminable de términos neutros con los cuales, para mi gusto, yo dejaba de sentir cuál era la identidad del programa: por el acento de los participantes, me daba cuenta de que era argentino, pero esa pretensión de uniformidad de las denominaciones de productos (que no es tal, es una mentira, porque no hay una denominación que empleemos todos en América Latina) me hacía sentir perdida en algún paraje de América Latina. Es decir —e insisto, para mi gusto—, un sancocho.

Otra de castellano neutro del mismo canal Utilísima: en otro programa de pastelería dijeron: "En México, a las medialunas (denominación argentina) se las llama 'cuernitos'". Ajá. En Buenos Aires, los cuernitos son otra cosa: son también un producto panificado pero salado o de sabor neutro, hecho de una masa muy distinta de las medialunas. Además, los cuernitos porteños no tienen la forma de las medialunas.

El castellano neutro me da mucha risa

¿A dónde quiero llegar con este ejemplo, y también con el de "cachucha"? Que en numerosas ocasiones una palabra "A" que designa una cosa "A" en México o en algún otro país latinoamericano designa una cosa "B" en la Argentina, y si no en la totalidad de la Argentina, por lo menos en Buenos Aires. El castellano neutro, muchachos, es un imposible. Está lleno de este tipo de contradicciones.

Por otra parte, personalmente me encanta tomar contacto con otras culturas, otros acentos y otras variantes del castellano; pero el castellano neutro está privado de todo eso. No es un acento ni claramente mexicano, ni venezolano, ni caribeño, ni colombiano, ni peruano, ni argentino, ni de ningún otro país latinoamericano. La elección de las palabras es totalmente arbitraria. El castellano neutro impide algo muy lindo: identificar de dónde vienen ese acento y esas palabras que escuchamos, por ejemplo, en un documental o en un programa de cocina. En inglés sucede todo lo contrario: la nacionalidad de los textos, de los acentos y de los conductores o participantes de los programas pueden identificarse fácil y perfectamente. En el mundo anglosajón nadie oculta nada. Todos están orgullosos de mostrar su acento y "cómo dicen lo que dicen" (por ejemplo, decir "antenna" y no "aerial"), y me da la impresión de que un inglés entiende perfectamente a un estadounidense y viceversa.

Además, me interesa decir esto: es cierto que me gusta el contacto con otras culturas, como dije en el párrafo anterior. Pero también es cierto que en las grandes cadenas televisivas y en ciertos libros me gustaría encontrarme como porteña y como argentina. El castellano neutro prácticamente descarta todo lo que sea rioplatense, cuando, en realidad, hay, por una cuestión numérica, un importante consumo de libros y de programas televisivos en Buenos Aires. Me gusta escuchar y disfrutar del acento venezolano, chileno, portorriqueño o mexicano; pero luego tengo muchas ganas de volver a escuchar el castellano porteño con el que crecí y con el que vivo.

¿Si creo que hay alguna posibilidad de que haya una marcha atrás con el castellano neutro? No, y tampoco quiero que la haya. Si no, muchachos, ¿de qué nos vamos a reír en este blog?

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