Días pasados me contactó una colega, la Trad. Dolores Cibils, con un mensaje de correo electrónico muy líndo y cálido. En él me solicita una opinión sobre el traductor literario, científico y técnico.
En realidad, es poco lo que puedo decir/opinar al respecto. Como soy traductora pública (y, para colmo, jurídica), no tengo la experiencia de haber cursado un traductorado literario / científico / técnico como para hablar con conocimiento de causa acerca de las materias que allí se cursan.
Las dos cosas que sí puedo decir son las siguientes: creo que a un traductor literario / científico / técnico le caben las mismas generales de la ley que a cualquier traductor, público o no, graduado dentro de los canales formales de nuestro sistema educativo o formado de manera autodidacta: manejarse con responsabilidad dentro de los temas que acepta traducir, definir una, dos o tres especialidades y especializarse efectivamente en ellas, seguir estudiando sus idiomas, agregar algún otro (lo cual siempre viene bien), y creo que no mucho más.
Esta cuestión de "definir una, dos o tres especialidades" me parece crucial. A veces, uno encuentra perfiles de traductores en sitios como Translators' Café o Proz donde ciertos traductores tienen veintitrés especialidades. Eso es una locura. "Especialidad" quiere decir "tener un nivel de conocimiento de cierta materia con la misma profundidad que si se la hubiera cursado en el marco de una carrera universitaria". Entonces, si digo que mi especialidad es "bolsa de valores", tengo que conocer a fondo el manejo de la bolsa de valores y todo lo concerniente a los títulos que se manejan en ella, la naturaleza de la sociedad llamada "bolsa de valores", qué vínculo tiene con la Comisión Nacional de Valores, de quiénes dependen ambas entidades; es decir, tengo que ser especialista. A fin de cuentas, estoy diciendo que ésa es mi especialidad, ¿no? Lo que quiero decir es que me da un poquitín de vergüenza ajena ver cómo se banaliza la traducción.
Lo que también es cierto es que estos foros deberían prever, en sus formularios, espacios para que el traductor coloque en qué temas es realmente un especialista y cuáles otros temas conoce con menos profundidad. Pero, claro, sucede que de un tiempo a esta parte la traducción se tornó un commodity más, "sale con fritas", y además son muchas las agencias, además de ciertos sitios de Internet, que están a cargos de tipos que no tienen nada que ver con la traducción, sino que son meros comerciantes que, en más de una ocasión, lucran con la soledad del traductor.
La otra cosa que se me ocurre decir con referencia al mensaje de la Trad. Cibils es que, como bien saben los habitués de este blog, si bien soy traductora jurídica, también incursioné en la traducción de ensayos, algún que otro libro de cuentos, alguna que otra novelita para niños o adolescentes, y que también hago traducciones para un laboratorio oftalmológico. Sucede que, en cuanto a las traducciones literarias, desde chica leí mucha literatura, así que traducir ensayo y literatura sencilla no me resulta difícil. Rechazaría cualquier oferta de traducir los clásicos ingleses, por ejemplo, porque no cuento con la suficiente formación como para estar a la altura de ellos. Y en cuanto a la oftalmología, me puse a investigar. Los textos que me llegan de este laboratorio ópticos son, en realidad, una mezcla de nombres referidos a instrumental oftálmológico, alguna que otra afección oftalmológica, mucho de terminología jurídica (en los contratos, por ejemplo), así que las primera traducciones no fueron algo tan ajeno a mis conocimientos específicos (jurídicos) ni a mis conocimientos generales de anatomía humana. Con el tiempo, sí, tuve que ponerme a estudiar y a armar mis propios glosarios, que hoy en día me simplifican mucho la tarea porque las denominaciones se repiten.
En fin, Dolores, creo que no es mucho lo que puedo decir respecto del tema que me pedís, pero por lo menos no dejé de responderte. Es algo.