Suelo publicar en Igooh algunos artículos que escribo. Allí mismo tengo publicado un artículo sobre técnicas para mejorar el rendimiento cuando tenemos que ejercitarnos en el área de "listening", al aprender un idioma extranjero. En mi caso, ese idioma extranjero es el inglés (y el italiano, que actualmente estoy repasando para volver a lanzarme como traductora de este idioma).
Una persona cuyo nick no recuerdo posteó debajo de tal artículo un mensaje sobre el que se alude a "qué mal se traduce para subtitulado", palabras más o menos. Bueno, es una queja frecuente: suele decirse que "el traductor no tradujo todo lo que dijo el personaje" o directamente, sin más precisiones, que "el subtitulado estaba mal hecho".
Además de enseñar inglés, soy traductora pública, graduada en la Universidad de Buenos Aires, y quiso el destino que mi primer trabajo fuera como traductora de documentales y películas, para varios y conocidos canales de cable de la Capital Federal. Y también quiso el destino que yo siguiera haciendo ese mismo trabajo, además de otros, hasta el día de hoy. Desde mi primer traducción de un documental sobre plantas medicinales del Antiguo Egipto hasta hoy pasaron casi once años. Así que en este terreno tengo alguna experiencia.
Vayamos por partes: es cierto que hay subtitulados malísimos, que irritan cuando uno mira la película. Pero también es cierto que los traductores de películas estamos limitados por una serie de pautas técnicas que tienen que ver con la cantidad de caracteres (letras, espacios, números y signos de puntuación) que podemos utilizar en cada "cartelito" del subtitulado, con la cantidad de segundos que puede estar un "cartelito" en pantalla, con la cantidad de líneas que puede tener dicho "cartelito" y con la cantidad de información que brinde la película. Teniendo en cuenta estas limitaciones, en realidad creo que la tarea de subtitular una película, más que un trabajo, es más bien una especie de milagro.
La cantidad de caracteres por línea
Según el programa de traducción para subtitulado que uno emplee, el traductor de películas podrá emplear entre treinta y dos y cuarenta caracteres por línea del subtitulado. Eso incluye letras, números, espacios y signos de puntuación. Créanme: es muy poco para "decir todo lo que dijo el personaje".
Sin duda alguna, llegamos así a una primera apreciación: el traductor de películas para subtitulado tiene que tener una extraordinaria capacidad de síntesis. Algunos datos van a quedar afuera, sí o sí. No hay vuelta.
La cantidad de líneas por "cartelito" del subtitulado
Entiéndase por "cartelito", cada vez que lo menciono en este artículo, cada línea o grupo de dos líneas que aparece en una película o serie o documental subtitulado cada vez que habla un personaje. La cantidad máxima de líneas por cartelito es de dos. Imagínense tener que leer tres líneas cada vez que el personaje dice algo: además de tapar, en televisión, un tercio de la pantalla, y no sé cuánto en cine, no habría tiempo para leer todo.
Nuevamente, aquí es donde se pone en juego la capacidad del traductor para ser sintético, aunque haya que recortar información que no resulta esencial para que el espectador comprenda la película.
Hay quienes, de todas maneras, opinan que "por qué no poner tres líneas en los subtítulos, porque así la gente leería más". A mí me parece que una película no es la mejor ocasión, ni siquiera una ocasión aceptable, para que a nadie le agarre el amor por la lectura. Para hacerse amigo de la lectura, más bien hay que hacerse amigo de los libros y del diccionario, empezar a tocarlos de a poquito y ver que no atacan, abrirlos, olerlos (el olor del papel es muy rico) y decidirse a leer una página por día. Para el que no es amante de los libros, 365 días no están mal como plazo para leer un libro de unas trescientas páginas, por ejemplo.
El tiempo de permanencia de cada cartelito
El tiempo de permanencia de cada cartelito del subtitulado conspira también contra cierta "pureza" de la traducción. Un cartelito de una sola línea no puede estar menos de un segundo en pantalla. Una duración menor a un segundo tornaría imposible su lectura (o la dificultaría mucho). Un cartelito de dos líneas no puede estar menos de un segundo y medio en pantalla, pero de preferencia debería poder estar dos segundos o un poco más. Y según las reglas con las que yo trabajo, ningún cartel puede estar más de seis segundos en pantalla.
Esto, en cuanto a pautas técnicas; pero lo cierto es que conspira contra la estética y la comprensión de la película que un cartelito esté en pantalla antes o después del momento en que el personaje comienza a hablar, y que dicho cartelito se vaya de pantalla antes o después de que el personaje termina de hablar. Y hay que tener en cuenta que el acto de habla, salvo casos muy excepcionales, se da con mucha rapidez, tanto es así que se inventó la estenografía (la taquigrafía) para escribir a la velocidad de la palabra.
Conclusión: el poco tiempo que puede estar el cartelito en pantalla también hace que deban recortarse datos que sí dice el actor cuando habla, pero que no resultan esenciales para comprender la película.
Las condiciones bajo las cuales trabajamos los traductores
También es útil que el espectador tenga en cuenta las condiciones bajo las que suele trabajar el traductor. Quien piense que hay un equipo de varios traductores al servicio de traducir cada película, o que el traductor es uno solo pero que tiene un mes para pensar cada subtitulado, para expresar lo dicho por los actores de una manera más efectiva, para "perfeccionar" de alguna manera su traducción, se equivoca. Los traductores de películas trabajamos siempre "para ayer". Solemos tener muy poco tiempo para hacer la traducción y pocas veces podemos revisarla exhaustivamente.
Téngase en cuenta que traducir una película de una hora y media (un largometraje) a mí me lleva unas nueve horas cuando dispongo del libreto original. Cuando no dispongo de él y debo desgrabar lo que dicen los actores, puede llegar a llevarme entre doce y quince horas, dependiendo del acento con que hablen los personajes, de la temática de la película (porque ese factor incide en cuánto tengo que investigar en Internet sobre el tema de la película), del ruido ambiental que permita o no una mejor escucha del material auditivo, entre otros factores. Y les puedo asegurar que luego de ocho horas de trabajo, el bocho me queda hecho puré. Imagínense luego de doce o catorce horas, entre las cuales, por supuesto, traté de tomarme un recreíto.
Yo personalmente puedo decir que entrego un muy buen borrador como traducción de las películas y documentales que traduzco. Sólo cuando el documental tiene unos cuarenta y cinco minutos de duración o menos puedo leerlo a fondo, eliminar redundancias, ver si puedo agregar algún dato que dejé de lado, mejorar sintaxis y demás retoques. Cuando se trata de películas de una hora y media, y sobre todo esas películas que están más habladas que partido de truco, hago un repaso de las partes que más trabajo me dieron. Luego de eso, suena el timbre y tengo que entregar, como sucedía con los exámenes del colegio.
Ojalá la traducción pudiera pasar por las manos de varios traductores con buenas ideas, para que cada uno pudiera aportar algo positivo y constructivo; pero creo que ni así podría lograrse una traducción como la sueña el espectador promedio, un subtitulado que "diga todo lo que dijo el actor".
La estética de la pantalla y lo que el espectador busca en una película
Pero también hay una razón estética que atañe a la película y de respeto a la inteligencia del espectador: aunque los traductores pudiéramos explayarnos mucho más en cada cartelito, hay una cuestión de estética de la imagen que hace antipática la existencia misma del subtitulado.
El subtitulado es un mal necesario, que surge de nuestra imposibilidad de conocer todos los idiomas en que se filman películas, o de la imposibilidad de conocer tan a fondo uno o dos idiomas (por ejemplo, el inglés y el francés) que podamos ver películas en dichos idiomas sin ayuda del subtitulado. Tendríamos que conocerlos casi como nuestra lengua materna, y dicha situación no se verifica en un altísimo porcentaje de casos. Por lo tanto, el subtitulado tiene que, a la vez, estar y pasar inadvertido. Tiene que ayudar, pero no romperle la paciencia al espectador que, en definitiva, va al cine o enciende el televisor para ver imágenes, acciones, actitudes y para escuchar diálogos, no esencialmente para leer.
Y en lo que atañe al respeto a la inteligencia del espectador, la cuestión es muy simple: los traductores que intentamos hacer bien nuestro trabajo (y que en una abrumadora cantidad de casos lo logramos) recurrimos también a la síntesis porque consideramos que el espectador atento e interesado en la película puede completar, a partir de ver las acciones dramáticas y los gestos de los actores, lo que omiten los cartelitos que componen el subtitulado.
En fin, podría yo extenderme durante varios párrafos más sobre esta tarea tan específica, pero me gustaría detenerme aquí y dar espacio a la reflexión de los lectores: la tarea de traducir parece fácil, "cosa de niños", pero no lo es. No se trata simplemente de saber el idioma materno y un idioma adquirido, y ya está, ya puedo traducir. Hace falta estudiar técnicas y procedimientos de traducción, estudiar semiología y lingüística porque el acto de traducir implica un acto de habla en el que hay que tomar en consideración las actitudes del que habla y del que escucha el discurso, y además hay que perfeccionarse en distintas ramas del conocimiento respecto de las cuales uno quiera ser traductor. El mero hecho de que una persona domine el castellano y el inglés, por poner un ejemplo, no hace que automáticamente pueda traducir textos de cardiología. Créase o no, también hay que estudiar cardiología; tal vez no al nivel de un médico, pero sí hay que estar bien familiarizado con la rama del conocimiento elegida para poder traducir con fundamento.
Son muchos años de estudio, los que hemos estudiado la carrera de traducción, y merecemos un trato más considerado, como profesionales que somos.
Cierro repitiendo un concepto que ya dije antes: la traducción, más que una tarea, más que un trabajo de traducción, es más bien un milagro.
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