La cuestión de la fidelidad del traductor al texto fuente es vieja como el hilo negro: desde el remanidísimo refrán "Traduttore, tradittore" hasta la corrección que hace un corrector a un traductor, la cuestión ha dado mucho de qué hablar.
Esto viene a cuento de varios realities que se emiten por el History Channel: tanto en "Alaska salvaje" como en "Cazadores de tesoros" y "Los restauradores" -por nombrar algunos programas-, los traductores se empeñan en seguir al pie de la letra el texto original cuando, en realidad, cuentan -y parecen no saberlo- con la libertad de apartarse de dicho texto fuente.
¿Cuándo sucede, me dirán ustedes, semejante cosa? Cuando en el original se repite hasta el hartazgo la palabra "stuff" o "thing". Los traductores que trabajan para el History Channel (a través de las respectivas productoras, claro está) no se dan cuenta de que escuchar hasta la saciedad la palabra "cosa" en el programa ya doblado queda muy, pero muy desagradable.
Éste es uno de los casos en que, por una cuestión de estilo, variedad y elegancia, el traductor no sólo está autorizado a variar la palabra -que en este caso es "stuff" o "thing"-, sino que debe hacerlo; y para ello tiene que fijarse a qué se refiere la palabra "cosa". En "Alaska salvaje" (un programa muy interesante) suele tratarse de los cuernos de un animal, de su piel, del molde en que se monta la piel del animal muerto. En "Cazadores de tesoros" suele tratarse de los muchos objetos que Mike y Frank compran a sus ocasionales vendedores.
Alguna vez Ricardo Chiesa, uno de los profesores de traducción que más generoso fue con sus conocimientos, definió la traducción como "escritura con corsé". Es cierto: el traductor no escribe con total libertad, sino con una libertad vigilada. Esa vigilancia es la ejercida por el texto fuente. Muy bien; en este punto, todos de acuedo. Pero también es cierto que el traductor cuenta con un cierto cuántum de libertad. Una de esas libertades es, por ejemplo, corregir en su texto meta ciertas reiteraciones que no obedecen a motivos estilísticos, sino a un descuido del hablante (en el caso de los programas mencionados, por ser traducción audiovisual), o a un descuido del autor (en el caso de otro tipo de traducciones), o porque el idioma así lo autoriza. Sabemos que el inglés, al ser un idioma más monosilábico que el castellano, tolera mejor las repeticiones que el castellano. Por ese motivo, sería interesante tomar este ejemplo de lo que hacen los traductores de programas que se emiten por el History Channel y no repetirlos nosotros. Sería un comienzo.