viernes, 30 de diciembre de 2011

La voz y el eco

Voy a hablar por mí; no voy a generalizar: como traductora, estoy acostumbrada a no tener mis propias ideas en el papel, ni a tener voz propia. Mi texto es el texto que otra persona escribió antes, y mi voz tampoco es totalmente propia, sino que es un eco de una voz que se manifestó antes.


Jamás me había planteado esto hasta que decidí escribir. Y esta cuestión, la de encontrar la voz propia, surgió con urgencia cuando escribí, a lo largo (casi) de este año, el Diccionario Crítico. Quienes hayan conocido el anterior Diccionario de Falsos Cognados sabrán que fue más bien un trabajo de "copie y pegue" de definiciones tomadas de diccionarios, ejemplos tomados de textos y alguno que otro ejemplo propio.


Cuando me puse a escribir el Diccionario Crítico, se me impuso la necesidad de crear mis propias definiciones -muchas veces, en consonancia con los lineamientos de los grandes diccionarios; otra veces, en disidencia de ellos-, la necesidad de introducir explicaciones que justificaran por qué considerar que dos voces son falsos cognados, y sobre todo la necesidad de salir de lo establecido, del almidón que supone una obra presuntamente seria como un diccionario.


Me resultó extraño pero a la vez reconfortante descubrir que tenía voz propia. Me resultó un alivio redactar cada artículo (del Diccionario y también de este blog) como sentía yo que debía ser escrito. Me ayudó a llegar al fondo de mi persona. Me ayudó a saber que puedo escribir sin imitar a nadie y sin ser el eco de nadie.


Mañana no termina nada, y pasado mañana no comienza nada. Los días se suceden unos a otros y la vida es un continuo. No hay medianeras entre un 31 de diciembre y un 1 de enero, y si las hay, se trata sólo de medianeras fictas. Dentro de unos días comenzaré con un nuevo proyecto, mitad de escritura y mitad de traducción, que espero sea fiel a lo que quiero hacer. Seguramente habrá muchos ensayos en el medio. Tal vez quede como la traducción de varios cuentos y no haya escritura. Eso dependerá de lo que pida el material y de lo que sienta yo que es auténtico hacer.


Hay quienes no escriben, no ejercitan su voz propia, porque no lo necesitan, o porque creen que no pueden, o por temor al ridículo, o por vaya a saber cuántos motivos. Yo hoy me alegro de haber dado un paso más allá de la traducción y haberme introducido, creo que de manera estable, en el campo de la escritura. Me alegra dejar de ser siempre el eco y de ser también la voz.