viernes, 16 de diciembre de 2011

Los unos y los otros

Cada tanto publico alguna nota que me parece adecuada en Igooh, un sitio de Internet de "periodismo hecho por la gente". Uno de los foristas, Kargus, me envió el siguiente comentario a cuento de haber publicado yo un artículo con el falso cognado FEUD vs. feudo:

ABRO CITA
Lo que yo noto en el ingles americano es una tendencia cada vez mas fuerte a bastardear el idioma britanico que ha llegado al punto que ya no solo es habla comun sino tambien escritura a partir de internet.


El ur por el your, el u por el you, el wanna por el want, el gotta por el got, el mal usar expresiones clasicas mezclandolas con combinaciones extrañas, por ejemplo numeros y foneticas literalizadas, caso 4ever por for ever.

Se esta volviendo bastante mestizo el ingles yankee.
CIERRO CITA

Es mucho lo que se podría comentar al respecto. Por ejemplo:

1) sabemos que de un tiempo a esta parte todos estamos más acelerados. La velocidad con que la tecnología nos permite hoy hacer cosas que hace tres décadas tardaban mucho tiempo hace que nos volvamos más ansiosos, que queramos que todo salga y se haga "al toque", que nada demore más de diez segundos. Es lógico, entonces, que en Internet se abrevien las palabras, cosa que sucede, además, por influencia de los mensajes de texto;

2) por otra parte, gran parte de lo que se escribe en Internet podría llamarse "literatura efímera": comentarios que se moderan (es decir, que pueden aparecer o no), blogs que tienen como único objeto comunicarse con los que son "del palo", así que no importa ni la ortografía ni la gramática, sitios de Internet que se traducen horriblemente con programas traductores o con traductores de carne y hueso cuya aptitud para la profesión deja muchísimo que desear. No pretendamos, entonces, que en este fárrago no se abrevien las palabras;

3) lo que sí hay que tener claro es una cosa: tanto en EE. UU. como en Gran Bretaña tienen muy claro el valor del idioma inglés, ese idioma que les significa tantas divisas: libros, cassettes, CDs, DVDs, películas, cursos, posgrados de esto y de aquello, cursos breves de inglés y siguen las firmas. Entonces es claro que hay un sector que cuida el idioma y mucho;

4) también hay sectores que cuidan el idioma porque lo necesitan como herramienta fundamental de su trabajo; por ejemplo, los abogados. Leés una sentencia de un juez estadounidense, leés una ley británica y son una joya. Están maravillosamente redactados, no tienen faltas de ortografía, los conceptos están vertidos con precisión, las oraciones respetan el orden "sujeto + verbo + complementos", entre otras cosas. Acá, en la Argentina, no sé cuántos abogados y jueces pueden jactarse de utilizar el idioma castellano más o menos (insisto, más o menos) correctamente. A mí me ha tocado ver sentencias que no sólo tienen una jerga infernal (ése ya es otro tema), sino unas oraciones que son verdaderos esperpentos: insufriblemente largas, mal redactadas, por momentos ininteligibles;

5) otro ejemplo es el de ciertos intelectuales estadounidenses. Tomemos al Dr. Norman Finkelstein y vamos a ver el uso magistral que hace del idioma inglés. Me dirán: "Sí, claro, porque lo ves en conferencias y seminarios. En la casa debe hablar como cualquier hijo de vecino". No estoy tan segura: vean el documental "American Radical, The Trials of Norman Finkelstein", y mientras está en la casa -es cierto, delante de cámaras- habla con la misma corrección que cuando habla con alumnos de la universidad.

En definitiva, el uso que cada uno hace del lenguaje -es decir, el habla que cada uno de nosotros adopta- constituye fundamentalmente una decisión personal. El habla que uno adopta es una posición ante la vida. Sí, claro, es posible que yo hable de una manera si me dirijo al portero de mi edificio y de otra manera muy diferente si estoy dando un examen oral, y de otra totalmente diferente si estoy en una entrevista de trabajo; pero dada una toma de posición personal, las elecciones que haga en cuanto a vocabulario van a variar muy poco. En el caso del portero, apenas van a variar, por ejemplo, para ajustarme a una persona que a lo mejor no tiene terminado el colegio secundario.

Puede haber casos en que alguna persona A quiera "pasarse" temporariamente al bando de otro, B, y para eso hable con el léxico y las características con que habla B. El éxito de la empresa dependerá de las cualidades histriónicas y de mimetización de A, y todavía estaría por verse si, pese a la camaleonización de A, B lo acepta. La forma en que hablamos, todo -el tono de voz, la entonación de las palabras, la pronunciación o no de las eses, la calma o la ansiedad con la que emitamos las palabras, la claridad en la concatenación de las ideas expresadas-, todo habla de quienes somos. En cierta forma, la lengua que hablamos no sólo habla de nosotros, sino que, en ciertos y determinados casos, nos traiciona. No es que nos traicione en sentido estricto: quiero decir que nos obliga a ser fieles a nosotros mismos.