Cortito y al pie: acabo de ver la siguiente oración en el portal de Yahoo:
"Quiero jugadores que vistan la camiseta de Japón con orgullo".
Si bien en las clases de lengua de la escuela nos presentan los temas de análisis sintáctico de una forma metódica y ordenada, por suerte la sintaxis del castellano (el orden de los elementos dentro de la oración) es lo suficientemente laxa como para poder reubicar nosotros mismos los elementos y, de esa manera, hacer entrar a nuestros escritos -y a nuestra vida- cierta dimensión estética.
En la oración citada, el sujeto (yo) está tácito. El verbo principal es "quiero" y "jugadores que vistan la camiseta de Japón con orgullo" es el objeto directo. ¿Qué quiero? Quiero esto, "jugadores que vistan la camiseta de Japón con orgullo"; LO quiero.
"Que vistan la camiseta de Japón con orgullo " es una proposición subordinada adjetiva. Toda ella funciona como un gran adjetivo de "jugadores". Ahora bien: si yo hubiera sido la autora de esta susodicha oración, habría escrito:
... "que vistan con orgullo la camiseta de Japón"
por un motivo muy simple: el circunstancial de modo "con orgullo" es más corto que el objeto directo de "vistan", "la camiseta de Japón"; entonces, por una cuestión de estética y de facilidad para comunicar mi mensaje, habría puesto el circunstancial de modo "con orgullo" al lado de "vistan" -porque es chiquito, y puesto al final es como que "se escapa", "se cae de la oración"-, y luego el más imponente objeto directo, de unas categóricas cuatro palabras.
Es decir, a veces, como en este caso, tenemos -y podemos- compatibilizar las reglas con lo que es agradable al oído y lo que nos va a permitir comunicarnos mejor con el ñato que tengo enfrente; que para esto último es que están, sobre todo, los idiomas.