sábado, 19 de noviembre de 2011

FEUD vs. feudo

Y aquí viene el primero de los artículos del nuevo "Diccionario Crítico Lassaque de Falsos Cognados Inglés-Castellano Rioplatense". Que lo disfruten.

FEUD vs. feudo

Y llegó el momento tan temido dentro de este diccionario. Si los lectores son tan amables de ir a mi sitio de Internet (HUwww.avlt.com.arUH), verán que en el botón "Libros electrónicos", en donde está todavía colgado mi anterior diccionario de falsos cognados digo que "the boy who delivers groceries" se va a convertir en "el chico que delivera grocerías".







Siempre me pareció que esa afirmación era un tanto tremendista, pero ahora me doy cuenta de que no. Hace varios meses encontré que en el sitio HUhttp://superluchas.net/2010/10/05/sobre-el-uso-de-la-palabra-feudo/UH se debatía el uso de la palabra castellana "feudo" como equivalente de la palabra inglesa FEUD.






Claramente, se trata de un calco que forma un falso cognado con la palabra "feudo", que a su vez tiene un significado propio y totalmente distinto de la palabra FEUD, que significa "discusión", "entredicho".






Entonces, para quien no quiera seguir leyendo este artículo, desde ya aclaro que FEUD y "feudo" son falsos cognados. FEUD significa "a bitter argument between two people or two groups of people", y "feudo" es el territorio donde rige el sistema feudal, o bien el contrato entre señores feudales y vasallos, o el tributo que se desprende de esa modalidad contractual, o el territorio concedido en usufructo en virtud de tal contrato. A los efectos de la traducción inversa, "feudo" tiene su equivalente inglés en la palabra FIEF, cuyo significado es "an estate in land held by a feudal lord; a tenure of land subject to feudal obligations".






Un feudo no tiene nada que ver con ninguna discusión ni entredicho.






Me interesa, sin embargo, consignar la opinión de uno de los foristas, una opinión sumamente rescatable y digna de mención:






"Llegamos al más famoso de los cognados falsos usados en la lucha libre. En inglés, un “feud” es una enemistad, una rivalidad. El famoso programa televisivo “Family Feud” (que en versión nacional se llama “100 Mexicanos Dijeron”) significa “Pleito Familiar” porque compiten dos familias. Feud es el cognado falso de feudo. Feudo viene del latín feudum, y según el HDiccionario de la Real Academia Española,H es el “contrato por el cual los soberanos y los grandes señores concedían en la Edad Media tierras o rentas en usufructo, obligándose quien las recibía a guardar fidelidad de vasallo al donante, prestarle el servicio militar y acudir a las asambleas políticas y judiciales que el señor convocaba”… En inglés, un feudo es llamado fief. UNo tienen nada que ver las palabras “feud” y “feudo”,U y sin embargo, muchos usan a esta última para referirse a un pleito continuo entre luchadores, aún cuando en la lucha mexicana tenemos las tradicionales “rivalidad” y “pique”. ¿Por qué, en el nombre de los señores feudales, usan una palabra incorrecta y desdeñan las que en español tenemos para ello?".






Acá tenemos un forista que no sólo fue mucho más elocuente y claro que yo en la tarea de desgranar conceptos acerca de ambas voces, sino que realizó varios "deberes": por empezar, abrió dos diccionarios (uno inglés-ingles y el DRAE), lo cual es un gran paso; además, buscó las acepciones y las leyó —otro paso interesante—; se tomó la molestia de comparar ambas voces; propone dos voces equivalentes a FEUD; se pregunta el por qué de utilizar calcos y, para coronarla, por ser un foro, escribió su post de una manera que yo calificaría de admirable: sin faltas de ortografía, con oraciones que respetan la estructura "sujeto-predicado" y con una exposición clara de las ideas. Felicitaciones a este forista.






Lo que me resta decir a esta altura es que un lingüista de la calidad de Ferdinand de Saussure destacó dos características paradojales principales de la lengua: que sus signos lingüísticos son arbitrarios, pero hasta cierto punto, y que la lengua es mutable y a la vez inmutable. Como reflexión personal —de ninguna manera como preceptiva general—, me permito decir, junto con Saussure, que además la lengua es un sistema social y un sistema personal de comunicación. Es claro que las palabras que salen de nuestra boca son el reflejo, tal como lo mostró Saussure con sus gráficos, al principio de su libro, del mundo mental e interior que uno posea. Un mundo mental e interior enriquecido con lecturas y con la constancia que demandan esas lecturas posibilita una expresión oral correlativamente rica, y un mundo mental e interior pobre seguramente darán lugar a una expresión oral deficiente.






Lo bueno de esta dicotomía es que cada uno decide qué clase de lengua desea hablar. Yo prefiero hablar una lengua lo más cuidada posible; ni preciosista, ni tilinga, ni llena de cultismos y palabras rebuscadas, sino precisa, elegante y cuidada. ¿Qué es una lengua "precisa, elegante, cuidada"? De la precisión de la lengua que yo hablo me ocupo en este diccionario, al darle un alcance lo más nítido posible a ciertas palabras —ésas sobre las cuales versa este diccionario—; y lo de "elegante y cuidado" es un parámetro totalmente subjetivo, que se rige por mi subjetividad.






Considero, además, que el estudiar nuestro idioma nos ayuda a contar con mayores posibilidades expresivas, de forma tal de poder hablar de una manera en una entrevista de trabajo, de otra manera en el bar, con los amigos, y de otra muy distinta con el portero del edificio, por poner sólo tres casos de los muchos que pueden presentarse. Y digo esto porque uno de los argumentos de los foristas (que no me interesó incluir) fue que "de todas formas, la lengua cambia". Sí, claro que cambia, pero me parece que no tiene sentido que por la pura comodidad del calco le adjudiquemos significados contradictorios a palabras que ya tienen un sentido definido. Además, me parece bastante autoritario que nos adjudiquemos la autoría de la evolución de la lengua. Saussure dijo que es imposible predecir en cuánto tiempo evolucionarán los diversos componentes de las lenguas. Yo agregaría que la evolución misma es difícil no ya de predecir, sino de detectar. Cuando menos lo pensamos, las cosas cambiaron, pero no por eso, creo yo, habría que renunciar a abrir libros y a ajustarnos, modestamente, al significado funcional que ya tienen las palabras que conocemos. Decir: "Bueno, yo ahora a esta palabra le doy otro significado; total, la lengua cambia" es sumamente autoritario.






Y además hay otro detalle, de no menor importancia: la persona que conoce a fondo el idioma, la persona "culta", por llamarla de algún modo, pero que induce a otros a "que hablen como quieran, siempre y cuando se entienda; total, la lengua cambia" está condenando a esos otros a carecer de posibilidades expresivas. Eso de "siempre y cuando se entienda" es muy relativo: ¿cuán difícil es expresarse "como uno quiera" y además pretender que el otro cuente con los elementos suficientes para entender a ése que se expresa "como quiere"? Es muy complicado. Precisamente para eso están los diccionarios: para tratar de precisar, dentro de un espacio y de un tiempo, el campo semántico de las palabras. Pero insisto: esa persona que conoce el idioma, pero toma una actitud de presunta libertad respecto de la expresión ajena, "hagan lo que quieran", le está negando consciente o inconscientemente la posibilidad a ese otro de tener la capacidad de manejarse de manera efectiva en las diversas situaciones con una expresión oral que se ajuste a cada una de ellas.






Las reglas gramaticales parecen la encarnación de lo autoritario; en realidad, son la cristalización del uso. Es cierto: hay usos que están consagrados, pero la Real Academia no termina de incorporarlos dentro de la regla. Bueno, es parte del juego de "tira y afloje" a que está sometida toda lengua. La lengua es un algo inasible y asible a la vez; algo muy libre, que cada uno puede adaptar hasta cierto punto a su idiosincrasia, y algo muy regimentado. Porque también es cierto que la lengua está sujeta a un juego de poder: yo puedo ser una eximia escritora o traductora, pero puedo tener, en la "cadena editorial de mando", un corrector que sea pésimo, pero que va a decidir que las formas que yo elegí para mi escrito o para mi traducción no son las correctas ni las mejores, y puede armar un zafarrancho donde había un texto correcto.