Mi primer encuentro con la letra hache fue cuando yo tenía unos cinco años. Creo que todavía no iba a la escuela primaria, pero ya escribía letras y palabras. Vi por primera vez la letra hache en una pintada (un "grafitti") que estaba frente a la casa de mi abuelo materno, Natal Santiago Ghislanzoni. Mi abuelo vivía frente al paredón del Cementerio de la Chacarita, en la avenida Jorge Newbery esquina Montenegro, y en ese entonces, era una avenida de muy poco tránsito. Por allí pasaba el extinto colectivo 125, línea que tenía dos colectivos: uno de ida y otro de vuelta. Así que entre la tranquilidad del barrio, la de la avenida y la del cementerio, imaginen que en ese paredón escribía hasta el que se había quedado manco.
Vi la letra hache en una palabra y le pregunté a mi mamá que qué letra era esa. Me explicó que era la hache y que no tenía sonido, pero que algunas palabras la llevaban. Y lo primero que pensé fue: "La tengo que incorporar a mis letras". Y de ahí en más la empecé a poner en todas partes, correspondiera o no, como para no olvidármela, porque, después de todo, no tenía sonido.
Supongo que debo haber empezado a ponerlas en su lugar correcto a partir del primer o segundo grado de la primaria, pero es el día de hoy en que me recuerdo en la puerta de la casa de mi abuelo, mirando el paredón de la Chacarita, intrigada por esa letra en forma de silla-escalera que me decía: "Y a mí, ¿por qué no me das bola?".