Circula un viejo chiste sobre los argentinos: "Es buen negocio comprar a un argentino por lo que vale y venderlo por lo que él cree que vale". Sí, parece un chiste, pero resulta que, si es verdad que los argentinos somos agrandados (es decir, que alardeamos de características positivas que en realidad no tenemos), es porque los que tenemos algunos años encima hemos cursado varias materias, a la fuerza, que incrementan nuestro valor agregado.
Materia número uno: todo argentino es un casi experto en economía. Imposible vivir en la Argentina sin conocer los rudimentos de esa antigua disciplina, cosa de que no te emboquen los bancos y -una vez más- te confisquen los ahorros. En dólares, en pesos, en patacones, en euros, cada equis cantidad de años hay un terremoto financiero, y hay que estar, si no cubierto, mínimamente avisado.
Materia número dos: todo buen argentino que se precie de tal es experto en numismática. Ahora quizá no tanto, pero hemos tenido epidemias de billetes falsos y hasta de monedas falsas. Aprender a mirar la sombra que acompaña al prócer de turno, el colorcito del numerito del billete, afinar las dotes táctiles para ver si el papel era de posta (verdadero) o trucho (falso), calcular el peso de la moneda falsa (más liviana) versus el de la verdadera (más pesada) son habilidades de las que ningún argentino prescinde.
Materia número tres: todo argentino avezado es experto en criminología y seguridad. La disposición de las luces de la casa y de la calle, la contratación de alarmas y servicios de vigilancia, las precauciones que hay que tomar para meter el auto en la cochera, las precauciones que hay que tomar antes de salir de vacaciones, cómo organizarse entre los vecinos para combatir la mente criminal, entre muchos otros puntos del programa, son obligatorios para los argentinos.
Para redondear: no es que seamos fanfarrones, no. Es que nos hemos pelado el trasero a fuerza de corralitos, muertes gratuitas, desagio, confiscación de depósitos a plazo fijo, vedas alimentarias y financieras varias, bicicletas y aerobismos financieros, todo ello condimentado con gobiernos que dejan que desear, y nos gusta mostrar el título.