Uno de los grupos de los que participo en LinkedIn es el de graduados de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Allí, con notble pertinacia, alguien se empeña en postear lo siguiente:
"Busque en nuestra base de datos de trabajo real de los trabajos legales por categoría o ubicación".
En principio, la sintaxis deja que desear; pero lo que también me preocupa es este pegajoso calco del inglés que consiste en utilizar la palabra "legal" cuando en el castellano de Argentina tradicionalmente se utilizaron otros adjetivos.
En este caso concreto, si hablamos de "trabajos legales", por oposición tenemos los "trabajos ilegales". Sí, por supuesto, yo tengo ganas de que me ofrezcan un trabajo legal, porque tengo muy poca habilidad y experiencia para los trabajos ilegales como robar, matar, extorsionar, destruir propiedad ajena, secuestrar, defraudar, etcétera. Además, lo lógico es que en un boletín de graduados de una universidad se ofrezcan trabajos legales y no ilegales.
Humoradas (tontas) aparte, lo que se está ofreciendo es "trabajos en el área jurídica". Es un error ofrecerlos como "trabajos legales" porque el significado de la expresión "trabajo legal" es diferente de la expresión "trabajar de (o como) abogado".
Lo mismo sucede con la aplicación del adjetivo "legal" a "traducciones". "Tengo para vos una traducción legal". Misma objeción: ¿y cómo sería una traducción ilegal? ¿Sería la traducción de un documento donde un narcotraficante admite que trafica droga, por ejemplo? ¿De que un asesino asesinó a alguien? No, muchachos, estamos hablando aquí de una traducción jurídica, no de una traducción legal.
¿Podemos quedar de acuerdo en algo, en principio? No digo que todo tiempo pasado sea mejor, pero es cierto que antes, cuando yo era chiquita, y "más antes" también, se hablaba mejor. Volvamos a hablar como nuestros abuelos, que vamos a meter la pata muchísimo menos.