Según el diccionario Clave, la expresión "de marras" significa "de siempre o ya conocido". El origen de la palabra "marras" es árabe, "marra", que significa "vez".
En cierta ocasión fui testigo de una anécdota bastante curiosa: el traductor Ricardo Chiesa nos estaba tomando un examen parcial; había dos versiones de dicho parcial, el famoso "tema A" y el "tema B". A mí me había tocado el tema B, y en el parcial destinado al tema A el profesor Chiesa había incluido la frase "de marras" en la siguiente frase: "el contrato de marras".
Gran revuelo gran entre mis compañeros del tema B: abrieron cuanto diccionario jurídico bilingüe tuvieron a mano para buscar qué era un contrato de marras. Pensaron que era un contrato que versaba sobre alguna figura jurídica que o bien no habían aprendido nunca, o bien que ya habían olvidado. En realidad, "el contrato de marras" no alude a ningún instituto jurídico, sino que significa lisa y llanamente "el contrato mencionado", "el contrato aludido / a que se ha hecho alusión".
Cuando el profesor Chiesa volvió con los parciales corregidos mencionó que pocos había resuelto satisfactoriamente ese escollo. En ese momento, me di cuenta de lo importante que es conocer y tener presentes ciertas locuciones y hasta palabras que suenan anticuadas y son anticuadas, pero que pueden aparecer en cualquier texto. Imaginemos en este caso que no estábamos en un parcial, sino traduciendo para un abogado veterano, que posee un idiolecto muy distinto del de un abogado joven. Seguramente ese abogado veterano habría escrito "el contrato de marras" en un memorando o en un escrito, y ya sabemos que el traductor, por su parte, debe seguirle el paso al autor original.
Esta anécdota también me hizo acordar un par de episodios que me sucedieron cuando yo daba clases en el instituto de inglés: había alumnos jóvenes que, ante determinada palabra difícil o que a ellos se les antojaba anticuada, me preguntaban: "Pero esta palabra ¿se sigue usando?", en un claro intento de "gambetear" el problema. Pero hete aquí que la lengua tiene dos caras: una activa -la que usa uno- y una faceta pasiva, que es el vocabulario que emplea el otro y que nosotros debemos comprender para posibilitar la comunicación.
En el caso del contrato de marras, se había producido un pequeño "blip", un corte en la comunicación; se les había tildado el sistema. La cantidad de palabras que sepamos hace que, además de posibilitar una comunicación fluida (además de otros factores, claro está), podamos disfrutar más del acto comunicativo, puesto que nos sentiremos más competentes en la tarea de dialogar.