Otra forma de expresar nuestra exageración porteña (¿que nos vendrá de los que tenemos bisabuelos y abuelos italianos?) es apelando a frases como "un toco", "una bocha" o "un pedazo".
El otro día, en el programa "Café San Juan", que se emite por Utilísima (uno de mis canales favoritos del cable), el dueño del restaurante Café San Juan utilizó la expresión "una bocha" con el sentido que tiene: "mucho", "un montón". Lo que me resultó curioso es que no es una expresión que se utilice tanto en la actualidad como sí se la utilizaba en los años ochenta, según recuerda mi memoria; entonces me puse a pensar en la cuestión que traté en otro artículo de este blog: utilizamos expresiones anacrónicas porque tienen un trasfondo afectivo.
Es probable que la persona que utilizó esa expresión en el programa mencionado la siga utilizando porque se la oye decir al padre o a la madre; es probable que forme parte de su propio idiolecto desde que era adolescente, y esa expresión sea parte de su personalidad; es probable que la persona que use una determinada expresión la considere clásica y se resista a seguir modas sucesivas. No importa cuál sea el motivo: there is more to language than meets the eye. Sólo la punta del iceberg del lenguaje, del idioma que hablamos, se refleja en el diccionario, en las gramáticas, o en las obras escritas. Hay todo un mundo interior que decide por qué hablamos como hablamos.
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