La referencia a uno mismo -la autorreferencia- es una cuestión que merece cierto tratamiento dentro de nuestra lengua. Por ejemplo, cuando se escribe un libro y el autor es uno solo, es de estilo utilizar la primera persona del plural cuando se expresan opiniones o pareceres propios, cosa que se llama "plural de modestia". No es que esté mal hablar de "yo (tal cosa), yo (tal otra)", pero puede llegar a sonar un tantín pedante.
Y otra forma de aludir a uno mismo es utilizando la tercera persona del singular, con el sujeto "un servidor", "una servidora", "quien les habla", "quien suscribe (esta nota)" o algún otro rodeo similar. Las razones son las mismas: el sujeto "yo" queda, tal vez, demasiado agresivo, demasiado autorreferencial. Cabe aclarar que la frase "un servidor" o su versión femenina tienen, adicionalmente, un toque humorístico justamente por lo formales.
Quienes hayan leído las dos notas de una servidora (¿ven cómo se usa?) sobre los diccionarios y quienes recurran frecuentemente al diccionario observarán que antes de definir ciertas palabras los diccionarios aclaran entre paréntesis o entre corchetes el registro de la lengua a que pertenece dicha palabra. Por ejemplo, ante un término jurídico, aclararán dicha circunstancia con la abreviatura "(Der.)" en castellano y "(Law)" en inglés. Otras palabras se encuadran en el registro de lo formal, y cuando se las utiliza en medio de un contexto informal, cobran un valor humorístico. En los diccionarios de inglés se suele encontrar estas palabras acompañadas del rótulo "(fml. o humor.)".