miércoles, 26 de diciembre de 2012

El lenguaje de las inmobiliarias (II)

Cada vez que últimamente me encuentro usando la palabra "moda", ésta trae consigo un matiz no solamente despectivo, sino también ominoso.

Tal cosa sucede con una "moda" no tan reciente: la de la "cocina americana" en los avisos de las inmobiliarias. A primera vista, el rótulo "cocina americana" dice poco y nada. A algunos, el mero hecho de mencionar el gentilicio (en versión falso cognado) correspondiente a una nación tan poderosa en nuestro vapuleado planeta, la estadounidense, podrá parecerle algo bueno. A mi propio y personal criterio, es algo malo.

¿Vieron la serie "Friends", por ejemplo? La cocina no constituye un ambiente independiente del resto del departamento. Está allí, a la entrada de la vivienda, y forma parte del living comedor. Bueno, esa "moda" viene haciendo furor desde hace más o menos una década (año más, año menos) en lo que yo conozco de mi Buenos Aires querido. Departamento nuevo que te construyen, departamento que tiene "cocina americana", también llamada, con bastante más sinceridad, pero sin dejar de recurrir al eufemismo, "cocina integrada"; es decir, integrada al living-comedor o al comedor.

Conté en el artículo anterior, "El lenguaje de las inmobiliarias", que estuve buscando vivienda hace unos cuatro años. Antes de encontrar el lugar donde vivo, vi no menos de cien inmuebles, muchos de los cuales tenían la bendita "cocina integrada". Lo cierto es que la cocina integrada, cocina americana o como quieran llamarle funciona solamente para la foto. En la realidad de los hechos, te invito a que cocines un bife, un bife de esos bien argentinos, con la grasita y todo, y veas qué lindo te queda el sillón que tenés a unos pocos centímetros: lleno de olor ¡y de grasa! Y no te cuento lo lindo que queda el ambiente cuando cocinás papas; no hablo de cocinar coliflor, ni brócoli, ni zapallitos de Bruselas. Hablo de la simple y noble papa. No digo que vayas a recibir al Sr. Embajador de los Países Bajos en tu departamento, pero lo cierto es que no es nada agradable.

En fin: todos podrán imaginar que esta nueva "moda" de las inmobiliarias tiene muchos más prejuicios que beneficios: otra contra es que tenés que tener siempre todo limpio y ordenado, puesto que no podés cerrar una puerta y aislar el ambiente cocina del resto del departamento. Y la otra contra es que esos departamentos, lejos de ser más baratos -puesto que, en la realidad de los hechos, les FALTA UN AMBIENTE-, son igual de caros que antes o más.

Pero, claro: la inmobiliaria porteña ha leído con cierto sesgo el libro "Cómo hacer cosas con las palabras" y decide que con un rótulo lindo mejora una realidad que es desastrosa: que la intimidad de tus cacerolas y de tus ollas queda expuesta a los ojos de los visitantes; que esa falta de barreras en tu cocina muestra cómo quemaste la pava hoy a la mañana, cuando calentabas agua para el café; y, sobre todo, los olores: dormís, vivís, leés, ves televisión, te maquillás con eterno olor a comida. Pero eso sí: el jugoso porcentaje de comisión de la inmobiliaria... ¡ése no me lo toquen! ¿Eh?

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Agradecimiento II

Los seguidores de este blog habrán notado que hace ya varias semanas no escribo nada. Sucede que, gracias a Dios, estoy con mucho trabajo. Cuando la cosa se tranquilice un poco, vuelvo a la carga con más artículos.

No obstante el trabajo, quiero agradecer a las personas que últimamente se hicieron seguidoras de este humilde anotador virtual que es "Clarito y castellano". Este artículo es continuación del post llamado "Agradecimiento", que data ya de un buen tiempo. Pero no quería dejar de agradecer a quienes se hacen seguidores. Es una alegría que entre tanta chabacanería que reina en la Argentina, tanta falsedad, tanto político y periodista que un día piensa una cosa y al otro día piensa otra en función del fajo de billetes que le pongan sobre la mesa, todavía podamos nosotros, aquellos a quienes nos gustan los idiomas, la traducción y otros "modestos misterios" (Borges dixit), interesarnos en una preposición, desvelarnos por un predicativo obligatorio o fatigarnos por el mal uso de un falso cognado.

viernes, 9 de noviembre de 2012

El lenguaje de las inmobiliarias

Hace cinco años tomé la decisión de mudarme del departamento donde vivía y comprar otro. Ineludible fue, entonces, la prolija lectura de los avisos clasificados en los que se anunciaban inmuebles.

En tal circunstancia, se encuentra uno con que las inmobiliarias (es decir, los agentes de bienes raíces; en la Argentina les decimos "inmobiliarias") manejan una jerga particular para describir los inmuebles que tienen en su cartera. 

Cuando un inmueble (departamento o casa) está hecho un verdadero desastre, prácticamente para demoler y volver a edificar, el aviso suele decir, prolija, eufemística y desfachatadamente, que "faltan arreglos", "faltan refacciones" o que se trata de un inmueble "para inversores". No, no es que al inmueble le falten refacciones ni arreglos: a la inmobiliaria le falta vergüenza.

Cuando da miedo entrar al inmueble pero realmente con algunos arreglos no muy caros uno podría entrar a vivir, entonces las inmobiliarias suelen calificarlo de "bueno". O sea que uno, si no está correspondientemente avispado, pierde su tiempo y sus ilusiones viendo algo que uno presume bueno, pero se da cuenta de que allí, durante el tiempo que duren los arreglos, no viviría ni el canario. Nuevamente, la jerga ¿engañosa, podríamos decir? de la inmobiliaria.

Cuando en el aviso aparece la palabra "muy bueno", recién ahí podés pensar que la cosa empieza a pintar decente. Recién ahí. Puede que haya que hacer algún arreglito, algún retoque (y no hablo de gusto personal, sino de arreglos necesarios para vivir), pero uno puede ya entrar los muebles y estar protegido de los lobos de la calle, que aúllan y cómo.

Cuando en el aviso aparece la palabra "excelente", ah, bueno, ahí tenés que llevar el camión de caudales, directamente. Y ahí la inmobiliaria no miente: cuando te dice "excelente", es porque el inmueble es una maravilla, pero preparate para que te arranquen los ojos. Como variante del calificativo "excelente", he visto muchas veces frases que ensalzan tal excelencia como "chiche bombón" (una expresión muy porteña), "sólo para exigentes", "sólo para entendidos", "un lujo asiático" y alguna que otra frase que ahora no recuerdo, pero del mismo cariz de las mencionadas.

"La mentira inmobiliaria", como yo solía llamarla cuando el aviso decía una cosa y yo veía otra de inferior calidad. Mi bronca se originaba en que todos esos inmuebles, como corresponde a nuestro Buenos Aires querido, estaban y están todavía hoy, cotizados en dólares y al valor que se le canta a las inmobiliarias. Porque ellas no acuerdan con nadie, salvo entre ellas mismas, el valor del metro cuadrado. Uno puede negociar hasta cierto punto, pero no es una verdadera negociación; es apenas un regateo de unos pocos pesos. Es decir, buscar casa en Buenos Aires es un garrón por donde se lo mire. Mientras lo hacés, te agarra la úlcera. Te recuperás cuando compraste y dejaste atrás el garronazo.

jueves, 8 de noviembre de 2012

La palabra "department" como calco inglés-castellano

Hoy traigo otra cuestión interesante planteada por mi colega Miguel Siso Fernández, al que ya nombré en otro artículo.

Miguel comenta lo siguiente:

ABRO CITA
Fijate que, por ejemplo, siempre se traduce como "secretarios" a las autoridades de EE.UU. que vendrían a ser lo que nosotros conocemos en casi todo el continente como "ministros", pero... acá aplica el calco como una cosa fija.
CIERRO CITA

Es cierto: en EE. UU. se denomina "departamento" a los organismos del Poder Ejecutivo que se ocupan de un determinado interés que dicho Poder Ejecutivo desea proteger o promover. 

En la Argentina sucede exactamente lo mismo; tenemos, dentro de la órbita del Poder Ejecutivo, organismos que se ocupan de promover/proteger distintos intereses, con la diferencia de que esos "departamentos" se llaman, en la Argentina, "ministerios". Es decir: en tiempos de guerra, en la Argentina hubo un Ministerio de Guerra; cuando la guerra cesó, la existencia de ese ministerio dejó de tener sentido y se lo disolvió. Si a determinado Poder Ejecutivo le interesa promover/proteger la producción industrial, genera un Ministerio de la Producción, y lo mismo sucede con ciertos valores básicos para toda sociedad y todo pueblo: la educación, el trabajo, la economía, la seguridad interna, las relaciones con países extranjeros, la supervisión de los cultos religiosos, entre otros.

El hecho de que en un país, Estados Unidos, se llame "department" a esas delegaciones del Poder Ejecutivo y que en la Argentina (y en el resto de Latinoamérica) se las denomine "ministerio" no autoriza, a mi criterio, a emplear un calco de traducción, "department" como "departamento", y mucho menos al "secretary", que es la cabeza del "department", como "secretario". En la Argentina, los ministerios se dividen en secretarías, y quien encabeza la secretaría tiene el cargo de "secretario". En este último caso, estaríamos metiendo la pata con un falso cognado: equiparar el rango de ministro (más alto) con el de secretario (inmediatamente inferior), cuando el "secretary" estadounidense no es un "secretario", sino un "ministro".

Es decir, si traducimos el "Department of Education" estadounidense como "Departamento de Educación" se provoca una confusión: no se sabe bien si ese "Departamento de Educación" tiene rango ministerial o no.

Cuando traducimos institutos jurídicos, tenemos que fijarnos en la naturaleza jurídica del instituto jurídico en castellano y compulsarlo con la naturaleza jurídica del mismo instituto en inglés, aunque tengan distinto nombre. Así, la "execution" del derecho anglosajón de contratos NO es la "ejecución" del derecho argentino de contratos. Son dos cosas muy diferentes. De la misma forma, cuando traducimos nombres de instituciones, como en el caso de "department" en EE. UU., tenemos que fijarnos en la función que cumple un "department", y allí nos daremos cuenta, investigación mediante, que cumple funciones muy parecidas a las de un ministerio argentino. ¿Y por qué digo "muy parecidas"? Porque las funciones que cumple un ministerio en la Argentina y su par en cualquier otro país, Estados Unidos o cualquier hermano país latinoamericano, no siempre son idénticas. Cada país defiende sus intereses de manera distinta. En el caso del Ministerio de Educación, el sistema educativo argentino tiene una estructura determinada, y el sistema educativo estadounidense tiene otra estructura, diferente en algunos puntos a la nuestra y parecida en otros. Es lógico, entonces, que, si vamos al detalle, ciertas funciones sean diferentes entre uno y otro, pero lo cierto es que 1) ambos son organismos del Poder Ejecutivo; 2) ambos protegen un interés del Estado: la educación. 

¿Lo digo una vez más? No, yo no, lo dijo papá Shakespeare a través de las brujas de Macbeth: "Engañosas y traicioneras son las palabras; siempre quieren decir algo distinto". No nos dejemos encandilar por la palabra, por el significante; miremos el significado.   

 

domingo, 28 de octubre de 2012

Factores extralingüísticos del castellano neutro

De manera laxa e informal, hablé aquí varias veces de ciertos factores extralingüísticos del aprendizaje de idiomas y del uso mismo del castellano. Se me ocurre ahora hablar del algún que otro factor extralingüístico que acompaña al castellano (o español) neutro.

Se me ocurre pensar que la existencia del castellano neutro se apoya, por ejemplo, en la tolerancia y flexibilidad de ciertos grupos receptores de un texto dado en dicho castellano neutro. El otro día, en otro artículo de este mismo blog, "Los límites del castellano neutro", dije que el castellano neutro es una combinación arbitraria de términos y, a veces, de estructuras sintácticas y modismos tomados del habla de las diversas jurisdicciones hispanoparlantes. En general, en el castellano neutro que oigo en documentales y películas, hay un claro predominio de términos y estructuras mexicanos; en segundo lugar, suelo pescar bastante del castellano que se habla en Venezuela, y me sorprende cuando encuentro algo que considero típicamente argentino; por ejemplo, en la serie "American Chopper" utilizan la exclamación "bárbaro", que se utiliza con ánimo aprobatorio en la Argentina, mientras que otras productoras prefieren utilizar el más neutro "genial" (yo misma lo uso, de hecho). Pero también en la misma serie emplean la palabra "manillar" para designar el manubrio de las motos, siendo la palabra "manubrio" la típica de uso argentino (o al menos porteño) y no "manillar".

Varias veces me pregunté qué produce la elección de unos términos y no de otros en esa mezcla que conforma el neutro de cada editorial o productora; tal vez la idea de que ciertos grupos de lectores/oyentes no tolerarían una mayoría de palabras de cuño argentino, pero sí que el público lector o televidente argentino sí es más permeable a los términos de cuño mexicano, venezolano o colombiano. Otro factor puede ser el factor "techito por si llueve": ante la duda, lo que se traduce en la Argentina lleva una gran carga de términos típicamente mexicanos, venezolanos o colombianos para no malograr por una cuestión idiomática una empresa tan cara como la producción cinematográfica o televisiva.

No sé bien si estas reflexiones son acertadas o no; posiblemente, cada productora/editorial tenga sus motivos para adoptar una forma particular del neutro. Lo interesante sería poder llegar a esos motivos de buena fuente.   

 

Varios lectores en busca de un traductor

Es inevitable que al traducir me pregunte quíén va a leer mi traducción, no solamente como interrogante teórico, sino también como interrogante eminentemente práctico, para determinar algunas estrategias y procedimientos de traducción.

En algunos casos, la respuesta es previsible por lo acotado del destinatario de determinado material; por ejemplo, cuando viene algún cliente que me trae a traducir la declaración jurada de impuestos para presentarla ante la embajada de Estados Unidos o de Gran Bretaña. Otras veces, el destinatario es más amplio e imprevisible, como en el caso del material audiovisual. En este caso, las clases sociales y las extracciones culturales del televidente pueden ser amplias hasta llegar a infinitas combinaciones de capacidad o incapacidad de entender.

En el primer caso, el de la declaración jurada, me llamó la atención la forma diferente en que traduje la sigla A.F.I.P. -que significa "Agencia Federal de Ingresos Públicos" y que para el ámbito federal argentino no es otra cosa que la agencia recaudadora de impuestos- con tres años de intervalo entre una traducción y otra. En el año 2009 traduje A.F.I.P. como "Internal Revenue Office of Argentina (Federal Administration of Public Income), mientras que pocos días atrás, sin mirar esta traducción anterior, traduje la sigla como "Agencia Federal de Ingresos Públicos - Federal Agency for Tax Collection". 

El procedimiento común a ambos casos es el de utilizar un doublet, un "doblete", según el Manual de Traducción de Peter Newmark en traducción de Virgilio Moya. En el primer caso, "Federal Administration of Public Income" es la traducción palabra por palabra de AFIP, mientras que con "Internal Revenue Office of Argentina" aplico el procedimiento de equivalente cultural; trato de que el lector, que probablemente sea estadounidense (mi cliente, si bien se radicó en Gran Bretaña, me dijo inicialmente que todo el papelaje era para presentar ante la embajada de EE. UU.), identifique de inmediato de qué se trata la AFIP al presentarle las palabras "Internal Revenue". Es decir, como si el traductor no tuviera poco en qué pensar, además hay que ponerse en el lugar del otro, del lector, para tratar de darle eso que efectivamente pueda entender y hacer que la traducción constituya más que un papel escrito y firmado, más que un servicio a cobrar, una exitosa operación comunicativa.

En el segundo caso, el que traduje hace unos días, lo que hice fue, en primer lugar, desarrollar la sigla "AFIP" en castellano. Aquí también, aparentemente (digo "aparentemente" porque, al final, nunca se sabe), la traducción va a la embajada de EE. UU.; me pareció interesante desarrollar la sigla en castellano porque de un tiempo a esta parte los estadounidenses en general vienen familiarizándose bastante con el castellano y ya no les resulta ajeno. A continuación, fiel a mi oficio, traduzco, pero aplico el procedimiento de equivalente funcional, también enunciado por Peter Newmark, donde le cuento al lector para qué sirve la AFIP; considero que al decirle "mirá, la AFIP levies and collects taxes, and it has federal jurisdiction, and is also an agency" le estoy suministrando la información necesaria para que comprenda acabadamente.

Pero la cuestión es circular y volvemos al principio: yo no sé si el lector de mi traducción sabe castellano o le da por el hígado que su país esté en vías de convertirse en bilingüe; no sé si quien lee es un empleado argentino de la embajada de EE. UU. o un funcionario estadounidense; no sé si lo van a leer acá, en la Argentina, o en EE. UU. Una de mis profesoras del Traductorado, Moira Parga, siempre decía que "uno sabe dónde empieza una traducción, pero nunca dónde termina", y aquí se aplica tal adagio. 

Entonces, a una le queda flotando la sensación de que, en definitiva, traduce un poco a ciegas, que genera un documento en cierta forma rudimentario, pobre de información, o por el contrario, cargado de información superflua. Una, en definitiva, cuando entrega a su cliente la traducción firmada, sellada y legalizada, reza para que al tipo le sirva, para que nadie le chille porque "no es clara", "no se entiende", y para que la paloma lleve su mensaje eficazmente. Nada más. 

martes, 23 de octubre de 2012

Los límites del castellano neutro

El otro día, un colega traductor de Imagen Satelital -empresa para la que ambos trabajamos-, Miguel Siso Fernández, planteó una interesante cuestión en el grupo cerrado de Facebook por el cual nos comunicamos los traductores que prestamos servicios a la empresa.

La cuestión era la siguiente: tenía que traducir "party bouncer" al castellano neutro. Ya sabemos cómo es la cosa: el castellano neutro, en realidad, es una mezcla aleatoria (es decir, que depende de cada productora o de cada editorial) de vocablos de frecuente uso en México, Venezuela, Colombia, España y, muy pocas veces, Argentina. La finalidad de esta combinación de vocablos y, a veces, formas sintácticas, es promover la comprensión de un texto dado (audiovisual o literario, por ejemplo) en toda Latinoamérica y España.

Lo que planteaba Miguel era que quería traducir "party bouncer" al castellano con el mismo registro informal con que estaba en el original. Personalmente, le comenté que en la versión doblaje de "A Night at the Roxbury" se había traducido "bouncer" como "apagabroncas". Es decir, un "bouncer" o "party bouncer" es el personal de custodia que está en la puerta de un boliche bailable o de una fiesta para 1) no dejar pasar a personas de dudoso aspecto o a personas no invitadas; 2) hacer que cualquier invitado escandaloso se retire de la susodicha fiesta o boliche bailable. Es decir, lo de "apagabroncas" alude al punto 2), pero no exactamente al 1).

Este último punto no importa tanto: sabemos que cuando creamos un rótulo, cuando creamos una denominación, ese rótulo/denominación va a aludir, por lo general, a un aspecto de la cosa descripta. Si podemos con ese rótulo describir la totalidad de las características/aspecto/utilidad de la cosa descripta, bienvenido sea; pero por lo general no se puede abarcar tanto y ser breves a la vez, así que con describir la parte operativa más importante de la cosa descripta basta y sobra. 

El problema era el del registro: si un término pertenece al registro informal, es altamente probable que en cada región, en cada país, en cada ciudad y hasta en cada barrio la cosa descripta por ese término sea denominada de manera diferente. Entonces, la cuestión de la neutralidad del castellano se da de patadas con la denominación localista. Quiero decir que es muy difícil ser neutro y encontrar una denominación común para una misma cosa que adopta nombres diferentes en diferentes lugares.

Lo que se nos ocurrió a varios foristas fue que la solución a la traducción de "party bouncer" debía ser un equivalente que, si bien neutro, se escapara del registro informal, para lo cual sugerimos "seguridad", "custodia", "guardia (de seguridad)". La traducción es, más que un juego de apertura de diccionario y de simple reemplazo de palabras, toda una estrategia de criterios que dan paso unos a otros y que jamás son fijos e inamovibles. Me pareció, y se lo comenté a Miguel, que en este caso el criterio que debía primar sobre el de respeto al registro era el de claridad para con el espectador. Era posible que la palabra "apagabroncas" no se entendiera en ciertos lugares hispanoparlantes, pero sí iba a entenderse la palabra "custodia" o "seguridad", con lo cual se iba a cumplir el objetivo último de toda traducción: que el lector la entienda.







jueves, 11 de octubre de 2012

Reciclar, reutilizar, reducir

Desde hace bastante tiempo llevo mis propias bolsitas a la verdulería, al supermercado, a donde sea que tenga que comprar algo.

Más de una vez la cajera del supermercado o el empleado de la verdulería/carnicería se me rieron, "si total no te cobramos la bolsita, ¿para qué la traés?".


Como siempre, la disfrazada sin carnaval, la viento en contra. 

Desde hace bastante tiempo nos esmeramos, mi marido y yo, en separar el papel, cartón y plástico en una bolsita, y los residuos orgánicos en otra, y tratamos de usar como corresponde los pertinentes contenedores que tan amablemente nos ha instalado el Gobierno de la Ciudad en nuestro barrio. 

Y digo "como corresponde" porque la mayoría de los vecinos ni se fija: allí donde vea un contenedor, tira su bendita basura, sin clasificar, sin fijarse si el contenedor es de residuos húmedos o secos. Un chiquero, parecen menos que amebas. No tiran al bebé o al perro porque Dios es grande.

Ahora, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires descubre el agua tibia: que tenemos que separar los residuos entre "reciclables" y "no reciclables", entre "húmedos" y "secos", para lo cual hacen que los supermercados grandes (en los supermercaditos chinos todavía no las vi) nos vendan dos tipos de bolsitas, para proceder a la susodicha clasificación.

En buena hora, chochamus, pero me parece que la tortuga está a varios kilómetros adelante. Ojalá que para otras iniciativas podamos mejorar la puntería, léase el "timing".

Personalmente, no tiro ningún sachet vacío de leche: se lavan todos y se guardan secos. Luego, los corto en una tira continua, de medio centímetro de ancho, con el procedimiento de caracol, y tejo al crochet con ese "hilado" plástico. No digo que quede elegante, muy por el contrario, pero próximamente les mostraré vía foto, en este mismísimo blog, la bolsita tejida con sachets de leche para poner los broches de la ropa, bolsa ésta que queda en la más recóndita de las intimidades del placarcito de los artículos e implementos de limpieza.

Tambíen estoy haciendo otra bolsita para poner el alimento de los gatos. Es decir, otra bolsita que no tiene por qué verse, que tiene un propósito meramente utilitario y que, por tal motivo, no tiene la obligación de verse elegante ni paqueta.

Con los mismos sachets de leche hice, al crochet, el asiento de una reposera chiquita y vieja, cuyo armazón en buen estado encontré hace mucho tiempo por la calle. No digo que ese tejido con sachets de leche pueda aguantar el peso de un ser humano, así que no lo recomendaría para ese uso; sin embargo, esta reposerita (cuya foto también mostraré cuando mi marido tenga que sacar fotos, así hacemos una tanda completa) será de uso de mis gatos. Y si no, que quede de adorno, pucha digo.

También guardo los cartones de las cajas de ravioles. Resulta que aquí, en la ciudad de Buenos Aires, las fábricas de pastas te venden los ravioles con unas cajitas de un cartón semiblando fantástico, que te sirve para hacer todo tipo de manualidades. Mi marido guarda la parte inferior, color gris, y yo guardo la parte superior, que en la fábrica de pastas de la que somos clientes viene estampada de colores.

Por supuesto, hay que sacudirle bien la harina, y sin más trámite queda un cartón buenísimo para varios usos. Yo armé unas cuantas flores para tapar la tapa de las bocas de luz, que son redondas, aburridas, de plástico blanco. Ditto, próximamente foto de ellas.

No digo que pueda hacerlo siempre, pero como tengo como cincuenta macetas de diversos tamaños en la terraza cada tanto viene bien echarle a la tierra de estas susodichas macetas las peladuras de zanahoria, por ejemplo, que nutre la tierra, lo mismo que las cáscaras de la papa cruda y de las frutas. Todavía no me animo a hacer compost, pero esto de echarle las cáscaras y restos vegetales a las plantas las ayuda en su crecimiento. Por lo menos a mí jamás se me secó o se me infectó una planta por mezclarles restos vegetales a la tierra.

Para todo lo que sea plástico tratamos de encontrar esas colectas en las que te piden artículos de plástico, desde tapitas de gaseosa hasta un balde viejo, para enviar a reciclaje y poder esas obras de beneficencia ganarse unos mangos que suelen ir al Hospital Garrahan o a instituciones parecidas. En Monte Castro hay varios comercios que tienen una canastita donde uno puede llevar las tapitas de gaseosa, agua mineral y agua saborizada, y ellos las entregan al destino que corresponde.

Con mi marido, parecemos dos botelleros (lo que en México sería un ropavejero; lo digo en "neutro" para que se entienda): cada cosa que vemos en la calle y que nos puede servir, venga. Tenemos un pie de máquina de coser pesadísimo, que alguien tiró a la calle hace como dos años. Todavía no lo usamos, pero se salvó de la perdición.

Lo mismo hacemos con maderas que están buenas. Sergio ya usó varias para sus trabajos.

No pido a nadie que recoja cosas de la calle. Sí me atrevo a pedir que apliquemos el eslógan del título: que le demos un segundo y hasta un tercer uso a las cosas (reutilizar); que reduzcamos la cantidad de basura que generamos y hasta me atrevería a pedir que reduzcamos la cantidad de artículos que consumimos (aunque no quiero inmiscuirme en la vida de nadie); y que enviemos prolijamente todo el cartón, el papel y el plástico a los pertinentes centros de reciclaje. 

viernes, 5 de octubre de 2012

¿Qué hacemos los traductores? (Volumen IV)

El otro día recibí un correo electrónico de una colega traductora cuyo nombre no recuerdo y cuyo mensaje perdí en la bandeja. O sea, soy un desastre.

Sin embargo, recuerdo que dicha dama me preguntaba cómo se hacía para conseguir traducciones literarias. Voy a responderle desde aquí, y también le pido disculpas por haber perdido el mensaje de correo electrónico (tal vez lo borré sin darme cuenta).

La primera traducción literaria que conseguí fue la del libro de Louis Ignarro, cuyo título en castellano es "NO más infartos" y fue editado por Distribuidora Lumen. ¿Cómo tomé contacto con Lumen? Por casualidad.

Todo comenzó así: me contacté con un psicólogo que editaba una revista de psicología. Yo quería publicar un aviso de traductora en esa revista, y cuando terminamos la conversación telefónica en la que le contraté el aviso, se me ocurrió preguntarle: "¿Vos hacés ediciones de autor?". El psicólogo me respondió que sí.

Por entonces, año 2004, yo estaba viendo de publicar en papel, como edición de autor, mi Diccionario de Falsos Cognados, el mismo que ahora está colgado en mi sitio de Internet. Así que tuve una reunión con este psicólogo y su esposa, les hablé del proyecto, y ellos me pasaron un presupuesto de cuánto me habría costado editar el diccionario con ellos.

El presupuesto se me escapaba de las manos; era más dinero del que yo disponía, así que renuncié a editarlo en papel. A los cuatro meses, más o menos, me vuelve a llamar este psicólogo y me dijo: "No te llamo por lo del presupuesto, sino para contarte que me enteré de que en Editorial Lumen están seleccionando traductores, y se me ocurrió contactarte. Escribile a Fulano de Tal en Lumen y enviale tu currículum".

Así lo hice, y así vino mi primer trabajo, al cual siguieron muchos otros, algunos editados y con buena salud, otros que quedaron sin editar, seguramente en espera de tiempos más propicios y prósperos.

Es decir, este primer trabajo fue, en cierta medida, por casualidad, pero no me parece menor el hecho de haberme contactado con el psicólogo/editor de la revista, aunque el objetivo primigenio de la reunión que mantuve con él y su esposa no haya sido el de promocionarme.

Y luego el editor de Lumen me recomendó con la gente de Prometeo Libros, ya que se conocían. Prometeo Libros necesitaba traductores y comenzaron a preguntar. Cuando preguntaron al editor de Lumen, surgió mi nombre. De nuevo, la casualidad.

Ahora bien: no todas son rosas. Desde hace tiempo estoy haciendo campaña entre las editoriales argentinas y extranjeras -es decir, envío tarjetas, currículums, cartas- y no hay respuestas favorables. Sabemos que hoy en día la cultura está en baja; no goza de la buena salud de que goza, por ejemplo, la gastronomía. Hoy en día, entre comprar un buen libro e ir a comer a un buen restaurante, nadie lo duda y se decide por lo segundo. Hoy en día, entre un programa de recetas de cocina y un programa de crítica literaria, nadie lo duda: gana por muerte la primera opción. 

También es cierto que una enorme parte de los libros traducidos al castellano llegan a la Argentina desde España, más precisamente desde Barcelona, así que posiblemente sea por eso que las gestiones ante editoriales argentinas sean infructuosas. Pero, bueno, como buena vasca que soy (soy argentina, en realidad, pero de ascendencia vasca), soy tozuda y sigo intentándolo. Es mucho mejor que los demás sepan quién soy, aunque el resultado no sea inmediato, a quedarme encerrada en mi casa.


miércoles, 3 de octubre de 2012

La informática aplicada a la traducción ("Persigue Manhattan")

Estoy traduciendo un libro sobre la época de Juan Manuel de Rosas. Cada vez que pongo "Rosas" y a continuación el verbo en singular, el programa Word "chilla" y bajo el verbo en singular coloca una vistosa viborita verde, señal inequívoca de un error gramatical (en este caso, de concordancia).

Esto me hace acordar de una anécdota que nos contó una vez una de mis profesoras del Traductorado, Moira Parga: estaba corrigiendo una traducción que se había hecho con un programa traductor. Aparecía a cada rato algo extraño, la frase "Persigue Manhattan". Sucede que el programa traductor había traducido el nombre del banco Chase Manhattan, lo había llamado "Persigue Manhattan", y quien había operado el programa traductor había dejado pasar el error.

Fe de erratas (o de ignorancia)

Una aclaración: en el artículo del otro día, el del presunto diptongo "-ea", quiero aclarar que me equivoqué: "ea" no es un diptongo, sino un hiato. Me llamó la atención al respecto una forista española de uno de los foros de LinkedIn, y tiene razón. Así que, hecha la aclaración y mi confesión de ignorancia al respecto, les pido a todos que, en dicho post, donde diga "diptongo", por favor, léase "hiato". Gracias.

lunes, 1 de octubre de 2012

30 de septiembre, día internacional del traductor

Hay poco que pueda decirse sobre los traductores o la traducción y que, a esta altura de la velada, resulte original. Las frases son, por fuerza, siempre las mismas: "Ay, ojalá tengamos más trabajo", "Ay, esperemos que los clientes nos valoren más", "Uy, si pudiéramos obtener más reconocimento social". Todo esto es harto sabido y, si bien es necesario decirlo, porque el silencio sería una alternativa muchísimo peor, hoy tengo ganas de tomarme un recreo de esas frases.

Les cambio la efeméride de ayer, día internacional del traductor, 30 de septiembre de cada año, por uno de las personas que me ayudó a elegir esta profesión: les voy a hablar de mi abuelo materno, Natal Santiago Ghislanzoni. Tipo callado, meditabundo, muy lector. Era talabartero de oficio, pero le gustaba encuadernar libros. Compraba los folletines -los cuadernillos de entregas semanales- en el kiosko de diarios y los encuadernaba. Tengo varios de esos libros: las tapas con lomo de tela ya está agrietadas, la goma de pegar ya está reseca y muchos se abren de sólo tocarlos, pero esos libros -sainetes, tragedias de Shakespeare, libros de Hugo Wast- los tengo yo; por suerte, me quedaron a mí en inconsciente herencia, porque cuando mi abuelo falleció, en 1974, no hizo ni testamento ni nada. Mi mamá y mi tío se llevaron sus poquísimas cosas de la casa y se las repartieron.

Tengo un recuerdo que jamás se me va a borrar de la cabeza: mi abuelo vivía en Av. Jorge Newbery y Montenegro, frente al paredón del cementerio de la Chararita. Y su gran paseo conmigo era tomarme de la mano, cruzar la avenida (que por los años setenta no tenía el tránsito que tiene hoy; en esa época pasaban muchos menos autos), y llevarme a ver la tumba de Alfonsina Storni. Y me explicaba quién había sido Alfonsina Storni. Después, íbamos a ver la tumba de mi abuela y el panteón de algún otro personaje conocido. Creo que el mismo Jorge Newbery está sepultado allí, en la Chacarita.

Otro paseo al que me llevaba mi abuelo era caminar por el costado de las vías y sacar un par de limones del limonero de un vecino, al que saludaba cordialmente; pero como esos limones estaban colgados de ramas que excedían la pared medianera, no había ni disculpas, ni vergüenzas, ni explicaciones. Él agarraba los limones, saludaba, le devolvían un saludo respetuoso y listo. 

Todo esto sucedía mientras él me sostenía con su mano. No puedo olvidarme de esa sensación de estar protegida y acompañada por un caballero tan piola, con el que no hacían falta muchas palabras para estar a gusto.

Él fue el primero que me enseñó qué era una poetisa. Él fue el primero que metió en mi cabeza y en mi alma la idea de que hay gente que vive de escribir frases que riman y que suenan lindo. Él fue uno de los que me quitó el velo de los ojos y me dijo, a su manera: "Podés escribir".  

jueves, 27 de septiembre de 2012

Los diptongos en los medios

El diptongo "ea" suele ser el patito feo del idioma castellano. A propósito, ¿qué es un diptongo? Según María Moliner es el "conjunto de dos vocales que se pronuncian en la misma sílaba".

Pero retomo el hilo: no hace mucho tiempo, un pastelero de Utilísima declamaba desde la pantalla que "le gustaba pasteliar", en lugar de "pastelear", pronunciación correcta de su particular neologismo.

Otro personaje de Utilísima, esta vez un arquitecto que se ocupa de diversos trabajos de remodelación de la casa, habló del color "platiado" en lugar de hablar de nuestro tradicional color plateado.

Y digo que el diptongo "ea" es el patito feo, la Cenicienta, porque cuando llega el momento de pronunciar la primera persona del pretérito indefinido de cualquier verbo terminado en "ear", la pronunciación de dicha desinencia suele decidirse a favor del desafinado "ié" en lugar del más complicado pero más alegre para los oídos "eé". ¿Ejemplos? El verbo "patear". Diez mil dólares al que oiga pronunciar a alguien "yo pateé (la pelota, por ejemplo)" y no el chirriante "yo patié (la pelota)".

Tengo una teoría: da vergüenza pronunciar esta desinencia como "eé"; da la impresión de que uno se pasó de culto y educado al hacerlo como corresponde. Suena pedante. Yo creo que en el uso del lenguaje también intervienen factores psicológicos como éste que acabo de mencionar: la vergüenza. Me pasó con ciertos alumnos de inglés, que se sentían "tilingos" si tenían que pronunciar un inglés correcto, no digamos afectado. No sé si estoy en lo cierto. Que cada uno llegue a sus conclusiones.

ACLARACIÓN DE ÚLTIMO MOMENTO: Me equivoqué al llamar "diptongo" al grupo vocálico "-ae" de que trata este artículo. En realidad, es un hiato. Por favor, donde diga "diptongo" en este artículo, ruego que se lea "hiato". Gracias. 

miércoles, 26 de septiembre de 2012

¿Qué nos pasa a los traductores? (Volumen IV)

En innumerables ocasiones he hablado en este blog sobre cierta falta de espíritu crítico que trasuntan ciertos traductores a través de sus traducciones. Por ejemplo, cuando -ya lo dije, insisto- incomprensiblemente dejan palabras en inglés en sus traducciones al castellano, so pretexto de que "igual se entiende", o cuando adoptan a pie juntillas y sin cuestionar alguna decisión estrambótica de la Real Academia Española, a la que idolatran sin ponerse a pensar si realmente las decisiones que toman un grupo de tipos allá, del otro lado del Atlántico, se ajusta a un criterio lógico o no.

De mi observación de colegas graduados/as en mi misma casa de estudios, la Universidad de Buenos Aires, no me queda otro remedio que extraer la siguiente conclusión: la falta de libertad de elección te convierte en un ser acrítico. Ahora, el plan de estudios cambió en la UBA, pero cuando yo estudiaba, hace no tantos años, el sistema era de cátedras únicas; es decir, era ya, de entrada, imposible o muy difícil discrepar con un profesor porque una corría el riesgo de que el profesor o la profesora se ofendieran y que uno no pudiera recursar y aprobar la susodicha materia hasta que el profesor o profesora ofendidos se jubilaran o se murieran.

De este sistema de cátedras únicas se desprendía entonces un acto reflejo que el alumno de Traductorado adquiría desde sus iniciales balbuceos pedagógicos: empezar a captar qué palabritas "le gustaban" al profesor de turno (sobre todo, de las materias de traducción) y cuáles "no le gustaban", para, a conveniencia, usarlas o no en las traducciones ¡y en los exámenes!

Entre esta postura y la de estudiar con un glosario predeterminado no hay ninguna diferencia. Ya hablé, también en este blog, sobre el lugar que deben tener los glosarios en el proceso de aprendizaje de la traducción (ruego a los lectores buscarlo). Aprender a traducir con un glosario en lugar de hacerlo con un señor diccionario es una barbaridad. La traducción, tomada seriamente como disciplina de estudio y como medio para ganarse la vida, exige realizar una indagación adecuada sobre el alcance semántico de cada término y la oportunidad para usarlo o no. Entonces, que ciertos alumnos empiecen a formarse una idea de "qué palabrita usar o no usar según el capricho del profesor" me parece atroz. Y esa atrocidad se consolida cuando uno no puede debatir con el profesor. Y esa falta de debate con el profesor/titular de cátedra se logra, ese silencio del alumno, lamentablemente se logra con un sistema en el que falta la libertad; es decir, un sistema de cátedras únicas.

Insisto: el plan de estudios de la UBA ha cambiado, e incluso antes del cambio ya se observaban algunos cambios en el sentido de que, por materia, en algunas materias, hubiera dos cátedras. No sé ahora, con el nuevo plan de estudios, si hay más cátedras disponibles o volvimos, como en el juego de la oca, al casillero número uno. Es difícil exigirle al sistema universitario que una carrera tan minoritaria en cuanto a cantidad de alumnos se impongan tres o cuatro cátedras por materia. Pero tampoco se puede achacarle todo al sistema; tenemos, como traductores, como ex alumnos universitarios, como actuales profesionales, la capacidad de pensar, de criticar (en el sentido de "analizar"), de utilizar el sentido común, el buen criterio y el raciocinio para analizar la realidad, desde lo que pase en la Argentina hasta lo que pase en el texto que estamos traduciendo. Además, hay magníficos libros que nos ayudan, enseñan y estimulan a pensar, si es que no nos lo enseñaron en la universidad, en casa o en la secundaria.

Así como la educación nos hace libres, también nos ayuda a ser libres la capacidad de analizar la realidad -insisto, desde lo que haga el gobierno hasta lo que haya hecho el autor de nuestro texto- para poder ver dónde estamos parados, por qué nos pasa lo que nos pasa y para comenzar a ver cómo podemos cambiarla.

martes, 25 de septiembre de 2012

Desconfío

Lamento si a alguien no le gusta lo que estoy a punto de escribir, pero es lo que pienso: desconfío del traductor que no estudió en ninguna parte, el que es traductor porque él lo decretó.

Sí, yo imagino eso: el tipo (o la dama) se levantó una mañana y dijo: "¿Qué hago de mi vida? ¿De qué trabajo? ¿Cuál va a ser mi profesión?", y sin más se respondió: "Ah, buenísimo: voy a ser traductor/a".

Sabe -porque a esta altura es fácil averiguarlo en Internet, por ejemplo- que hay carreras de traducción, pero no: se anuncia como traductor/a e intenta obtener trabajos como tal.

Yo no puedo confiar en alguien cuyo ¿conocimiento? de las técnicas de traducción y de las materias sobre las que traduce no esté avalado por alguna institución, por un curso aunque sea mínimo. No hablo de que me guste o no me guste: hablo de que no puedo confiar en lo que esa persona dice ser.

sábado, 22 de septiembre de 2012

La traducción del verbo "substitute"



Tomemos el siguiente párrafo:


Early in the Middle Ages, when migrants from southern Spain began to appear to be the solution to the constant scarcity of labor in the north, feudal lords or their representatives traveled to inland Spain in search of laborers. The consolidation of an annual migratory flow within the country, from south to north, provided feudal lords with the possibility of substituting southern migrants for temporary, undependable local workers.

El verbo "substitute" es bien taimado porque se parece mucho a nuestro verbo castellano "sustituir". Según el Oxford Advanced Learner's Dictionary, significa "to take the place of sth else; to use sb/sth instead of sb/sth else". El mismo diccionario afirma que se lo utiliza con las preoposiciones "for" "with" y "by" en las siguientes combinaciones:

To substitute A for B
To substitute B with/by A
To substitute for sb/sth

Les muestro dos ejemplos tomados del mismo diccionario:

1) Margarine can be substituted for butter in this recipe = Se puede usar margarina en lugar de manteca en esta receta.

Es decir, aquí hay una sustitución, claro está; pero lo que se está diciendo en la oración original es: "la receta original lleva manteca, pero si usted no tiene, use margarina". Es decir, "substitute", aquí, no debe traducirse como "sustituir" (aunque subyazca un concepto de sustitución en la oración), sino como "poner".

2) Butter can be substituted with margarine in this recipe = En esta receta, la manteca puede sustituirse por margarina.

Aquí sí el verbo "substitute" cumple igual funcionalidad que el verbo "sustituir" en castellano.

En ambos casos estoy diciendo lo mismo: hay una sustitución. A lo que hay que prestar atención —porque se corre el riesgo de decir lo contrario— es qué reemplaza/sustituye a qué.

En el párrafo del comienzo, la forma de traducir "substitute" es la número 1); por decirlo de una forma grosera, en el proceso de sustitución, nos quedamos con los "southern migrants" y dejamos de lado a los "local workers".

Si traducimos este fragmento:

[...] provided feudal lords with the possibility of substituting southern migrants for temporary, undependable local workers.

de la siguiente manera:

[...] brindaban a los señores feudales la posibilidad de sustituir a los migrantes del sur por trabajadores locales, temporarios y poco confiables.

estoy diciendo exactamente lo contrario de lo que dice el original. Ojo.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Cuánto nos gustan las cosas

Sobre todo cuando se trata de comidas, pero también con referencia a otras cuestiones, los porteños utilizamos algunas expresiones que manifiestan esa aprobación y ese deleite por algo que nos gusta, que se ve bien, que nos satisface.

He aquí un brevísimo catálogo, nada más que una muestra (es decir, hay otras expresiones), de esas expresiones laudatorias:

"Es un espectáculo".
"Es de película".

Y ya que últimamente estamos los porteños atravesando un revival de las recetas de Doña Petrona, recordemos la expresión "es un poema".

La expresión "es de película" es un poco anticuada. Yo la recuerdo de los años 70, cuando yo era chica. Pero todo vuelve, así que por eso la rescato.

domingo, 16 de septiembre de 2012

"With a vengeance"

La palabra "vengeance", por sí misma, tiene por equivalente palabras castellanas como "venganza". "Vengeance" es sinónimo de "payback" o "revenge".

Sin embargo, si le agregamos el inocente condimento de la preposición "with" y el artículo indefinido "a", la cosa cambia bastante: la expresión completa "with a vengeance" significa lo que en Buenos Aires decimos "con toda la furia", y de un modo más neutro, "con ímpetu", "con gran energía".

Es una expresión que me tocó traducir en un libro que traduje para Distribuidora Lumen y, que yo sepa, todavía no se publicó. Una lástima; es un libro interesantísimo en el que se comparan la vida de Jesús y la de Ghandi. A principio, sí, metí la pata y la traduje en forma literal; pero leyendo de nuevo el párrafo, lo de "venganza" no cerraba con el bueno de Ghandi, y mucho menos con Jesús. Y entonces fue cuando aprendí a desconfiar sanamente de las palabras y más todavía de ciertas combinaciones que, como la sandía y el vino o la cerveza y el vino, pueden hacernos "pupa".

Imprecisiones necesarias

Hay ciertas ocasiones en que alguna imprecisión es necesaria en aras de obtener un objetivo supremo, cual es la comprensión del lector.

Pequeño ejemplo que me tocó protagonizar el otro día, y que vi confirmado en dos películas esta mismísima tarde: la palabra "tiempo". Se trata de una palabra ambigua porque implica, por un lado, "eso marcado por el reloj o el calendario", y por otro lado es el estado atmosférico de un área geográfica en un momento dado.

Sucede que si la palabra en inglés es "wheather" y la traducimos como "tiempo", puede darse el caso -sobre todo en traducción audiovisual- de que esa segunda acepción se tome por la primera. En ese caso, lo que personalmente hago es estirar un poquito el significado de "tiempo" en tanto estado meteorológico y traduzco "wheather" como "clima".

Hablo de "estirar el significado" porque "clima" tiene un sentido definido: se trata del patrón meteorológico/atmosférico predominante o permanente de una zona geográfica. Es decir: Buenos Aires es una ciudad predominantemente húmeda (no hay planchita para el pelo que te alcance); ése sería el clima de Buenos Aires; pero si tenemos una semana de tiempo seco, ese "tiempo", ese estado atmosférico, es, precisamente, el "tiempo", un estado transitorio y contingente dentro del patrón meteorológico permanente.

Les dije que vi utilizado el mismo procedimiento en dos películas, esta misma tarde: lo vi en "Groundhog Day", retitulada por estas tierras como "Hechizo de tiempo" (en este caso, tomado en el sentido de "lo marcado por el reloj o el calendario"), película con Bill Murray y Andie McDowell, y en "Pacto de justicia", con Kevin Costner y Robert Duvall, cuyo título original es "Open Range".

Y si bien en el título "Hechizo del tiempo" se alude a "tiempo" en tanto "lo marcado por el reloj o el calendario", el gran factor que en la película impide que Bill Murray salga del pueblo de Punxutawney es una bruta tormenta de nieve. En "Open Range" lo que cae es tremendo chaparrón.

¿Traidora? No me siento así para nada. Sí imprecisa, pero como dije antes: la comprensión del lector/espectador ante todo. Si no, ¿para qué me gasto?

sábado, 15 de septiembre de 2012

"Vigilante" y "bland" como falsos cognados inglés-castellano


El de los falsos cognados es un tema que vengo tratando desde hace tiempo, no solamente en este blog, sino también a través de dos diccionarios que tengo publicados como libros electrónicos en Internet (en mi sitio personal, www.avlt.com.ar y en varios sitios de libros gratuitos).

El problema más importante que noto en cuanto al uso de falsos cognados es el siguiente: el traductor que cae en la trampa que plantea el falso cognado se deja cegar por el parecido entre la palabra inglesa y la castellana porque no abre el diccionario. Así de sencillo. En lugar de verificar si realmente ambas palabras significan lo mismo, no: mete acelerador a fondo y pone lo que, en mayor o menor medida, son barbaridades.

Dos ejemplos tomado (cuándo no) de la televisión. Serie interesantísima del canal Film&Arts, policial. Un personaje le dice a otro que si ejecuta por su cuenta al delincuente, no será un policía, sino un "vigilante" (pronúnciese esta palabra en inglés). Y el traductor lo tradujo, así nomás, como "vigilante" (pronúnciese esta palabra en castellano).

En inglés, un "vigilante" es lo que en castellano conocemos como un "justiciero por mano propia", mientras que, en la Argentina, "vigilante" es una denominación bastante anticuada para el policía. Es decir, como casi siempre, usamos mal un falso cognado y estamos diciendo lo contrario de lo que debería decirse.

Otro ejemplo es el siguiente: programa de concurso de aspirantes a cocineros. Uno de los jueces le dice a uno de los participantes: "Your mashed potatoes are bland". ¿Qué traduce el traductor o la traductora? "Tu puré está blando". No, señores. Vean qué significa "bland" en mi Diccionario Crítico Lassaque de Falsos Cognados. La palabra "bland" no tiene nada que ver con lo espeso o blando de un cuerpo. Pero no conforme con eso, el juez sigue con su diatriba contra el participante y le dice por lo menos tres veces que otra participante "condimentó mucho mejor su plato". Claro, porque "bland" significa "soso, sin gusto, sin sabor, sin sazón".

Podrá parecer una tontería, pero creo cada vez con más firmeza que para ser un buen traductor no solamente hay que abrir diccionarios, sino que hay que razonar. En este caso, habría que preguntarse cuál es la relación entre la palabra "bland" y la alusión que de inmediato hace el juez a la sazón de otro plato. Salvo que el juez del programa de concursos esté borracho o loco, la coherencia es lo que predomina en su discurso.

Pero además de diccionarios y razonamiento, hay que tener un poco de intuición. Si traduje "el puré está blando" y de lo que se está hablando es del condimento, claramente algo falla con el par de voces "bland/blando". Y allí volvemos al comienzo: hay que abrir el diccionario y volver a leer definiciones, porque si dejo la palabra "blando", tan campante, algo, como traductor, estoy haciendo mal.