miércoles, 4 de enero de 2012

Denostar para elogiar

Hace un tiempo escribí en este mismo blog sobre el uso erróneo del adjetivo "plagado". Dije en ese momento que el adjetivo "plagado", por derivar de la palabra "plaga", debía llevar un modificador indirecto que indicara el motivo de la plaga: "plagado de problemas", "plagado de preocupaciones", "plagado de angustia".

Sin embargo, no todas las cosas son blancas y negras en el idioma castellano. Por ejemplo, tenemos la palabra "colmo". El sustantivo "colmo" tiene un significado matriz, "exceso". Éste es el sentido físico y concreto de la palabra; por ejemplo, si digo, junto con María Moliner, "Una cucharada de azúcar con colmo", me estoy refiriendo a su sentido físico y concreto: una cucharada de azúcar con "pancita", con "yapa", bien colmada.

"Colmo" tiene también un sentido abstracto y nocional: significa el máximo a que puede llegar determinada cosa. Y dentro de este uso tenemos ambas facetas de "colmo", un sentido positivo y un sentido negativo. Podemos decir: "Su caradurez llegó al colmo", y estoy hablando del máximo de caradurez de una persona -cualidad ciertamente negativa-, pero también puedo decir que "Esa chica es el colmo de la finura", y estoy, en tal caso, exaltando una cualidad positiva.

Vayamos al otro extremo del arco de registros lingüísticos: ¿quién no dijo alguna vez: "che, ese jugador de fútbol, qué h... de p...?". Y no lo está insultando: lo está elogiando por su habilidad y capacidad. No es infrecuente usar esta imprecación, "h. de p.", para resaltar las virtudes o el buen accionar de alguna persona. Paradojas de todo idioma.