Hasta hace un tiempo -ya dejé de meterme en esos sitios- había montones de lugares en Internet donde se debatía furiosamente acerca de lo mal traducidos que están los títulos de ciertas películas.
En ninguno de esos sitios se consideraba siquiera la siguiente posibilidad -que no es una posibilidad, sino una realidad-: los títulos de las películas no siempre se traducen, lisa y llanamente; por el contrario, la distribuidora busca un título que, si bien represente el contenido de la película en cuestión, obre a la vez como "gancho vendedor". Es decir, los títulos que en castellano se les pone a las películas no obedece a una cuestión de traducción, sino a una cuestión de mercadotecnia. No se trata de "pasar" un título en inglés al castellano, sino de ponerle un nombre atractivo a ese producto (la película), que es lo que hay que vender.
Entonces, ¿a quién, en su sano juicio, le parece que un título como "Sra. Doubtfire" va a atraer público al cine? A nadie. En cambio, el título adoptado en la Argentina, "Papá por siempre", es un título que inmediatamente apela a las emociones, a los sentimientos y logra atraer público. Así de sencillo. Y como este caso hay tantos otros. Les pido a los lectores de este artículo que, haciendo uso de su independencia de criterio y de análisis -cosa que predico con pegajosa frecuencia en este blog-, lleve a cabo, cada uno, su propio estudio del tema según las pautas mencionadas.
Otra pauta que influye en los títulos de las películas es la competencia. Por ejemplo: la película "The Ring", protagonizada por Naomi Watts, se estrenó en 2002. Nada más que un año antes se había estrenado un "tanque", "The Lord of the Rings". Entonces, en el mercado argentino se consideró que podía producirse una confusión entre ambas películas, así que de entre las dos acepciones posibles de "The Ring", el anillo (o aro) y la llamada, los distribuidores eligieron titular dicha película como "La llamada", y sanseacabó. Sólo se trató de una cuestión de proximidad temporal de dos películas distintas, bien distintas, pero con un título que podía llamar a confusión.
También hay otro criterio que tiene que ver con la elección de los títulos de las películas: es el de la "falsa secuela". Me explico: todos recordarán la película "Los cazafantasmas" ("Ghostbusters"), protagonizada, entre otros actores, por Bill Murray. La película original, "Ghostbusters", es del año 1984 y fue un éxito. A los pocos años, el mismo Bill Murray protagoniza otra película, "Scrooge", basada en el cuento "A Christmas Carol", de Charles Dickens. Ahora bien: en la Argentina no desconocemos a Charles Dickens ni sus historias, pero tampoco nos resultan tan caras a nuestros sentimientos. Es decir, no las relacionamos con la Navidad.
Teniendo en cuenta este "contratiempo" -llamémoslo así-, y para lograr que el público argentino recordara que el protagonista de esta nueva película era el mismo de la muy aplaudida y vista "Los cazafantasmas", en la Argentina se le puso a la película "Scrooge" el muy arbitrario título de "Los fantasmas contraatacan". Y digo que es arbitrario porque los fantasmas son sólo una parte de la película y de la historia del amarrete y cruel Scrooge. La historia de Scrooge tiene muchas otras aristas, pero el único objetivo, en este caso, era señalarle al público que ese actor, al que tanto les había gustado en "Los cazafantasmas", ahora aparecía de nuevo en esta "falsa segunda parte" de "Los cazafantasmas" llamada "Los fantasmas contraatacan".
Conclusión de toda esta parrafada: como dije al inicio de este artículo, los títulos de las películas no obedecen a una cuestión pura y simple de traducción, sino a mecanismos bastante más complejos de lo que imaginamos. Con lo costoso que es realizar una película (de todas las artes, es la más cara y la más compleja), elegir un título de película sólo en función de la traducción del título sería en muchos casos, además de otros factores, condenar a dicho filme al fracaso ya desde la taquilla.