Durante mucho tiempo -sobre todo, en la década de 1990- se habló mucho en la Argentina de los "robos al voleo". ¿De qué se trata? De lo siguiente: el ladrón de turno sale "a ver qué encuentra", "a ver qué pinta". Sale a ver a quién le puede robar.
Podría decirse que esta modalidad es la opuesta al del robo planificado: detectar a la víctima, observar sus movimientos y esperar el momento propicio para dar el golpe. En esta modalidad, la del robo planificado, hay toda una logística puesta en marcha, mientras que en la modalidad "al voleo", si bien necesita también de una forma de hacer las cosas, prima la idea de la improvisación, del "hacer las cosas sobre la marcha".
Pero no comencé a escribir para hablar de robos; quiero referirme, más bien, a que en más de una ocasión encontré escrita la frase "al voleo" con "b", "al boleo". "Voleo" es una palabra que viene de "volar" y no de "bola", así que se escribe con "v" (ve corta). El nombre de esta modalidad de robo viene de una técnica de siembra, la de la "siembra al voleo", mediante la cual se arrojan las semillas a la tierra y donde caen, caen. No se trata éste de un método por el que se coloquen las semillas en un lugar específico de la tierra y se las cubra con ésta, sino que se las arroja al viento. Y las semillas, a su manera, vuelan (o "caen con estilo", como diría algún personaje de la película Toy Story).
La imagen que transmite la expresión "al voleo" es la de falta de cálculo, de espontaneidad en la tarea, de ubicación geográfica indeterminada; y como sabemos que sucede en los idiomas, ciertas palabras o expresiones que se emplean en un campo determinado del saber pasan, a veces, en forma metafórica, a emplearse en otras áreas. Lástima que esa otra área, en este caso, sea el despojar al prójimo de algún bien material.