El Black's Law Dictionary -ya mencionado en algún otro artículo de este blog- es, a la vez, una fuente de invaluable conocimiento jurídico para los estudiantes de traductorado público y para los traductores públicos ya graduados, y una serie de emociones personales vinculadas con el comenzar a dar los primeros pasos, en las aulas de la UBA, como estudiante-traductora novata.
Los límites entre ser alumno y ser traductor son muy difusos. Sí, claro, hay un límite administrativo: ¿tenés el diploma y juraste en la Facultad? Estás graduado, "recibido", como decimos en el Río de la Plata. ¿No tenés el diploma porque debés materias? Y sí, sos alumno. Pero yo he visto compañeras y compañeros, y alumnos y alumnas (en el breve año en que fui adjunta) que ya eran traductores aun cuando eran alumnos, y lamentablemente me tocó ver traductores ya graduados (y con posgrados y todo) que jamás debieron haber salido de las aulas.
Una de esas emociones me lleva al momento del encuentro con mis dos diccionarios Black's. Uno lo compré en el año 1998 en una librería de la calle Maipú, en el centro de la Ciudad de Buenos Aires. Es el color bordó, la sexta edición. Cuando me lo pusieron sobre el mostrador y lo toqué, sentí, qué se yo, que estaba en Harvard. Me sentí en otro mundo.
El otro Black's lo compré en la librería Kel de la calle Marcelo T. de Alvear. Hablo del de tapas rojas, el séptima edición, coordinado nada más y nada menos que por Bryan Garner. La característica de esta séptima edición es que sus definiciones se ajustan más al esquema tradicional de la definición -es decir, describir el instituto o hecho de que se trate-, mientras que el sexta edición tenía un estilo mucho más conversacional. Por este motivo, personalmente recomiendo el sexta edición para tomar fraseología en inglés, cosa fundamental para encontrar equivalentes válidos y bien fundamentados cuando escribimos en inglés o cuando traducimos de castellano a inglés.
Muchas, muchísimas de las definiciones del sexta edición del Black's están tomadas directamente de la doctrina estadounidense. Qué suerte que los jueces norteamericanos escriben y definen bien. Lo que hace Garner en su séptima edición es agregar en ciertas entradas fragmentos de fallos judiciales que muestran el uso de la palabra definida, en consonancia esta característica con la obra que, a mi juicio, lo hace un brillante jurista-lexicólogo: el Dictionary of Modern Legal Use.
Como dije en otro artículo, y no temo repetirme: ambos son amigos inseparables del traductor público, y deben serlo desde la primera materia de traducción jurídica. Si te lo regalan como regalo de egresada/o, lamento decirte que puede que ya sea tarde. Ambos son diccionarios para investigar, para leer, para morder, para roer, para romperse la cabeza encontrando equivalencias. No son el típico diccionario para resolver el problema puntual al momento del examen de traducción, no. Son diccionarios para hacerse traductor público desde abajo, desde el pozo.